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VUELTA A ESPAÑA

Los tres grandes se resignan a la contrarreloj

Carlos Arribas

El italiano Enrico Zaina (Mercatone) ganó en Ávíla una etapa que los favoritos resolvieron en el último kilómetro. Pedro Delgado y Tony Rominger limaron tres segundos al líder, Jesús Montoya en la cuesta final. El suizo Rominger se cayó en una curva al chocar con una valla y el brazo de un espectador. La jornada fue un constante duelo táctico entre los equipos de los favoritos, quienes, muy igualados de fuerzas, no pudieron marcar diferencias. Los tres entran con menos de un minuto de diferencia en la contrarreloj de hoy, que a falta del habitual trámite de los puertos mañana, debe decidir la carrera.

Una etapa con tres puertos y 218 kilómetros de recorrido duro se resolvió en los pocos cientos de metros de una cuesta en las calles de Ávila. Los favoritos iban juntos después de cien tirones. Su único objetivo era ya una porción de segundos. La calle se empinaba en curva y el combativo Rominger decidió que era el momento. Montoya, nervioso, no se aguantó y saltó por el suizo. Cuando le cazó, el inteligente, Delgado, siempre a rueda del líder, se aprovechó del parón. Cambió el desarrollo y como un muelle saltó. Montoya, ya agota do, no pudo seguirle. Delgado se lanzó solo entre el griterío. No iba a lograr mucha ventaja, pero sí dar un golpe de efecto.Rominger se recuperó y sacó chepa. Con la barbilla en el manillar y sus maneras regulares, moviendo un gigantesco desarrollo, capturó al segoviano. Aún pensaba en superarlo cuan do, lanzado, calculó mal en una curva, rozó la valla, se equilibró, a pocos centímetros del obstáculo siguió pero chocó con un brazo que sostenía una cerveza. Se fue al suelo. Los jueces aplicaron el reglamento y, al haberse producído la caída dentro del último kilómetro, le concedieron al final el mismo tiempo.

Mauleón

Javier Mauleón (Clas), vencedor en el Naranco, estuvo a punto de conseguir su segundo triunfo de etapa. El vitoriano tiró kilómetros y kilómetros de sus compañeros de escapada. Trabajó también de gregario. Aun así, era el más fuerte de los tres. Pero cuando va un ciclista italiano en un grupo pequeño se puede apostar con los ojos cerrados a que va a ser él quien gane. Zaina fue hábil, supo utilizar los codos, cerró la salida de Mauleón y ganó.Los directores de los equipos implicados echaron mano del manual. Movieron corredores como peones, pusieron cruces en puntos determinados del libro de ruta, pero no consiguieron más que unos segundos de botín y un despliegue de nervios.

"Atacaré pronto, probaré las fuerzas de mis rivales y, de paso, las mías" había declarado Pedro Delgado. El resultado fue de empate: sus fuerzas están a límite, y la de sus adversarios, igual. José Miguel Echávarri, su director, buscó en el índice: "El mejor momento es poco antes del control de avituallamiento, aún queda Serranillos. Más instrucciones: que salte antes un buen gregario, y tú, Pedro, pégate a Marino Alonso, que te llevará bien por el llano. Francisco San Román, un abulense del Banesto, obedece. Su misión es coger ventaja y esperar a su jefe.. Todo sale bien y, Delgado alcanza a su compañero, se pone a su rueda y empieza a ganar segundos al líder. Eso hicieron Hinault y Fignon en 1983 en el mismo lugar.

Javier Mínguez, director del Amaya, lo sabía y no esperó. Juan Fernández, técnico del Clas también, pero aguantó. Cuando dos coches se encuentran de frente en una carretera estrecha se pone en marcha una guerra psicológica entre los conductores. "A ver quién aguanta más", se dicen. El que más resiste la tensión se hace con el terreno en disputa. El otro se aparta. Mínguez hizo trabajar a su equipo a destajo hasta que capturaron al segoviano.

Después, en la meta, se quejó: "No sé por qué no ha tirado el Clas". Fernández le respondió: "Era el trabajo del equipo del líder. La aventura de Delgado, además, no era peligrosa". El Amaya se desgastó. El Clas lanzó,después otro peón, Mauleón, pero su esfuerzo sólo le valiópara disputar el triunfo de etapa. En cualquier caso, la jornada sirvió para comprobar que hay nervios en los equipos. El final se acerca, y Montoya tiene más boletos que nadie en la lotería, pero nadie se fía de los rivalés y de los propias fuerzas. La pugna psicológica es constante. El careo entre Mínguez y Juan Fernández dio fe de la tensa situación.

Un equipo a la defensiva necesita más hombres que el atacante. Fabio Parra y Laude lino Cubino se quedaron sin fuerzas después de controlar los últimos 100 kilómetros. Parra se desgastó en la larga subida a Serranillos para atajar la ventaja de Delgado. Tiró del grupo de los mejores durante 20 kilometros, sin encontrar otra ayuda que la circunstancial de Cubino, que se reservó para el último puerto. El ataque de Delgado producía demasiado miedo en las filas del equipo de Mínguez. La orden era proteger al líder como fuera. Cubino y Parra se ganaron el sueldo. Los dos acabaton extenuados. Montoya se quedó solo al final para soportar las ofensivas de Delgado y Rominger. Se equivocó. Saltó a por el suizo, y el segoviano se aprovechó. Los tres segundos que perdió son menos importantes que la forma de hacerlo, pero la moral del líder sigue por las alturas: "En la contrarreloj parto con tiempo de ventaja, y además voy de amarillo".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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