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El Madrid perdió en Milán su partido más serio

Luis Gómez

ENVIADO ESPECIAL Hay quien puede pensar que los duelos italoespañoles son algo decadentes a estas alturas. Atesoran casi siempre las mismas escenas de pasión, de intensidad, de lentitud; la misma sensación de que, más que nunca, las canastas están más lejos, más altas o son más chicas. El juego transcurre por lo subterráneo o por los estados mayores respectivos. Pero no puede negarse que tengan contenido. El Real Madrid hizo ayer su partido más serio desde que se le ha localizado su crisis anual, como lo hizo Spriggs. El equipo ganó confianza, pero aún no ha restituido para su intendencia el saber estar en las escenas finales. A excepción de Corbalán, quien, por encima de todos, añadió más honor al prestigio que ya goza ante los ojos de los aficionados italianos.

El Madrid hizo un buen trabajo de ida y vuelta en 35 minutos, así que recuperó imagen. Pero falló al final, el punto débil que aún no domina. Vivió dos situaciones críticas; superó la primera pero fracasó en la segunda. En los ocho minutos finales de la primera parte anotó siete tantos, dejando que los italianos recuperaran resuello y pasaran de un 27-21 en contra a un 34-41 a favor. Hicieron la recuperación a pesar de un porcentaje discreto. Luego, al final, con Corbalán mandando sobre el partido, el Madrid desperdició jugadas decisivas, entre ellas dos tiros libres. El Tracer, muy apurado, en desventaja táctica, pensaba en una derrota. Hasta el punto de que el técnico Dan Peterson, a falta de nueve minutos, lo arriesgó todo: mantuvo en cancha a D'Antoni, Premier y Meneghin, los tres con cuatro faltas. Todos acabaron el partido.

Dan Peterson es verdaderamente consciente de que suequipo no goza de buenos jugadores, razón que igualaba recientes carencias de los madridistas. Y anunció públicamente, que el peligro venía por Romay, de tal forma que no se recató en buscar su desgaste y le alternó tres hombres: Gallinari, Bargna y el clásico Meneghin. Lo consiguió claramente porque Romay alcanzó su cuarta personal al minuto 14. También intentó desgastar a Corbalán, pero con el base no consiguió nada. Claro está que Peterson pudo comprobar con cierto espejismo cómo Spriggs se comportaba con una seriedad que nadie le suponía a estas alturas, y menos tras su accidentado viaje; anotaba de media distancia, cometía pocos errores y provocaba personales (7). Había intentado Peterson sin éxito una zona, Premier era anulado por Del Corral y McAdoo no resultaba tan mítico.

Por tanto el partido generó en una situación clásica: juego lento, táctico, dura pugna por el rebote, porcentajes inferiores al 50% y dedicación defensiva, aunque no con la agresividad de otras veces. Bájo esta circunstancia, un jugador, inevitable en estos choques sobresalió sobre el resto: Corbalán. Él selló el tempo del partido, amparado en el respeto que le dedicó D'Antoñi. Optó por limitar mucho el uso de las posesiones de balón (54 por 71 de los italianos). Lo malo fue que la ausencia de Romay benefició a los italianos con un maná de rebotes ofensivos durante nueve minutos de la primera mitad.

El Madrid palió esta desventaja en la reanudación, gracias a la bravura de Del Corral y a la intervención de Branson. Limitado el Tracer por un mal porcentaje, el Madrid recuperó el dominio. Así se llegó al crítico minuto 33, cuando Peterson lo arriesgó todo con 65-61 en contra. Spriggs y Del Corral estaban a punto de ser sustituidos por juniors y D'Antoni, Meneghin y Premier por suplentes de menor solvencia. Casualmente, ninguno alcanzó el banquillo. Hombres que antes habían acertado se precipitaron y los italianos, por contra, gozaron de dos triples de D'Antoni, quien antes había fallado cinco y estaba con su cuenta a cero. Corbalán hizo una mueca de fastídio; a estas alturas es ya un estoico. En su partido número 100 de Copa de Europa, el equipo italiano sumó una victoria más que le sitúa en buena posíción. El Madrid aún debe seguir buscando. Pero el partido lo puede conservar en un museo: hay algo inalterable en estos choques.

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