El Bayer echa al Estudiantes de la Liga europea
El Estudiantes se quedó sin discurso. Ya no le queda nada que decir en la Liga europea. Podrá hacer números y soñar con un imposible, pero lo cierto es que el Bayer Leverkussen le arrancó de cuajo sus ya de por si escasas opciones de clasificación. Wheeler, un magnífico base americano, se encargó de rematar al equipo madrileño. Le dejó mudo para siempre.Visto lo de ayer, la gente se preguntará ahora por qué el Estudiantes montó tanto alboroto con el polémico caso del Zadar-Madrid (el Madrid se negó a viajar a la ciudad croata y la FIBA le dió el encuentro por perdido). Por qué se sintió tan perjudicado ante la medida y llegó a asegurar que le restaba posibilidades de, acceder a la fase final. De poco valen las protestas con seis derrotas en siete partidos.
Para justificar lo de ayer, Estudiantes tiene una coartada más razonable. Algún alimento en malas condiciones, ingerido por la plantilla el pasado lunes en una cena de confraternización mandó a la cama a varios jugadores (Winslow, Pablo Martínez y Reyes) y dejo con las fuerzas justas a otros (Azofra y Aísa).
Miguel Ángel Martín logró salvar un cinco inicial más o menos digno (Azofra, Aísa, Herreros, Pinone y Orenga), pero se quedó sin banquillo. Cuando Azofra y Aísa se vieron con la lengua fuera no surgió ningún recambio mágico. No apareció otro desconocido valor de la factoría, otro Juan sin miedo que supliese su inexperiencia con descaro y talento. Estudiantes se encontró esta vez con la lógica: jóvenes asustados, blandos de manos, distantes del riesgo e incapaces de soportar la presión del Palacio (Aguilar, durante 5 minutos, y Escudero, en 7). Lo normal, vamos. No se debió. pedirles tanto. Aunque Estudiantes se estaba acostumbrado a lo contrario.
Serial de triples
Estudiantes sabía que andaba con lo justo. Por eso al principio y para eludir las personales, renunció al juego farragoso. Prefirió conceder centímetros al rival y retarle a un concurso de puntería desde la larga distancia. El partido parecía destinado a convertirse en el, día ole los triples. Una exhibición que duró diez minutos (24-27), los que tardó Herreros en fallar el primero. Por entonces Koch ya había dejado cuatro, Azofra, dos, y Welp, Aísa, Orenga, Herreros y Johnson, uno. Encestaban todos. Luego, hubo más triples pero ya no fue la pauta.
Llegado un momento Wheeler se hartó de tanto tiro lejano y decidió cargar el partido sobre sus espaldas. Puso un ritmo y ya no se lo dejó modificar a nadie. Estudiantes intentó hacerlo a ráfagas, pero no hubo forma. El americano encarriló a sus compañeros y el conjunto alemán no perdió la compostura nunca. Daba igual que Herreros se soltase su muñeca, que Pinone lanzara su clásico manotazo o que Azofra metiera el turbo. Para los alemanes nunca pasaba nada. Wheeler era el guía siempre, en los momentos de agobio y de euforia.
Al menor respiro de los madrileños, el Bayer se despegaba sin necesidad de dar gritos. Cada arrebato agresivo de Estudiantes era respondido silenciosa y calmadamente por los visitantes: despegue alemán (31-41, m. 14), respuesta española (46-45, m. 19) y, cuando lo dificil parecía resuelto; nueva huída germana (46-51, m.20). Así sucedió al descanso y siempre que los madrileños mostraron sabiesas intenciones de aproximarse en el marcador. Wheeler dictaba.
El turno de Wheeler
El americano, con todo, compartió parte del protagonismo durante la primera mitad. Dejó que alguno de sus compañeros se luciera en los triples, que Welp exhibiera su corpulencia, o que Bauerman, su técnico, disfrutara con la intensidad defensiva del equipo. Accedió, incluso, a que Estudiantes, ya en la segunda mitad, soñara con la victoria (61-60, m.27). No dio más concesiones.
Wheeler hizo una elección acertada: supo esperar a que Azofra llegara a la tercera personal y, con ello, a que le dejara espacios. Fue entonces cuando sacó a escena su egoísmo y se colgó del brazo el partido. Ya no entró. a dialogar con nadie. Multiplicó puntos, asistencias y posesiones. No tuvo piedad.
Estudiantes se vio condenado a pelear en cuadro su supervivencia europea y perdió. Ni los veteranos, ni los jóvenes supieron salvarle. Fue rematado con una derrota justificable. Pero en verdad ya estaba muerto antes y, entonces, sin excusas a las que agarrarse.
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