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Copa del Rey de baloncesto

El Madrid ganó a un Joventut derrotado de antemano

Luis Gómez

Una final que acaba con exceso de juveniles en la cancha y con un americano, en este caso Schultz, desentendido de las ultimas acciones por claro desacuerdo con el juego de alguno de sus compañeros, es suficientemente indicativo de que en la cancha sólo ha habido un equipo. El Joventut no logra asentar su personalidad ante el Real Madrid en Badalona. Hubiera sido necesario simplemente, para que existiera el espectáculo, que repitiera el encuentro del día anterior. Para el Real Madrid, obtener la Copa del Rey significó un esfuerzo inferior al de una victoria en un encuentro del campeonato de Liga.Toda explicación a la derrota habría que buscarla, incluso, en la situación anímica de los jugadores locales, aun antes de comenzar el encuentro. Ni siquiera en fase de ensayo salían los lanzamientos. Con la tensión del juego, un diluvio de disparos concluyó en una alborotada sucesión de fracasos, hasta el punto de que sólo entraron tres de los 20 primeros tiros. El porcentaje resultante era un disparate, y el espectáculo un fiasco, porque en los 10 primeros minutos la ventaja madridista se deslizaba hacia los 16 tantos (14-30).

El protagonismo de la derrota lo quiso adoptar el canadiense Kazanowski, quien, por confianza o instinto suicida, tomó la responsabilidad de ejecutar las primeras jugadas. Sus fallos incrementaron la histeria de sus compañeros que, sin venir a cuento en los primeros minutos, decidieron hacer las cosas deprisa. Todos tiraron mal, incluido Margall. Y, además, Romay, que había entrado de salida, introdujo el temor al disparo. Tienes prisa, te pesan los tantos que acumula el rival con facilidad, y encima ves que, cuando quieres disparar, una mano muy larga te pone una barrera que obliga a modificar el lanzamiento. Aun más, la acción defensiva madridista funcionó bien a la hora de evitar que pasaran balones por el centro. No había otro remedio que tirar algo esquinado y con dificultad.

Luego, los efectos son más lentos, porque el barco tarda siempre un poco en hundirse, aun cuando ya se supone que inevitablemente irá a pique. En otras esferas de la vida, esos instantes pueden servir para organizar el salvamento y, en baloncesto, para ordenar cómo debe planearse una reacción más o menos lenta, pero constante, porque a un equipo de los grandes no se le pueden restar 16 puntos en cosa de tres o cuatro minutos. En esa faceta, el técnico García Reneses no encontró más soluciones que adjudicar a Villacampa el marcaje de Iturriaga, que goza de un estado de muy buena esperanza en sus lanzamientos.

Jofresa entró por un Montero agobiado por un no disimulable complejo Corbalán. Hubo atisbo de reacción, pero débil, inconstante. Los jugadores del Joventut no tenían fe en poder remontar la final. Sólo Robinson acompañaba el juego del rival, y por eso actuó poco. Robinson llegó tarde al hotel, no alcanzó el autobús del equipo, tuvo que tomar un taxi para ir al pabellón y actuó sobre la cancha tan perdido como por las Ramblas. Hizo uno de sus peores partidos de toda la temporada.

Ya en la segunda parte, y a la vista de que la derrota resultaba inevitable, García Reneses decidió también hundirse con sus jugadores, como buen capitán, para no encontrar justificaciones en los demás. Aquí nos equivocamos todos, parece que quiso demostrar, y tan ejemplar decisión motivó una sucesión de cambios desordenados, con una constante: no mover de la cancha al canadiense Kazanowski bajo ningún concepto, ni siquiera cuando el entendido público badalonés reclamaba su cambio o silbaba al comprobar que la sustitución era para otro jugador. A falta de un minuto consiguió su primer acierto en el disparo, y fue en un par de tiros libres. Antes había fallado ocho veces. Schultz denunció a su compañero en la misma cancha. Cuando Kazanowski se disponía a lanzar otros tiros libres, Schultz, cerca de su banquillo, se giraba para mirar al graderío.

El Real Madrid, que no se vio obligado a hacer otra cosa que defender con acierto, se adjudicó la Copa del Rey con facilidad. Su juego no brilló y encontró al finalista derrotado de antemano. Corbalán aprovechó su presencia en la final para practicar unos pasos de ballet con pelota en mano y hacer bailar a su son a un par de jugadores rivales. Entre ellos, Montero, quien para suceder a Corbalán tendrá que olvidarse de toda comparación e ir a lo suyo.

El Barça, tercero

El Barcelona alcanzó la tercera plaza al vencer al Fórum Filatélico por 103 a 83 en el último partido de la Copa. Los dos equipos jugaron sin interés, ya que el sábado disputan partidos de la fase A-1 de la liga.

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