El Joventut, toda una familia
La cantera, base del primer título del club badalonés de baloncesto en nueve años
Toda Badalona participó en la fiesta que siguió a la consecución de la Copa Korac por parte del Joventut. La celebración, que se prolongará hasta hoy, resultó entrañablemente familiar, porque no hay un solo badalonés que, de una u otra forma, no esté implicado en la trayectoria de la Penya. El título ganado el miércoles ante el Scavolini de Pesaro es la recompensa a la tradición de un club que ha apostado por la cantera y ha canalizado la masiva preferencia de los jóvenes de su ciudad por este deporte a través de su escuela, a la que acuden 2.000 niños, orgullosos de pertenecer a un campeón, pues ya tiene 10 títulos relevantes: dos de la Liga, seis de la Copa y dos de la Korac.
El día que el Barcelona fichó a Andrés Jiménez, en el verano de 1986, el Joventut acabó con las medias tintas y apostó, ya exclusivamente, por una política que excluye cualquier otro tipo de fichajes que no sea el de sus dos norteamericanos. Una decisión que ha seguido a rajatabla y que, durante los últimos cuatro años, sólo ha dejado resquicio en las filas verdinegras a un jugador foráneo: Xavier Crespo, que actuó en ellas en calidad de cedido por el Barcelona. El club badalonés es el único de España y, probablemente, de los países con un mínimo nivel baloncestístico que no ha realizado un solo fichaje durante las cuatro últimas temporadas."Mira, yo, como jugador, me he hecho aquí, en este pabellón. La Penya es mi casa", afirma orgullosamente Josep María Margall, el carismático capitán que sintetiza a la perfección la idiosincrasia del club. Margall, que, a sus 35 años, está en la recta final de su brillante carrera, es de Malgrat y recaló en él Joventut cuando era infantil y siguiendo los pasos de sus hermanos Enric y Narcís, ambos ex jugadores del club badalonés.
La construcción del actual equipo continuó, hace doce años, cuando un delgadísimo muchacho llamado Jordi Villacampa, que jugaba en el conjunto del colegio de los Salesianos, recaló en el infantil de la Penya. "Era muy delgado, muy poca cosa, y no jugaba demasiado bien", recuerda el alero internacional, nacido en Reus hace 26 años, "pero, cuando ya me veía fuera del Joventut, empecé a crecer y me hicieron un hueco como el número 12 de los juveniles".
Haciendo un club
Poco tiempo después, Manuel Comas empezó a fijarse en un muchacho, José Antonio Montero, que no había querido seguir los pasos de su padre, antiguo jugador de fútbol en el Español, y que se había dedicado al baloncesto, primero en el colegio de los Agustinianos, de Madrid, y después en los juveniles del Estudiantes. Montero, nacido en Barcelona hace 25 años, aceptó la propuesta que le hizo Comas y recaló en el Joventut en 1981. La ascendencia familiar fue determinante en el caso de los hermanos Jofresa, Rafael y Tomás. Su padre, Josep María, había militado en equipos como el Español, el Picadero y el Manresa y llegó a ser internacional. Rafael, de 23 años, fue fichado por el Joventut tras haberse enfrentado al club verdinegro con el equipo de su colegio, los Escolapios. Poco tiempo después, Tomás, de 20, siguió los pasos que había dado su hermano.
También es hijo de un ex jugador Carles Ruf, de 20 años. El pivot, de 2,09 metros de estatura, llegó a la Penya procedente del colegio de los Corazonistas del barcelonés barrio de Sarrià en la misma época en que Aíto García Reneses descubrió al bilbaíno Juanan Morales, de 19, en el campus que sigue organizando cada verano el hoy entrenador del Barcelona.
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