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El infierno y la gloria

El dinero y la corrupción amenazan los pilares de la Liga Universitaria

Dana Kirk, entrenador de Memphis State, clasificó a su escuadra en cinco ocasiones para el torneo final de la Liga Universitaria de Estados Unidos, la NCAA. Su momento de mayor gloria llegó con la clasificación para la final four de 1985. Pero ya desde entonces Memphis State se encontraba bajo sospecha. Un año después, Dana Kirk se aproximaba, como cada mañana, a su despacho en las instalaciones de la Universidad. Había una extraña tensión en el ambiente. Dos policías federales le esperaban. "Queda usted arrestado bajo los cargos de evasión fiscal y obstrucción a la justicia. Tiene derecho a permanecer en silencio...", sentenció uno de ellos mientras mostraba unas esposas.

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Kirk fue encontrado culpable de los cargos que se le imputaban y cumple actualmente sentencia en el penal del Estado de Tennessee. Supuestas violaciones a las reglas de reclutamiento, pagos indebidos a atletas y fuertes cantidades de dinero no justificadas que circulaban en el entorno del entrenador Kirk eran las principales causas por las que la Liga NCAA había abierto una inspección exhaustiva sobre dicha universidad. Estas investigaciones trascendieron el entorno de la propia Liga NCAA y llegaron al Buró de Investigación Federal.El caso del entrenador Kirk es el máximo exponente de una situación cada vez más notoria en el baloncesto universitario. Una competición que obliga a los jugadores a mantenerse dentro de las normas más estrictas de amateurismo y que es capaz de generar una serie de reglas que impiden a la universidad pagar, por ejemplo, un billete de avión a la madre de un jugador del equipo.

La NCAA vive días de abundancia económica. Acaba de firmar un acuerdo con la cadena de televisión CBS para la transmisión de encuentros durante los próximos siete años. El valor del contrato es de 110.000 millones de pesetas. Cada una de las cuatro universidades que van a disputar el torneo Final Four en Denver se va a embolsar un mínimo de 200 millones de pesetas.

De esa gran tarta económica los jugadores no reciben ni una sola porción. Pueden ser considerados esclavos del siglo XX. El sistema tiene una considerable carga de hipocresía que alcanza y salpica incluso a individuos supuestamente decentes.

Sistema hipócrita

Para los entrenadores universitarios, el nombre del juego se llama ganar. Ganar a toda costa, porque la victoria supone un mayor porcentaje de dinero a recibir por parte de la Universidad. También muchos entrenadores son los grandes beneficiados por este sistema. A muchos de ellos les gustaría creer que son moldeadores de caracteres, preparadores no sólo de atletas, sino de los futuros líderes del mañana. Pero por desgracia buscan únicamente la perpetuación de un sistema que premia sólo la victoria. Para alcanzar esa victoria muchos de ellos están dispuestos a ir más allá de la regla. No pueden resistir las tentaciones inherentes a un sistema básicamente injusto.

Los salarlos de los entrena dores universitarios son normal mente bajos. Doce millones de pesetas brutas al año es considerado un salario excelente para un entrenador universitario Cuanto más victorioso es un entrenador, más ingresos colaterales puede recibir. Aproximadamente 20 millones de pesetas por realizar programas de radio y televisión, unos 20 millones más anuales por ofrecer conferencias; otros 20 millones más por firmar un contrato con una marca de zapatillas que sus jugadores están obligados a vestir sin recibir ninguna cantidad a cambio.

En otras situaciones laborales algunos entrenadores universitarios reciben un paquete de entradas que ellos gestionan. Lógicamente, algunos entrenadores llegan a traspasar la endeble frontera que existe entre la gestión de un paquete de entradas y la reventa de un paquete de entradas.

Otros reciben fuertes sumas de dinero de las siempre fieles asociaciones de antiguos alumnos. En este caso también hay técnicos que traspasan la barrera que separa el concepto de dinero en especies con el dinero negro.

Todo sumado, algunos de los entrenadores más victoriosos pueden llegar a ganar más de 120 millones al año en concepto de salario, beneficios y especies. Hasta el punto de que algunos entrenadores universitarios pueden ser considerados conglomerados industriales.

Violaciones a las reglas

La clave es conseguir el adjetivo calificativo de victorioso detrás del título de entrenador. Para ello hay que ganar partidos. Y para vencer es necesario reclutar a los mejores jugadores. Muchas universidades, algunas de ellas legendarias, como UCLA, Kentucky, Kansas o Nevada-Las Vegas, han sido suspendidas por la NCAA a lo largo de su historia reciente por violaciones a las reglas de reclutamiento de jugadores.

Nevada-Las Vegas, una de las universidades que disputará el próximo Final Four, puede vivir una curiosa dualidad.

La universidad podría alcanzar el título de campeona, es favorita para muchos expertos y al mismo tiempo su entrenador, Jerry Tarkanian, un experto en traspasar las fronteras de lo permitido, ha perdido en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos una larga batalla de 19 años contra una sanción suspensiva de la NCAA.

Tarkanian, el entrenador más victorioso en términos de porcentaje de la historia de la NCAA, podría ser campeón el lunes y unas horas después ser expulsado de la Liga bajo duras acusaciones.

En la Liga Universitaria los fronteras son muy endebles. Sobre todo la que separa la gloria del infierno.

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