El azar

Mari Carmen Martín Rubio no dio mucha importancia al comentario que le hizo una amiga suya de una pequeña nota aparecida en un periódico mallorquín sobre las nuevas adquisiciones de la biblioteca de Bartolomé March. Pensó que se trataba del fragmento del manuscrito conocido hasta hoy y continuó durante varios meses con un libro que le había encargado el Instituto de Cooperación Iberoamericana. Una vez terminado el trabajo decidió ir a Mallorca para ver el manuscrito. A primera vista pudo darse cuenta de que no se trataba sólo de los 18 capítulos conocidos, sino de una versión mucho más volumin...

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Mari Carmen Martín Rubio no dio mucha importancia al comentario que le hizo una amiga suya de una pequeña nota aparecida en un periódico mallorquín sobre las nuevas adquisiciones de la biblioteca de Bartolomé March. Pensó que se trataba del fragmento del manuscrito conocido hasta hoy y continuó durante varios meses con un libro que le había encargado el Instituto de Cooperación Iberoamericana. Una vez terminado el trabajo decidió ir a Mallorca para ver el manuscrito. A primera vista pudo darse cuenta de que no se trataba sólo de los 18 capítulos conocidos, sino de una versión mucho más voluminosa.Después de cuatro siglos, casi por azar, se descubría un documento perdido sobre cuya existencia. había llegado a dudarse. La historiadora apenas ha tenido tiempo de transcribir el manuscrito para su publicación inmediata, en octubre próximo. Los datos e informaciones que pueda aportar este libro serán objeto de investigaciones durante muchos años, y es posible que cambie una serie de conceptos sobre la vida de la nobleza cuzqueña.

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Juan de Betanzos vivió en la corte incaica, y en su crónica destaca el gran respeto y admiración que le inspiraba su cultura. Sin incluir demasiados comentarios personales en su escrito, sí deja clara su indignación, lástima por la destrucción de tantos monumentos y costumbres de un pueblo que llegó a amar.

Los acontecimientos de la vida de este cronista permanecen en la oscuridad. Antes de escribir esta crónica por encargo del virrey Antonio de Mendoza, había elaborado ya una doctrina cristiana para indios y dos vocabularios, uno de vocablos y otro de noticias enteras, de coloquio y de confesiones. Según indica el autor, este trabajo le llevó "seis años de su juventud". Durante los años que vivió en contacto con los quipu kamayoc, que en el imperio eran los únicos que sabían todos los cantos épicos y leyendas oficiales de su pueblo, pudo tener, de primera mano y sin intermediarios, la versión de los incas de la historia de su pueblo. Estos quipu kamayoc fueron los últimos de su estirpe.

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