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CAMPEONATOS DE EUROPA DE ATLETISMO

La marcha, una especialidad despreciada y ridiculizada

Los españoles, al máximo nivel

JUAN MORA, ENVIADO ESPECIALLa final de marcha que se celebra hoy centra todo el interés de actuación española porque, primero, en esta especialidad es donde España ha conseguido repetidos éxitos y, segundo, porque en ella está José Marín, uno de los mejores marchadores de todos los tiempos. La marcha es una antigua especialidad atlética que ha sido despreciada y ridiculizada. Ahora ya lo es menos. Sobre todo desde que Marín y Jordi Llopart la popularizaron y los aficionados se empezaron a dar cuenta de que los atletas, andando, eran capaces de ir más deprisa que cualquiera corriendo.

La marcha es un mundo lleno de anécdotas que resumen el desconocimiento que se tiene sobre esta especialidad. Llopart todavía está esperando que se le presente aquel aficionado que, con motivo de una discusión entre amigos, le retó a una carrera de un kilómetro, él corriendo y Llopart marchando.La apuesta consistía en hace un kilómetro a ver quién llegaba primero. El osado retador fue advertido por un buen amigo: "Cuidado, que Llopart te hace un kilómetro en tres minutos y medio con la gorra", y le invitó a que hiciera primero él, en solitario, una prueba para ver qué tiempo tardaba. A los 800 metros, con el corazón que se le salía por la boca, el cronómetro señalaba ya los tres minutos y medio. Aún le faltaban 200 metros, no podía dar un paso más y Llopart ya habría llegado tan fresco. Llopart sigue esperándole todavía.

La apuesta, bien es verdad, se iba a plantear sobre un ritmo falso, porque los marchadores, en competición, no van tan rápidos, pero poco les hace falta. En una prueba de 20 kilómetros su ritmo es de cuatro minutos por kilómetro, que tampoco está mal, porque una persona normal que haga el deporte justo para mantenerse no es capaz de aguantar más de dos kilómetros a ese ritmo. Hay que estar muy entrenado para resistir esa velocidad, hasta los 20 kilómetros, y aun así sólo son capaces de hacerlo unos pocos; por ejemplo, aquellos que terminan las maratones populares en menos de tres horas, cuando la mayoría de los participantes tardan tres horas y media, lo que representa correr cada kilómetro en cinco minutos, ritmo que también rebajan hasta los marchadores más mediocres en las pruebas de 50 kilómetros.

Desconocimiento

Una persona andando hace cuatro kilómetros a la hora y seis a paso rápido. Los marchadores se mueven entre 14 y 15 kilómetros a la hora. Está claro que si no se les puede seguir corriendo, mucho menos imitándoles, es decir, marchando.

Además de tener que soportar unas agujetas intensísimas al día siguiente, sobre todo en la parte posterior de los brazos por el exagerado balanceo que se realiza, como si los brazos fueran el motor para marchar, se corre el riesgo de bordear el ridículo, pues el desconocimiento de la técnica provoca un contoneo grotesco del cuerpo. Los marchadores se deslizan. Alguien que quiera imitarles sólo logrará un descoordinado movimiento de articulaciones que poco tendrá que ver con el gesto de la marcha.

El desconocimento que sobre esta especialidad había en España lo resume un hecho aún reciente, porque, aunque sucedió hace ocho años, sus protagonistas fueron Marín y Llopart. Ambos habían sido seleccionados para los Campeonatos de Europa entre la indiferencia de los técnicos de la federación. Uno de ellos, que todavía se mantiene en el cargo, sabía que habían estado en México entrenándose. Cuando la expedición salió hacia Praga, sede de los campeonatos, se acercó a saludarles porque alguien más enterado que él le advirtió que estaban en condiciones de ganar una medalla, como así ocurrió.

El técnico en cuestión dedujo que serían los más morenos por eso de haber estado en México, y cuando creyó localizarlos se puso a dialogar con ellos como si de amigos de toda la vida se tratara. Al rato, cuando aquellos con quienes hablaba no entendían nada, quiso que la tierra se lo tragara. Había confundido a dos periodistas que regresaban de vacaciones con los marchadores.

Técnica perfecta

Ahora, la confusión ya no es posible. Llopart ha sido campeón de Europa y subcampeón olímpico, algo que jamás había conseguido nadie en el atletismo español, además de ser subcampeón mundial de 50.

Los dos poseen una técnica perfecta, un espíritu de lucha ya demostrado en competiciones, donde se negaron a abandonar en situaciones límite, y una capacidad envidiada por todos sus rivales.

Ellos no necesitan lo que se define como correr para ser los mejores. En una especialidad tan contraria al espíritu atlético -si se trata de llegar lo antes posible a la meta lo lógico es correr, no ir andando-, ambos han logrado ser respetados y disponer de una estabilidad económica y social.

Los más de 200 kilómetros que ambos se hacen a la semana como entrenamiento no se ven, pero están ahí. A ellos han dedicado sus vidas, hoy en los Pirineos, mañana en el Teide, pasado en México, siempre buscando la altitud donde hacer 30 kilómetros diarios se hace más penoso. Están casados, pero como si no. Nunca hay cine, nunca hay vacaciones.

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