HACIA UNA NUEVA EUROPA

La maleta de Marlene

Empieza en Berlín Oeste la resaca de un fin de semana de continuo flujo de los 'sovis'

Marlene Dietrich ha dicho en París que quiere volver a Berlín porque, como dice una de sus más famosas tonadillas, dejó "Olvidada una maleta". Si lo hace, es difícil saber qué es lo que se va a ,encontrar, porque desde el jueves pasado ya nada es igual. En el Este, el cambio físico no ha sido tan profundo, pero Berlín Oeste se ha transformado. Algunos barrios, incluso, parecen abocados a perder su personalidad.

En Kreutzberg, cuna de los radicalismos más exóticos, sede de los kaotel, traviesos enemigos del sistema y especialistas en la guerrilla urbana, y tercera ciudad de Turquía en nú...

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Marlene Dietrich ha dicho en París que quiere volver a Berlín porque, como dice una de sus más famosas tonadillas, dejó "Olvidada una maleta". Si lo hace, es difícil saber qué es lo que se va a ,encontrar, porque desde el jueves pasado ya nada es igual. En el Este, el cambio físico no ha sido tan profundo, pero Berlín Oeste se ha transformado. Algunos barrios, incluso, parecen abocados a perder su personalidad.

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En Kreutzberg, cuna de los radicalismos más exóticos, sede de los kaotel, traviesos enemigos del sistema y especialistas en la guerrilla urbana, y tercera ciudad de Turquía en número de habitantes, los vecinos están aún estupefactos. Hasta ahora, su situación geográfica, "en un rincón, con la espalda frente al muro", les permitía una existencia de gueto independiente, en el que la policía entraba muy pocas veces y en el que todo era posible.Pero ese muro que les guardaba las espaldas se abrió el pasado fin de semana y por la brecha desfilaron decenas de miles de sus conciudadanos del otro lado que, con expresiones iluminadas, se lanzaban con fruición a degustar los placeres venidos del capitalismo. La gente de Kreutzberg nunca imaginó que algo así pudiera llegar a suceder. Ahora están cogidos entre dos fuegos.

En el centro comercial de Occidente, en la Kurfustendam, ya no se ven ahora las masas festivas que invadieron la ciudad hasta el domingo pasado. La fiesta ha terminado y ahora llega la resaca. El aumento de la densidad de transeúntes es espectacular. Caminar por la calle se ha vuelto trabajoso; los alemanes orientales, además, no llevan una dirección fija sino que deambulan sin objetivo, paralizados en las esquinas, indecisos. Intentar conseguir un bocadillo en algún establecimiento de comida rápida es imposible. Sólo en los restaurantes de lujo hay espacios libres.

El maitre de una famosa brasserie de la Kantstrase ha dado órdenes muy estrictas a sus camareros. "Fíjaos en los zapatos", les ha dicho; "éste es el mejor sistema de identificar a los sovis", utilizando un término popular que identifica así a los del Este debido a que viven en la zona de ocupación soviética.

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Para quienes ya han consumido los 100 marcos que les ha dado el Gobierno de la RFA queda, de todos modos, a las 11 de la mañana, la sopa que se. sirve gratuitamente frente a la iglesia Memorial, o el té que distribuye el ejército británico en uno de los lugares de mayor atracción estos últimos días. En la Kurfustendam, frente al salón de exposiciones de la fábrica de automóviles BMW, rodeado siempre de miles de curiosos, el ejército británico ha instalado una tienda de campaña en la que un impecable oficial con su tradicional bastón de mando bajo el brazo dirige a cinco soldados que distribuyen tacitas de té gratuitamente, incluida "una nube de leche".

Otros que están horrorizados son las elites y los grupos de gentes más o menos guapa. Se teme otra avalancha para el próximo fin de semana y causa pavor el imaginarse lo que puede suceder en las próximas fiestas navideñas.

Sería injusto, sin embargo pensar que se ha generado ya un rechazo entre los berlineses occidentales contra la invasión llegada del otro de la ciudad Todavía imperan los sentimientos de solidaridad y aún hay quien invita a su mesa a un sovi para que deguste el manjar más apreciado, nada menos que un trozo de piña tropical.

Pero esto pasará muy pronto; la ciudad adoptará una nueva personalidad difícil de adivinar, pero cuyos primeros síntomas empiezan a vislumbrarse. Los ciudadanos de la RDA no van a renunciar a sus paseos por Berlín Oeste y tendrán que empezar a costeárselo.

Las ofertas para el trabajo negro, uno de los grandes temores de las autoridades de la RDA, ya han empezado a surgir. Es un fenómeno que no tardará mucho en desarrollarse y que puede acarrear consecuencias económicas nefastas y la aparición de grupos maflosos de todo calibre.

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