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TOUR 92

¿Poca montaña? Pregunte a los protagonistas

Carlos Arribas

Los diez primeros del Tour 92: Induráin, Chiappucci, Bugno, Hampsten, Lino, Delgado, Breukink, Perini, Roche y Heppner. Los del Tour 91: Induráin, Bugno, Chiappucci, Mottet, Leblanc, Fignon, LeMond, Hampsten, Delgado y Rué. Maastricht se impuso este año a los Pirineos. "Falta montaña", decían los entendidos. Rué, el décimo en 1991, cedió 20 minutos al español. Heppner, su homólogo en 1992, 25. Una edición montañosa y otra criticada por no serlo tanto: el mismo resultado.Claudio Chiappucci ha clamado por una cronoescalada para acabar con el imperio Induráin. José Miguel Echávarri, el director del Banesto, le ha respondido: "Igual se lleva una sorpresa y Miguel le gana también".

El Tour es el Tour, distribuya la montaña en dos tandas o la concentre en dos jornadas brutales. Los mejores corredores del mundo se juegan siempre el pellejo día a día. Esta vez se han agotado en el llano -la media del ganador ha sido la más rápida de la historia- y han llegado a los Alpes sin resuello: diferencias abismales en las cumbres y desfallecimientos -LeMond, Leblanc- históricos. La más ridículas cotas de cuarta categoría originaron la pérdida de muchos minutos.

Greg LeMond, la cara de la derrota patética, y Luc Leblanc declararon: "Necesitamos los Pirineos para superar los posibles agotamientos en los Alpes". No habrían tenido la oportunidad. Quedaron eliminados. El norteamericano, incapaz de resistir, abandonó. El francés, débil, llegó fuera de control. Los dos sucumbieron en la misma etapa, la de L'Alpe d'Huez.

El 13 de julio

Una explicación la dio Gianni Bugno, el más derrotado: "Imposible superar el golpe psicológico de la contrarreloj de Luxemburgo".Aquel 13 de julio se acabó el Tour quedara o no quedara montaña. Induráin sacó minutos a todos. Habría doblado a todos los competidores. Nadie se repuso del mazazo. En las cumbres, desanimados y sin fuerzas, sólo hablaron por la boca, no desde los pedales: ataques artificiales y amagos de aceleraciones en las cuestas. Hasta Delgado se sumó al festival de efectismos.

Chiappucci quiso dar, desde su optimismo, la imagen de la rebeldía. Lo consiguió con una escapada a lo Coppi. Muchos kilómetros, muchos puertos, pero pocos segundos. Fue el momento más difícil de Induráin, a quien engañó el corazón en la subida a Sestrieres: una pájara de 20 segundos, lo más que cedió.

Además, el italiano se colgó la medalla: "Ha ganado Induráin, pero yo he sido su única amenaza. Por tanto, soy el vencedor moral".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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