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Reportaje:

Con la escuela a cuestas

Los niños del World Circus se escolarizan en una caravana de su espectáculo

Los 14 niños del World Circus, que ha estado instalado junto a la plaza de Las Ventas, van al colegio, como todos los niños de su edad, pero la suya es una escuela peculiar: empieza en mano y termina en diciembre; está en una caravana y sólo funciona por la mañana. Lo diferente a las otras es lo que más les divierte: este curso empezó en Asturias, siguió por Euskadi, Cantabria, La Rioja y Madrid, y ninguno de ellos sabe dónde terminará.

"Ir de un lado a otro es más emocionante" dice Chelo, "los dos meses de invierno en que el circo se para estamos deseando que empiece otra vez". Chelo, de 15 años, que sólo lleva tres viviendo en el circo, no cambiaría esa vida "por nada".Cuando se incorporó, con 12 años, estaba en séptimo de EGB. Tres años después seguía en el mismo nivel. Hasta ahora, los niños del circo, como los de las ferias, tenían muy pocas posibilidades de acabar su educación básica.

Susi, de 16 años, nació en un circo, como muchos de ellos. Hizo seis años de EGB y después lo dejó. En el espectáculo, se tumba en la pista y un elefante le pasa por encima, aunque ella quiere hacer "números aéreos".

Desde marzo, Carlos Pulido, de 48 años, maestro nacional, ex ilusionista, vive y viaja con los 14 niños de este circo para intentar que recuperen los cursos perdidos o que marchen a su nivel. Las clases son todas las mañanas, en la caravana, bautizada como Colegio Gran Circo, que también es su vivienda. Por las tardes, tiempo para estudiar o para actuar. Lidia, de 11 años; Raquel, de 10; Renzo, de 10, y Ana, de 12, son los gnomos del espectáculo. Con el disfraz puesto, la cabeza del gnomo les cae hacia la barriga, y ellos miran por una mirilla, del cucurucho. Lidia baila algo que unos llaman africano y otros moderno, nunca había ido al cole y de mayor le gustaría "hacer la cuerda": colgarse de la cúpula por una mano o de un pie... Renzo, a quien llaman Chichi, dos años de EGB, es familia de Pinito del Oro y uno de los pocos que, desertan, junto con Ana: él, de mayor, quiere ser bombero; ella, policía, «como Lady Bluc". Estefanía, de seis años, quiere ser contorsionista, y ya da saltos mortales hacia atrás -"pero mi padre me pone la mano en la espalda" reconoce-; Soraya, de 15 años, tiene una larga y espesa melena negra, apta para ser colgada del pelo desde la cúpula en el número de las Tokyo Sisters.Hasta Nuria, la benjamina, de la clase, con cuatro años, tiene su jornada repartida entre preescolar y la carpa. "Hace de un payaso que toca el saxo con sus padres, y todos se ríen", dicen los demás, porque ella, a pesar de sus, tablas, se frota los ojos con fruición para no contestar. Por fin lo dice: quiere: ser payaso.

El maestro Pulido no cree que la situación anómala de los niños les reporte ninguna ventaja. Está contento porque en dos meses los mayores han recuperado un curso. Pulido lleva 26 años dedicado a la enseñanza, 14 de ellos en una escuela unitaria, como la que tiene ahora: un mismo profesor para ocho niveles. Pero en ninguna estaba rodeado de payasos y animales.

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