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Fútbol tosco del Athlétic y el Atlético

Santiago Segurola

ENVIADO ESPECIAL El fútbol bajó a la mina en San Mamés, un destino muy duro para este juego apasionante. El partido estuvo lleno de defensas matraca, medios tapón, escoberos, laterales falsos y todo lo que oliera a sudor y grasa. El carácter tosco e industrial del partido sólo merecía un resultado, el empate que finalmente se dio. No significa esto que haya justicia en el fútbol. En San Mamés se vieron dos goles, toda una afrenta en un encuentro que fue un monumento a la defensa.

Los trazos del partido quedaron fijados antes del comienzo. El entrenador del Atlético, Javier Clemente, convocó a su guardia pretoriana para su fugaz retorno a Bilbao, su Itaca particular. Estaban Goikoetxea, Pizo Gómez y Ferreira, algunos de ellos con cuentas que saldar en su vieja casa. Ellos representan el trabajo, la disciplina y la potencia física, los valores más queridos por Clemente. El resto de la cuadrilla estaba cortado por el mismo patronaje industrioso y hermético. La improvisación y el sentido de la estética, o lo que pueda representar Futre en un campo de fútbol, descansaban a la derecha de Clemente.

El técnico del Athlétic, el británico Howard Kendall añadió la cuota de trabajo que acabó por convertir el lance en un grueso ejercicio de tornillería futbolística. En lugar de contestar la propuesta de Clemente, decidió aumentar el batiburrillo laboral. La idea de colocar a Luis Fernando en la banda izquierda fue una gratuita concesión al adversario. A Luis Fernando se le conoce en Bilbao por El Tábano. Su especialidad es el marcaje, generalmente por la banda derecha, detalle propio en un jugador que juega la pelota con la diestra. Sin embargo, estaba en la parcela izquierda, sin marcar a nadie que no fuera Tomás, lo que no es un timbre de gloria para un marcador.

La ubicación de Luis Fernando causó un serio problema a Garitano, que veía taponado su espacio natural por su compañero. Garitano tuvo durante toda la noche un mal añadido, el que le planteó Alfredo, último secador descubierto por Clemente. Alfredo se ocupó de Garitano y lo hizo con toda dedicación, tanto que aburrió al joven centrocampista bilbaíno. Sin la despejada presencia de Garitano, no cabía esperar nada bueno del juego del Athlétic, como así sucedió. Sólo la vivacidaz de Eskurza dejaba algunas cuestiones pendientes en la banda derecha. Por ese callejón sobrevinieron todos los peligros para el Atlético, sobre todo en el primer cuarto del partido, cuando todo el maremagnum defensivo de Clemente estaba por apuntalarse.

El Athlétic perdió las oportunidades que se le concedieron en aquellos minutos, especialmente en un buen pase en profundidad de Rípodas a Mendiguren, que centró con suavidad a la cabeza de Uralde. El ariete, sin embargo, concedió un remate flojito y fácil para Abel cuando la hinchada se disponía ya a celebrar la fiesta.

Cualquiera podía adivinar que el caudal de oportunidades sería muy escaso. La masiva concentración de especialistas defensivos tenía ese destino. El discurso del partido certificó esta hipótesis inicial. Apenas 10 minutos después de abrirse, el balón ya estaba trompicado y, probablemente, mareado y harto entre las piernas del batallón de zapadores que se disputaban ardorosamente cada palmo de terreno situado a 40 metros de las áreas.

La inclusión de Futre en el segundo período pareció dar otros alicientes al partido. El portugués siempre disfruta en San Mamés. Los futbolistas son así de caprichosos. Les gusta un campo y acostumbran a hacer diabluras en él. Esta vez Futre no protagonizó la traca de la pasada temporada, pero, al menos, tuvo un par de ideas excelentes. La mejor de todas fue un pase raso, en profundidad, a Baltazar, que sorprendió a los cuatro defensas bilbaínos tan en línea como lejos de Biurrun. Baltazar no perdonó. Llegó hasta Biurrun y le sobrepasó con un remate raso y certero. Era la primera oportunidad del Atlético en todo el partido.

La respuesta del Athlétic llegó de la misma forma voluntariosa y torpe de la primera parte. El equipo de Kendall sólo podría ver la luz en alguna jugada aislada, personal, ajena al metódico y aburrido trajín del encuentro. Lo demostró Alkorta en el minuto 75 con el balonazo seco y raso que entró junto a la base del poste izquierdo, como manda el manual del fútbol. De hecho, fue de lo poco que se ajustó a los manuales del buen fútbol.

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