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El Barça volvio a pagar el precio de su ambición

Santiago Segurola

El Barcelona, como ya le ocurrió en Madrid, pagó en Bilbao el precio de su ambición, un costo muy poco oneroso para un equipo que tiene todas las trazas de las grandes escuadras. La derrota, la segunda en el campeonato, no le aparta ni un milímetro de la pugna por el título. Por el contrario, las secuelas de su paso por la catedral serán extraordinariamente beneficiosas para un equipo que ha instalado el miedo en los adversarios y ha devuelto toda la pasión al fútbol. El inventario también tiene un hueco para el Athlétic, que logró su primera victoria en 10 partidos. Su triunfo se asentó sobre las viejas virtudes rojiblancas: velocidad, sencillez y decisión.La grandeza del equipo de Cruyff se advierte en todos los conceptos básicos del juego y, sobre todo, en los errores. Las fisuras del Barca están provocadas por el riesgo y su obstinación ofensiva. El Barcelona cautivó a una hinchada exigente con un fútbol de gran altura, pero cayó víctima de las concesiones que hizo al Athlétic. El equipo bilbaíno encontró espacios y pocos hombres en la retaguardia azu1grana. Por lo demás, ningún equipo está a salvo de la bota izquierda de Argote.

El extremo izquierdo camina hacia el final de su carrera, pero la magia de su pierna es perenne. Bastó observarlo en el primer gol. Argote se hizo con el balón y trazó una jugada clásica de extremo izquierdo. Un giro, un quiebro al defensa y un poco de fortuna en el remate.

Nada especial. El universo del fútbol está sembrado de extremos de esta especie. Lo que sucedió después es casi único, una obra digna de los artistas Argote levantó la vista y tocó la pelota. Salió un nuevo regalo de cuero que encontró la cabeza de Uralde. Allí comenzó la traca de un partido apasionante, intenso, de desgaste.

El Barcelona replicó inmediatamente. Julio Salinas, linchado moralmente tras su marcha del Athlétic, acaudilló la reacción azulgrana con una fantástica exhibición por la banda derecha. Su altura y su espinazo de hierro le impiden conectar con los puristas de la cátedra, pero su tobillo es de goma. Urtubi no le pudo detener en toda la primera parte y fracasó en la internada de Salinas que concluyó Bakero.

El partido ganó aún más en intensidad. Bakero y Roberto se alternaban en el centro de la delantera y forzaban los errores de la defensa bilbaína. Por la izquierda, Beguiristáin abrió una vía que estuvo muy cerca de hundir al Athlétic. Sus internadas y sus siguientes envíos provocaban toda suerte de dificultades en el área de Biurrun. Sin embargo, la vocación ofensiva del Barça conducía a la desmembración de su defensa. En una de las fallas defensivas, Argote lanzó con ventaja a Mendiguren, un jugador revoltoso con botas de clase, al que le falta velocidad de crucero. La defensa azulgrana restó metros al pequeño delantero vasco, que se vio obligado a rematar forzado. El remate, muy flojo, se adivinaba fácil para Zubizarreta, pero el cancerbero cometió el error de la temporada. El balón se le escurrió y llegó a la red.

El goIpe de fortuna tuvo su réplica, cmenzado el segundo tiempo. Ferreira se empeñó en fallar un balón franco, con Salinas a su espalda. Demasiadas ventaja, para El Largo, que se encontró con el balón y sacó fruto de su facilidad para manejarse entre una marea de piernas. De nuevo, el empate y la sensación general de la tremenda eficacia del Barça.

Sorprendentemente, el equipo de CruyfF no apuntilló a un Athlétic devaluado anémicamente. El poder físico comenzaba a rebajarse por las dos partes. Se entrevió entonces que alguna acción aislada podría sentenciar el partido. Así sucedió en el tercer gol bilbaíno, una magnífica jugada de carácter colectivo que cerró Mendigurei con un trallazo sorprendente. La hinchada estaba rendida ante su equipo y angustiada por la tenacidad del Barça. Cruyff quiso añadir más potencia de juego con Valverde. Pero las fuerzas estaban muy mermadas y los minutos corrieron en contra del Barcelona.

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