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El Madrid alcanza la final de Atenas

No hubo necesidad de ninguna acción heroica, ni mucho menos de un resbalón. Ni siquiera hizo falta una actuación individual estelar, uno de esos registros que acompañan a un jugador por el resto de sus días. El Madrid se clasificó para la Final a Cuatro de Atenas de una forma rutinaria, ausente de la emoción prevista, como un funcionario eficiente. Y la culpa no fue suya, ni mucho menos, sino de un deslabazado Knorr de Bolonia, que confirmó todo lo malo que había mostrado en el primer partido.Sin un rival a la altura de las circunstancias, al Madrid no le quedó más remedio que despachar la eliminatoria haciendo un oscuro trabajo de pico y pala. Se puso el mono y trabajó a conciencia su potencia defensiva, corrió poco pero bien, y cuando tuvo problemas, éstos se solucionaron de una forma muy equitativa. Tanto con sus aciertos como con los fallos de los descentrados jugadores italianos.

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Con la inestimable colaboración de un conjunto que era más sombra que equipo, el Madrid vio transcurrir la noche de una forma sorprendentemente tranquila, muy lejos de los sufrimientos pronosticados en las horas previas. Enfrente no encontraron un Knorr encoraginado por la paliza del pasado jueves, dispuesto a morir matando, preparado para convertir las críticas en loas.

Al contrario. Los Italianos no aprendieron nada con la primera lección. Siguieron moviéndose como autómatas, sin creatividad, buscando a Danilovic y sufriendo al no encontrarle. Y es que era difícil, porque el serbio sufría por segunda vez el ataque de Terminator Santos.

Empezó su guerra particular con el madridista soltando el codo en el primer ataque. Vano intento de llevar la pelea a su terreno. Santos no se descompuso, le siguió a todas partes, y acabó sacándole del partido. Danilovic metió más puntos que en Bolonia, pero no pasaron de ser anecdóticos, nunca decisivos.

Solucionado el principal problema, el Madrid pudo jugar al ritmo que más le convenía. Lento, pero seguro. Con un poquito de aquí (Brown) y otro de allá (Antúnez), se instaló rápidamente a un cómoda distancia del Knorr (21-13, minuto 10), suficiente para ganar el aplomo. siempre necesario en estas efemérides.

El Knorr vivía del esfuerzo de Carera, un hombre con hechuras de boxeador y juego cercano a ese deporte. A trancas y barrancas llegó a llamar la atención (2723, minuto 14) pero entró en una nueva crisis al final del primer tiempo. 7 puntos de Birlukov y la ayuda de la pareja estelar del partido, Antúnez-Brown, hicieron del descanso un paraje de relax para el equipo blanco (4434).

Lo bueno del Madrid (10 puntos de diferencia, poco desgaste y coherente disposición en el campo) dió paso a lo mejor. Fueron 240 segundos fulgurantes que terminaron con un estratosférico pase de Lasa que machacó Sabonis (54-34, minuto 24).

En otras circunstancias, nunca fue buena consejera la confianza en una diferencia con un equipo italiano enfrente, por muy amplia que fuese. Sólo una brisa de aquel espíritu que hizo famosos a Meneghin y compañía circuló por el Palacio cuando por la zona del Knorr se le atragantó al Madrid.

En ocho minutos los blancos sólo pudieron conseguir 6 puntos. (60-50, minuto 32). Tamaha sequía hubiese supuesto un desastre si no se hubiesen cumplido otras dos premisas. Una, que el Madrid siguió fajándose en su terreno. Dos, que los jugadores del Knorr permanecían en la Luna.

Un triple de Antúnez dio cerrojazo a la tímida reacción italiana, y posibilitó la llegada de la fiesta. El Knorr ni siquiera tuvo un final digno, pues asistió al término de su aventura europea parapetado en una zona, sin ambición ni orgullo torero.

El Madrid estará en Atenas (13 y 15 de Abril), una ciudad que ya tenía un capítulo reservado en los anales de la sección de baloncesto madridista. Atenas ha sido principio y final de muchas cosas, pero eso es otra historia.

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