Hinault sentenció el Tour con un ataque fulminante
Bernard Hinault debe haber sentenciado el Tour. Sólo un accidente o un desfallecimiento fuera de lo normal pueden acabar con su aspiración por alcanzar su quinto triunfo. Igualaría entonces a dos colosos como Anquetil y Eddy Merckx. Hinault, por lo que demostró ayer, no ha esperado para dar ejemplo de autoridad. El reto que ha lanzado es casi humillante para sus rivales. En la primera gran etapa montañosa fue él quien realizó el ataque decisivo. Sólo Herrera pudo seguir su rueda y caminar junto al líder durante casi 70 kilómetros. Pedro Delgado, en una espectacular ascensión, llegó tercero. Cabestany perdió 20 minutos.
Lo que ayer hizo Hinault podría interpretarse como producto de la soberbia. Lejos de interesarse en controlar la carrera, de lanzar a su equipo en las labores de desgaste, Hinault decidió dominar la prueba personalmente. Ya el día anterior había asombrado a sus rivales con su activa participación en una etapa no demasiado importante."Todos pensábamos que hacía un esfuerzo inútil, que desgastaba energía. De acuerdo que, en un momento dado el pelotón se estiró. Levanté la cabeza para ver quién tiraba de él y vi que era el de amarillo". Así comentaba Cabestany la impresión general sobre el comportamiento del líder. Hinault desconcertó a sus rivales, un día antes, con pequeños detalles como el de retrasarse y esperar a Lemond para llevarlo al pelotón tras un pinchazo. Sólo le faltaba, a él, al líder, atacar antes que nadie.
Y así lo hizo en la ascensión al primero de los tres puertos de la etapa de ayer. En los primeros kilómetros de la dura subida a Pas de Morgius (primera categoría), todos los corredores de renombre se concentraron en las primeras posiciones. Faltó la presencia de Pascal Simond, que sufrió una caída al principio de la etapa, y de Cabestany, quien solicitaba los servicios del médico. Gastón luchaba por impedir el retraso, pero recibió indicaciones de Echávarri, director del TS-Reynolds, de que no se desgastara inútilmente.
Los colombianos querían para sí un control de la carrera, pero no lo lograban, porque sólo Herrera y Fabio Parra aguantaban en el grupo selecto. En un momento dado, Hinault bajó la cabeza y, sin levantarse del sillín, aceleró su ritmo. Herrera le siguió mientras el resto decidió esperar. En el fondo pensaban que el líder no estaba cuerdo y pagaría cara su salida.
Quedaban 70 kilómetros para la meta y no parecía lógico que un líder experto como Hinault desarrollara así, de pronto, su ataque. Pero Hinault tiene una idiosincrasia especial, un carácter que le acerca a los antiguos campeones, una filosofía distinta del líder ci- clista. Hinault va de amarillo y, como tal, se obliga a sí mismo a estar delante no sólo en la clasificación sino en plena carrera. Por un momento, Herrera intentó el relevo y se colocó por delante del corredor francés. Pero éste no admitió esa situación y recuperó la cabeza. Fue, casi a todos los efectos, una escapada en siolitario; el colombiano se limitó a ir a rueda y a luchar por la victoria de etapa con cierta comodidad. El ejemplo de Hinault no fue compartido por el de su lugarteniente, Greg Lemond, quien se aprovechó de la estela de Fabio Parra para subir en buena posición.
Hínault y Herrera llegaron a contar con 2.50 minutos de ventaja sobre los principales seguidores. La diferencia, al comienzo del último puerto, fue de 2.10. Muy pocos corredores lograron reducirla. El que mejor lo hizo fue Pedro Delgado.
La reacción
Pedro Delgado hizo su carrera. Su posición en este Tour es distinta a la de otros años. Pedro Delgado no busca una gran sorpresa sino terminar en una buena posición. Quiere hacer coincidir su prestigio en el Tour con la clasificación final. Por ello, no buscó la rueda de Hinault o de Herrera sino estar junto con otros corredores y esperar al último puerto.
En la subida a Avoriaz, Delgado redujo en casi un minuto su diferencia con Hinault. Como es su costumbre, esperó bastante y permitió que se fueran por delante corredores como Lemond, Barra, Roche, Coba, Wignen y Millar. Con gran facilidad, buscando los metros de descanso que necesitaba, Delgado los fue rebasando para entrar en la meta en tercera posición.
A juicio de los técnicos, Pedro Delgado debe luchar por subir al podio en París. Tanto Echávarri (TS-Reynolds) como Vique (Zor) le ofrecieron la colaboración de sus equipos si hiciera falta. Su situación en la clasificación general, puesto 17º, le coloca no muy lejos de corredores como Roche o Kelly, teniendo en cuenta que las principales cotas montañosas, las de los Piríneos, no han llegado.
Junto a Delgado hizo ayer una etapa estimable Celestino Prieto, que entró en novena posición y ya es el segundo español en la general. Prieto, a ojos vista, está paulatinamente dejando de ejercer la labor de gregario. Es una poco frecuente trasmutación. Por su parte, Pedro Muñoz confirmó su pesimismo al iniciarse el Tour. Llegó con 14.14 minutos de.retraso.
Pello Ruiz Cabestany era consciente de que no acabaría bien los Alpes. Su catarro se agravó en las últimas etapas y sus dificultades para estar arriba en la ascensión a los primeros puertos eran preludio de una generosa pérdida de minutos cuando llegase una etapa más decisiva. Ayer perdió 20.40 minutos y muchas ilusiones. Es un corredor tocado que puede estar en trance de abandono.
El Tour, por tanto, se reduce a Delgado, a efectos del ciclismo español. A diferencia de otros años, le falta en las cumbres la compañía de su amigo Ángel Arroyo. Delgado, sin embargo, se encuentra ante un momento decisivo: todos están esperando que llegue su día negro. Hay hasta apuestas y él lo sabe. Delgado quiere completar el Tour sin un mal día. Porque su triunfo en la Vuelta a España no le ha servido de nada internacionalmente; al contrario, porque le ha granjeado la aureola de corredor que supo aprovecharse de una conspiración general para derrotar a Millar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.