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GRUPO IMPAR

El Estudiantes sobrevivio al Barcelona

Luis Gómez

Las victorias del Estudiantes sueIen parecer inexplicables la mayor parte de las veces, máxime si el derrotado es equipo de altos vuelos. Algunos entrenadores han llegado a confesar que, ante el Estudiantes, tiran la toalla porque no entienden su juego; simplemente sacan al equipo a ver qué es lo que puede hacer. Pero ayer, ante un rival que era hasta el momento el único que había logrado eludir esa circunstancia, la victoria del Estudiantes fue explicable. No hubo juego subterráneo, ni juego de la sin razón, ni cuarta dimensión. El Estudiantes puso la raza habitual y un sorprendente dominio del rebote, en el que fue partícipe casi decisivo David Russell.Claro está que lo explicable se convierte en inexplicable si a alguien se le comenta que el Estudiantes jugó y ganó sin Vicente Gil, su factotum. Pues lo hizo.

Cualquier conclusión pasa por intentar explicar cómo defiende el Estudiantes y, antes que cualquier consideración técnica sobre las fórmulas que un jugador tiene para colocarse con éxito frente al rival, hay otra más importante: el espíritu, que reconocen todos los doctos de este deporte. Antes que saber defender hay que querer defender, y eso es lo -que hace Estudiantes. Y por una razón muy sencilla: por instinto de supervivencia. Los jugadores de este equipo no se sienten estrellas ni superdotados, pero desean fervientemente convertirse en ganadores. Y saben que su camino empieza por la defensa. Y se ponen a defender. Y, luego, claro está, confian en su suerte.

Así, Antúnez no se acomplejó al hacer el papel de Gil, aunque no pudo desarrollar su velocidad. El equipo pudo empezar bien gracias a cierta relajación defensiva del Barcelona, excesivamente seguro de que con tres o cuatro triples templaría al Estudiantes. Peto no llegaron y el resultado fue dando alas a un Estudiantes que resolvía sin desconcierto sus jugadas de ataque.

Sin embargo, Aito intentó la zona y ese intento coincidió con el alero Coll haciendo de base. El Estudiantes pasó de un esperanzador 26-13 a un traumático 27-34, que parecía el principio del fin. Pero con cierto oficio, el equipo local repescó el empate (35-35) y dejó las cosas igualadas al descanso (42-46).

Aito había utilizado a Norris con el fin de que impresionara, pero como si nada. Se le vio extraño ante un equipo tan bajo pero donde todos sus miembros buscan por igual el rebote. Y no es fácil buscar la pelota donde van diez manos. Luego, entre cambio y cambio, pudo observarse cómo Russell se emparejaba con Ferrán Martínez: había 10 centímetros de diferencia, pero todos los rebotes eran del americano. Entre cambio y cambio, Aito no encontró un pivot capaz de inmiscuirse en la batalla.

El Estudiantes aguantó el marcador a favor sin descomponerse y hasta mostró oficio para no perder pases. Con el paso del tiempo, el Barcelona perdió fe en una resolución rápida, contundente y limpia. Tenía que bajar al fango y no lo hizo. Por eso, la victoria del Estudiantes fue razonable, tanto como su espíritu de supervivencia. Porque sobrevivió al Barcelona.

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