Simplemente, Mariano
A Mariano Rubio Jiménez, de 53 años de edad, se le define a me nudo como un personaje soso y mal encarado en su despacho, pero cariñoso y afable en la calle; casi invulnerable y, quizás por ello, muy poderoso. Nació en Burgos, el mismo año que la 11 República, en el seno de una familia modesta y disciplinada. Su padre, que falleció hace un par de años, era militar y alcanzó el grado de coronel.El nuevo gobernador -sumo sacerdote de ese templo del Estado que guarda en sus entraña los secretos de la banca y el oro de los españoles- es un héroe laico de nuestra época y pertenece a esa rara especie de españoles que dan la cara. Mariano fue revolucionario en su juventud; radical socialdemócrata a la francesa en su primera madurez y, actualmente, se le considera socialista de rostro monetario o liberal-conservador a la americana. Es un hombre listo, aunque no brillante a simple vista, y no siente especial placer por lucirse n los salones. Se expresa torpe mente en la forma, pero suele mostrar inusual firmeza en sus criterios de fondo y tartamudea suavemente en su dicción por lo que, en su natural timidez, prefiere la vida reservada, bien en solitario o entre pequeños grupos de amigos a los que profesa devoción castellana.
El clan político-familiar Mariano es un personaje frugal de la nueva sociedad civil española que entroncó, por sus amigos de juventud y por su matrimonio con Isabel Azcárate con las más rancias familias re publicano-burguesas de la Restauración canovista, cuyos hijos habrían gobernado España de no mediar la guerra civil. Su esposa, hija de Justino Azcárate, ex ministro de la II República y ex senador por designación real con la Monarquía, y descendiente de don Gumersindo, está ligada a una élite de altos funcionarios -"institucionistas" por sus lazos históricos con la Institución Libre d e Enseñanza o su esmerada educación laica en el Colegio Estudio- unas veces conocida como "oligarquía republicana" y otras más frívolamente como beautiful people (gente maravillosal-
Sin pertenecer, por su modesto origen familiar, a esta clase intelectual y afectivamente enemiga de la dictadura, Mariano conectó muy bien con todos sus cachorros, en la segunda mitad de los años cincuenta, y, aunque él suele desmentirlo modestamente -"es ridículo decir que Miguel Boyer es un hombre mío", fue su primera declaración a Radio Popular, tras conocerse su nombramiento-, acabó convirtiéndose en el líder indiscutible de este poderoso clan político-familiar conectado por igual, como ha demostrado la historia, con la derecha, el centro o la izquierda.
Dicen que Mariano -mejor lector que viajero, aunque habla francés e inglés- es arrogante, rígido, soberbio. Sus enemigos, principalmente los banqueros heterodoxos que perdieron varias veces su capital y fueron alanceados por su brazo justiciero, le achacan el origen de todos los males de España y le buscan sus cosquillas sin reparar en gastos de detectives privados o abogados de postín. José María Ruiz-Mateos le acusó de ser el hombre de Luis Valls Taberner en el Banco de España y fue más lejos al describirle como "bestia negra con los ojos inyectados en sangre".
Martillo de herejes bancarios
Sin embargo, sus amigos -que los hay, y muy leales- lo definen como vicioso del trabajo, decidido, más valiente que el Cid, honesto, a prueba de fúego, absorvente y mandón. Vive frugalmente aunque juega, no muy bien, por cierto, al golf en el Club Puerta de Hierro. Con sus amigos es simpático y suele reir con ganas los chistes de los demás, pues no se le conocen chistes propios, pero, en su despacho de la Plaza de la Cibeles, investido del mando es duro y temible para aplicar su criterio básico, según el cual "negociar es imponerse". Mariano tiene a su favor que contra lo que practican sus amigos no pertenece a ninguno de los grandes cuerpos del Estado; es únicamente funcionario de toda la vida del Banco de España.
Quizás lo más destacable, desde el punto de vista institucional, es que, con Mariano a la cabeza, se consolida la tendencia, iniciada -por Abril-Leal en 1980, hacia la independencia del banco emisor -antaño un retiro de oro para agraceder servicios prestados a políticos- con respecto al Ministerio de Hacienda. También con él se consolida otra tendencia institucional más dura de pelar: el gobernador deja de ser un benévolo protector del oligopolio bancario y se convierte -según palabras del presidente de unos de los siete grandes- en "un jefe blanco fanático exterminador de indios", dando el nombre de indios a los bancos españoles que, para Luis Valls Taberner, caminaban, en 1980, hacia la reserva.
Sin embargo, el nuevo gobernador es persona sensata y razonable. Los banqueros, sus feligreses, tienen su alma dividida con respecto a Mariano: le aman y le temen al vez. "Más vale malo conocido que rojo por conocer", dicen en broma. En su decidida y eficaz solución a la crisis bancaria -discutible por su alto precio, pero solución, al fin y al caboeste martillo de herejes bancarios ha sido duro con los aventureros, a los que hizo perder -no siempre- su capital pero blando con los ventajistas que pusieron sus depósitos, con alto interés y riesgo, en bancos heterodoxos y recuperaron, sin merma alguna, hasta el último céntimo y a costa, injustamente, de los que prefirieron seguridad con poco beneficio antes que riesgo. Eficaz y discrecional Por la forma personal, discrecional, como resolvió la mayor crisis bancaria jamás conocida en Europa, Mariano ha sido acusado de arbitrario. La eficacia en la gestión y la escasez de medios jurídicos le llevó a veces a una discrecionalidad que los más valientes hubieran rechazado por rozar la irregularidad. Ante la gravedad de la crisis y la desidia de sus amigos en el poder -Leopoldo Calvo Sotelo o Juan Antonio García Díez- Mariano, que conocía a la perfección la maquinaría interna del banco de bancos, recogió el poder que había dejado en el suelo aquel Gobierno en descomposición, no dudó en tomar decisiones rápidas y resolvió los problemas. Pero lo que le ha valido el cargo a Mariano, aparte de su vieja línea directa con Felipe González y su apoyo a Miguel Boyer es que, con su esquema claro y sencillo y su capacidad de imponerlo, ha sido capaz mantener la credibilidad internacional y nacional en el sistema financiero español que él encontró en entredicho al ser nombrado subgobernador en julio de 1977.
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