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Tribuna:LOS DEBATES ANTE EL CONGRESO DE COMISIONES / 1
Tribuna
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¿Qué pasa en CC OO?

Entre el 18 y 21 de noviembre próximo se celebrará el IV Congreso de la C. S. de CC OO. Culminará así un proceso congresual que se abrió en enero con la aprobación de las normas por las que debería regirse la elección de delegados. Un primer dato a retener es que los textos de las ponencias a debatir se hicieron públicos en julio, esto es, seis meses después.El proceso congresual podría haber servido para desarrollar un amplio debate sindical que trascendiera los límites de la propia organización y transmitiera a los trabajadores qué experiencias más relevantes ha sacado CC OO en todos estos años y cuáles debieran ser las alternativas a los problemas básicos con que se enfrenta el movimiento obrero y sindical. No ha sido así.

A menos de un mes del IV Congreso, lo que ha trascendido dentro y fuera de CC OO es la enconada pugna entre las corrientes internas del sindicato, que, entre otras de sus consecuencias, ha favorecido la inhibición de muchos afiliados.

Si algo puede caracterizar lo que desde enero ha ocurrido son las incontables impugnaciones a asambleas y congresos hasta ahora realizados. Nunca, en la historia de CC 00, se había producido nada semejante.

¿Qué pasa en CC OO?

Contestar a esta pregunta nos obliga, en primer lugar, a recordar algo dé lo acontecido desde el III Congreso, celebrado en junio de 1984.

Aquel congreso se realizó en plena confirmación de la política seguida desde el principio por el Gobierno del PSOE: ajuste duro, monetarismo, atlantismo y, en general, neoliberalismo económico. También estaba reciente la efervescencia de la conflictividad generada por la reconversión industrial y la negociación colectiva.

Precisamente para frenar la lucha de los trabajadores, el Gobierno decidió retomar la política de concertación, tras haber hecho fracasar las negociaciones para un acuerdo realizadas a comienzos de 1984.

Pese a la evidencia de que la política económica gubernamental era una opción estratégica de difícil modificación sin un cambio profundo en la relación de fuerzas en lo social y lo político, en la dirección de CC OO permanecía viva la pretensión de un gran pacto socioeconómico con el Gobierno. Incluso coleaban las actitudes de apoyo crítico hacia éste.

A este respecto, es preciso recordar que el triunfo del PSOE en octubre de 1982 había sido saludado con entusiasmo por sectores de CC OO. En el informe presentado por el secretario general al consejo confederal del 12 de diciembre de 1982, aparte de repetir una veintena de veces frases como "hecho histórico", "acontecimiento histórico", "momento histórico", se llegó a decir textualmente: "Más que gastar, lógicamente, una formación en curso, lo que queremos es ampliarla, lo que queremos es celebrar, repito, la victoria de todos en las plazas mayores de nuestro país".

Con semejantes antecedentes, el III Congreso se polarizó entre los partidarios de un gran acuerdo con el Gobierno y los que defendíamos la inviabilidad del mismo y la necesidad de definir una política sindical que partiera de esa premisa.

Que ésa era la cuestión de fondo lo expresó la valoración que desde el propio Gobierno y diversos medios de comunicación se hizo de los resultados de aquel congreso: "Han triunfado los partidarios del pacto". Apenas habían transcurrido unos días desde la finalización del congreso cuando Felipe González convocó a CEOE, UGT y CC OO a la primera reunión tripartita en la Moncloa, que, poco después, alumbra el AES.

No fue tampoco extraño que, al comprobarse que CC OO no firmaba el AES, arreciaran las críticas hacia la dirección del sindicato, por la contradicción de haber ganado el congreso y hacer luego la política de la minoría.

Recordar todo esto resulta necesario para subrayar un hecho esencial: al apostarse en el III Congreso por lo que después se demostró inviable, CC OO se quedaba sin una política sindical que orientara con claridad al conjunto de la organización.

En la práctica, se pasó, sin solución de continuidad, del intento de pacto a una confrontación absoluta con el Gobierno, en cuyo desgaste -sin duda, merecido- se ha centrado la preocupación más cotidiana de la dirección del sindicato.

Entre tanto, la crisis del PCE llega a su máxima agudeza. Se expulsa a comienzos de 1985 a 19 miembros del comité central y a miles de cuadros y militantes, que optan por no dispersarse y se organizan en lo que hoy es el PTE-UC. Por otra parte, otros varios miles de comunistas habían constituido el PCPE a comienzos de 1983.

La ruptura comunista introdujo una nueva situación en CC OO, no sólo en lo político, sino en lo orgánico. Si hasta 1983 la hegemonía era absoluta para los sindicalistas afines al PCE, con sólo pequeñas corrientes afines a otros partidos, además de Corriente Socialista Autogestionaria (CSA), después se forma una nueva pluralidad, como expresa el propio III Congreso. Allí se presentan cuatro listas para el órgano a elegir, que obtienen el 52%, el 28%, el 18% y el 2% de los delegados.

La corriente afin a la dirección del PCE, aliada con la CSA, es la que consigue esa raspada mayoría del 52%. Pero en varias organizaciones confederadas, entre ellas la federación del metal y la confederación de Euskadi, la mayoría es afín al actual FITEUC. En otras, como Barcelona y Murcia, la mayoría es afín al PCPE.

Sin comentarios

Estos datos, trascendentales para el nuevo pluralismo interno, no se han debatido seriamente en los órganos de dirección. Fracasó el intento que algunos hicimos a finales de 1985, encaminado a favorecer una coexistencia de las diferentes corrientes, que eliminaran tentaciones excluyentes y enfrentamientos. La corriente mayoritaria a nivel central se ha limitado, como se recoge en el informe general que va a presentarse al próximo IV Congreso, a decir que en CC OO todo va bien.

De cuando en cuando, ante los abiertos enfrentamientos internos, se ha escuchado aquello de que "algunos traen problemas de fuera" o que "soplan vientos de fronda desde el exterior".

En junio de 1986 se celebran las elecciones legislativas. En estas elecciones concurren, entre otras formaciones políticas, Izquierda Unida y PTE-UC. El PCI`E se integra en IU, salvo en Cataluña. Los resultados de aquellos comicios son conocidos. IU obtiene, aproximadamente, los mismos votos que el PCE en su hundimiento de 1982. El PTE-UC, unos 225.000 votos.

Estos resultados provocan un doble efecto en la dirección de CC OO. Como militantes del PCE, el sector mayoritario comparte la errónea opinión de que el fracaso electoral de IU responde a la existencia del PTE-UC. A su vez, los modestos resultados del PTE-UC les hacen pensar que, cara al futuro, sería factible y conveniente ayudar a su desaparición como partido.

Como, por otra parte, la integración del PCPE en IU se traduce automáticamente en alianza dentro de CC OO, la idea de arrebatar la influencia a los sindicalistas afines al PTE-UC se considera relativamente fácil.

En resumen, la estrategia para el IV Congreso, formulada como necesidad de redimensionar la influencia de esta corriente en CC OO, se transforma, de hecho, en intentar que no llegue al 10% de representación, porcentaje mínimo necesario para presentar lista de candidatos propia para los órganos que en él habrán de elegirse.

En cuanto a las organizaciones intermedias, se considera prioritario cambiar las direcciones del metal y Euskadi.

Esta estrategia explica que las normas para elegir delegados se aprobaran en enero, y las ponencias, esto es, los documentos para el debate sindical, seis meses después. Porque un debate desde la base, centrado en propuestas sindicales concretas, era lo menos apropiado para el objetivo fundamental de este IV Congreso.

En consecuencia, se ha actuado bajo la idea de que, eliminada la influencia de dicha corriente en CC OO, el futuro del PTE-UC sería problemático. Se removerían así obstáculos al desarrollo político y electoral de IU. Incluso sería menos costoso que la idea de convergencia política y social, base de la política de IU, se llegara a traducir en el futuro en una más abierta colaboración de CC OO, cercana a su propia integración en el proyecto político y orgánico de Izquierda Unida.

Pero sería una simplificación atribuir exclusivamente a una mera utilización del aparato de CC OO contra una de sus corrientes lo que ocurre en el sindicato. Hay otros aspectos, menos palpables, que también están pasando.

Estrategia sindical

A poco que se profundice en las ponencias que se someten a la consideración de los delegados al IV Congreso destaca, por su ausencia, una estrategia sindical definida. Se abordan muchos problemas concretos, pero no se define un hilo conductor que les dé coherencia y los articule en una nítida estrategia de clase y transformadora, consustancial al tipo de sindicalismo que ha sido tradicional en CC OO. Se critica la experiencia de los grandes pactos de la transición, pero a continuación se plantea que en el futuro deben seguir buscándose pactos tripartitos. También se abandona la estrategia que significaba el plan de solidaridad de CC OO, pero no se define una estrategia alternativa.

Dicho en pocas palabras, de los contenidos de las ponencias se desprende la posibilidad de una actuación muy pragmática, aunque en el texto haya expresiones para todos los gustos. Todo depende de quienes interpreten la modernización de CC OO.

es secretario de Relaciones Políticas, Unitarias e Institucionales de la C. S. de CC OO.

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