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Los liberal-demócratas se perfilan como árbitros de las elecciones británicas

Enric González

Las encuestas siguen señalando a Neil Kinnock y al Partido Laborista como vencedores en las elecciones británicas, tres puntos por encima de los conservadores. Pero es el tercero en discordia, el Partido Liberal-Demócrata, quien está marcando el ritmo en la recta final de la campaña. Los liberal-demócratas de Paddy Ashdown han ganado votos, mientras los laboristas se mantenían y los conservadores bajaban; han hecho de sus grandes reivindicaciones, el europeísmo y la reforma electoral, los temas centrales de las últimas jornadas; y, según un sondeo publicado ayer, serían el partido más votado si los electores creyeran en sus posibilidades de victoria.

El 'voto útil'

El 43% de los británicos prefiere a los liberal-demócratas, frente al 41% laborista y al 38% conservador, según una encuesta publicada ayer por The Independent on Sunday. Sin embargo, la preferencia por el voto útil en los sistemas electorales mayoritarios reducirá el apoyo a Paddy Ashdown hasta un 18%. Los liberaldemócratas no pueden vencer, pero han conseguido hacerse oír y su programa ha calado en el público.

Todo apunta a un Parlamento sin mayoría absoluta tras las elecciones del próximo jueves, 9 de abril, y ello otorga a los liberal-demócratas la decisión de quién formará Gobierno. Neil Kinnock, el líder laborilta, no oculta sus intenciones de atraer a Ashdown hacia un Gobierno de coalición a través de un "amplio consenso", y ha expresado su predisposición a negociar una reforma de la ley electoral. Esa reforma es la condición básica de los liberal-demócratas: con el vigente sistema mayoritario, el tercer partido sólo puede vencer si uno de los otros dos sufre un improbable colapso; con una ley proporcional, similar a la alemana, italiana o española, el panorama político británico cambiaría sustancialmente.

Kinnock ya ha dicho quizá a esa precondición de Ashdown, y ayer subrayó su conversión europeísta anunciando que su Gobierno dispondría de una oficina, tal vez con el rango de ministerio, dedicada a estrechar las relaciones con la Comunidad Europea y a reforzar el protagonismo del Reino Unido en Bruselas.

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La vocación comunitaria es el otro rasgo fundamental del programa liberal-demócrata.

El líder conservador, John Major, afronta los tres últimos días de campaña en una situación muy delicada. Su liderazgo es crecientemente discutido dentro de su propio partido, y la posibilidad de un acuerdo entre laboristas y liberal-demócratas le obliga a buscar la mayoría absoluta. Major ha optado por desmarcarse claramente de sus rivales: para él, la reforma electoral sería una indeseable importación extranjera: "Si uno pregunta a los dirigentes europeos cuyos países cuentan con un sistema proporcional, la respuesta es que preferirían no tenerlo", dijo.

Major, contra la fe europeísta

Añadió que el sistema proporcional crearía "Gobiernos débiles" y permitiría la entrada de grupos fascistas y comunistas en el Parlamento. "Prefiero abandonar la política a consentir la reforma electoral", remachó. Major enarboló de nuevo la bandera de la soberanía británica ante la Comunidad, en oposición a la nueva fe europeísta profesada por los laboristas.

Ashdown, que ha conseguido al fin integrar la cuestión europea en la agenda de la campaña, se presentará en estos últimos días como el hombre que puede moderar un previsible Gobierno laborista. A los guiños de Kinnock ha respondido con nuevas exigencias: para contar con su apoyo, dice, los laboristas deberían rebajar los impuestos contenidos en su programa y dedicar más dinero a la educación.

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