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Sueños que acabaron en pesadilla

Los dos proyectos faraónicos de la 'dama de hierro', Eurotunnel y Canary Wharf, en estado crítico

La recesión económica de los noventa está acabando con dos de los grandes sueños de la anterior primera ministra británica, Margaret Thatcher. El túnel del canal de la Mancha y el complejo urbanístico de los Docklands de Londres, auténticos proyectos faraónicos de la dama de hierro, están en situación crítica. Sólo los bancos pueden salvar el Eurotunnel y algún rico inversor extranjero levantar la quiebra de Canary Wharf.

La credibilidad financiera de Londres está ahora en entredicho. John Major no ha tenido más remedio que bajar a la arena el pasado viernes. El primer ministro británico hizo unas escuetas declaraciones a la cadena de radio BBC en las que intentaba tranquilizar al país ante los últimos acontecimientos surgidos en la City. Un día antes, la sucursal británica de la firma canadiense Olimpia & York -la mayor empresa inmobiliaria del mundo se había acogido a la Ley de Insolvencias, arrastrada por la suspensión de pagos de su casa matriz una semana antes.Mientras se producía la noticia de la quiebra de la empresa propietaria de Canary Wharf, en París, los gestores de Eurotunnel negociaban una nueva inyección financiera para continuar las obras de este ambicioso proyecto que unirá Gran Bretaña con el continente. Una obra que lleva más de 16 meses de retraso y que está costando grandes disgustos a los Gobiernos de ambos lados del canal de la Mancha. Aunque Londres sufre más las consecuencias de la demora.

Durante el fin de semana, Major y los financieros londinenses se han podido relajar, aunque momentáneamente, al aparecer algunas vías de solución para ambos proyectos. La noche del viernes llegaban buenas noticias de Hong Kong y París. Un multimillonario de Hong Kong de 63 años con nombre de luchador de taekwondo, Li KaShing, se mostraba interesado en hacerse cargo de Canary Wharf y de sus deudas de 200.000 millones de pesetas. Y, en Francia, el sindicato de 220 bancos que financian el Eurotunnel autorizaba una ampliación de la línea de crédito que permitía seguir adelante con las obras.

Las noticias, con ser buenas, no eran más que los primeros auxilios para dos proyectos que están heridos de gravedad y que requieren verdadera cirugía. En la City, los financieros se muestran especialmente preocupados. Por eso, probablemente, John Major salió al quite y afirmó que el proyecto inmobiliario de los Docklands londinenses no moriría. El primer ministro británico no quiso comprometerse a nuevas ayudas oficiales, pero encargó a uno de sus hombres de confianza que encabezara una comisión para buscar soluciones. Porque, aunque Canary Wharf sea un proyecto de Margaret Thatcher -ahora enemiga de Major-, su fracaso puede poner en entredicho el futuro financiero de Londres, frente a otras capitales europeas, como Francfort o París.

El Canary Wharf es -quiere serlo- un gran complejo urbanístico construido sobre un terreno de 29 hectáreas en los antiguos muelles de Londres. El Gobierno conservador británico decidió en los,ochenta construir una moderna City sobre las ruinas de las antiguas y abandonadas fábricas de armamento destruidas durante la Segunda Guerra Mundial. La idea parecía buena y consiguió ilusionar a la mayor compañía del mundo del sector inmobiliario: la canadiense Olimpia & York (O & Y), propiedad de los hermanos Reichmann. Las obras comenzaron puntualmente y algunas de las más importantes compañías instaladas en la City londinense se iban mudando a la nueva urbe a medida que iban finalizando los edificios.

Pero la crisis del sector inmobiliario en Estados Unidos hizo cambiar el rumbo de los acontecimientos casi de un día para otro. O & Y sufría las consecuencias de la recesión y hacía correr el problema, como una bola de nieve, sobre innumerables compañías del sector. Y, como no podía ser de otra forma, el Canary Wharf cayó en la refriega. La suspensión de pagos de la empresa canadiense llevaba a la quiebra a su filial británica. Un desastre para Londres.

A estas alturas, los responsables de ambos proyectos no han perdido las esperanzas de enderezar la situación, aunque las perspectivas no sean excesivamente buenas. Y hace falta algo más que parches para convencer al francés Martin Bouygues -presidente de la mayor constructora del continente- de que siga adelante con el proyecto.

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