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Entrevista:

"El equilibrio de una sociedad se debe al movimiento; cuando hay paro, la sociedad se cae"

Una sociedad es como una bicicleta: su equilibrio se debe al movimiento. En caso de parón, o de paro, la sociedad, como la bicicleta, cae. Este simple esquema suele salmodiarlo, con humor o ironía, Yvon Gattaz, el presidente del Consejo Nacional de la Patronal Francesa (CNPF), el poderoso organismo que agrupa, en Francia, a todo lo que cuenta en el mundo de la pequeña, mediana y gran empresa. Su teoría del equilibrio como consecuencia del movimiento ha moldeado sus 58 años de hombre de cultura, de historiador, de filósofo, de humanista y, sobre todo, de jefe de una empresa media que ocupa a 850 personas. Esa misma teoría conmovió los bastiones más conservadores de la sociedad francesa cuando, en 1979, Gattaz publicó su segundo libro, El fin de los patronos, anunciando la desaparición de los jefes de empresa retrógrados, de los faltos de cualidades humanas y de los que se apoltronan en su negocio. El movimiento, por fin, desde que los socialistas llegaron al poder en Francia, en mayo de 1981, ha hecho posible que el CNPF y su presidente hayan superado la confrontación de clases de los primeros tiempos del socialismo a la francesa para alcanzar hoy un nivel de diálogo que parece positivo. Gattaz, el patrón de los patronos franceses, habla de la gestión socialista y también de la entrada de España en la CEE.

Pregunta. ¿Cuál es el balance de los dos años del socialismo a la francesa para el presidente del CNPF?Respuesta. Es difícil ese cálculo, porque cualquier tipo de política económica depende de la coyuntura mundial. En nuestras dificultades actuales concurren muchos factores que se les escapan a nuestros gobernantes, la situación energética, la coyuntura, la inestabilidad monetaria, etcétera. Sin embargo, es posible decir, sin correr el riesgo de equivocarse, que el Gobierno ha cometido numerosos errores que le han acarreado al país graves dificultades. En primer lugar, tomó una serie de decisiones contrarias a los intereses de las empresas, subestimando totalmente la situación en la que se encontraban después de los dos choques del petróleo: decenas de millares de millones de aumento de cargas, multiplicación de obstáculos de toda especie referentes al empleo y al tiempo de trabajo, nacionalizaciones que provocaron un año de flotación y de incertidumbre en la gestión de los grupos franceses más importantes. Cada una de estas medidas era nociva intrínsecamente. Y la competitividad de la economía francesa se debilitó, y los medios financieros de las empresas se hundieron. En un segundo tiempo, el Gobierno, consciente de sus errores, decidió estabilizar las cargas de las empresas, pero ni ha sabido ni ha podido respetar totalmente ese compromiso, porque para financiar una parte de la Seguridad Social ha tenido que gravarlas de nuevo. A pesar de nuestros llamamientos constantes, el Gobierno no toma las medidas indispensables y urgentes para revitalizar la economía francesa. Esto constituye un segundo y grave error.

Son necesarias medidas de rigor

P. En un principio, los socialistas querían realizar la ruptura graduada con el capitalismo y su adversario era la empresa privada. Hoy, el Gobierno hace una política semejante a la de los regímenes capitalistas y se afana por la buena marcha de la empresa. ¿Cómo evalúa usted esta evolución y cuál es la voluntad de la patronal francesa cara al futuro?

R. Los socialistas franceses siempre han buscado culpables, que se convierten, naturalmente, en chivos expiatorios. Así sucedió hace dos años, cuando invocaban, como en 1936, "el muro del dinero". Meses después ocurría lo mismo, cuando los jefes de empresa, en contra de las realidades más evidentes, fueron acusados de sabotear la inversión y el empleo. El dólar, algunos países extranjeros, la crisis mundial, los corporativismos, como los jefes de empresa, también son manejados por los socialistas como culpables de sus males. Por otro lado, muchos políticos de la mayoría actual son dogmáticos. Y llegaron al poder con una concepción muy errónea de la economía, hostiles a los jefes de empresa y con mucha desconfianza en las posibles relaciones con estos últimos. Por el contrario, debo decir honestamente que muchos jefes de empresa se manifestaron reservados ante el programa propuesto por los socialistas. Después, la obstinación de los hechos y nuestro combate incesante han modificado de manera profunda y durable la mentalidad de los dirigentes socialistas.

El Gobierno, en su conjunto, ahora parece estar perfectamente al corriente de las dificultades de las empresas. Sabe que la situación es grave. Más grave aún de lo que se dice. Pero esta toma de conciencia no es suficiente. Ahora, con urgencia, son necesarias medidas de vigor para permitir a la empresa continuar la lucha por la inversión y el empleo. Estas medidas se las hemos expuesto al Gobierno: libertad de precios, recorte de la fiscalización de seguros familiares y supresión de la tasa profesional. Usted sabe que, según un informe reciente del Consejo Nacional de los Impuestos, organismo de objetividad reconocida, las empresas francesas soportan el 16,7% de cargas respecto al PIB, contra el 8,9% en el conjunto de, los países de la OCDE. Por todo esto, sin medidas de urgencia, las quiebras se multiplicarán y la situación económica se degradará considerablemente. Hoy, en junio de 1983, yo lamento que el Gobierno no escuchara el grito de alarma que lanzamos los 25.000 jefes de empresa durante los estadios generales celebrados el pasado mes de diciembre. Desde entonces, la situación se ha degradado.

P. Una parte de los socialistas, y los comunistas reactualizan la lucha de clases, lo que hace más profunda la división entre la derecha y la izquierda. ¿Qué piensa usted?

R. Es cierto que, periódicamente, surgen declaraciones en favor de la lucha de clases. En primer lugar, yo limitaría la importancia, puesto que esas actitudes son individuales y no comprometen el conjunto del partido socialista. Creo que ese tipo de propósitos traduce el desconocimiento, de los responsables del partido socialista, de la realidad económica. Si visitaran las empresas comprobarían que son muy diferentes de lo que ellos imaginan. La elevación continua del nivel cultural, de nivel de vida, las lecciones de la crisis que atravesamos desde hace 10 años, las transformaciones de la economía, han ampliado el consenso en el seno de la empresa, de igual manera que la comprensión de los mecanismos y de los condicionamientos económicos. Éste es el mejor antídoto de la lucha de clases, que es el fruto de la ignorancia y la pereza. Hoy, poner a los asalariados y a los dirigentes en la empresa es consecuencia de una visión errónea y retrógrada de las relaciones sociales. Sobre esta cuestión, el CNPF es una fuerza de proposición y de proceso.

P. ¿Qué necesita la patronal francesa para invertir?

R. La inversión es una decisión grave que compromete al futuro de la empresa. Una inversión mal decidida puede acarrear la desaparición de la empresa. Por eso, nosotros no queremos invertir por invertir. Lo que pedimos es la posibilidad de hacerlo. Mire usted, para invertir hace falta un mercado y medios de financiación. Y, actualmente, las perspectivas de mercado son inciertas. El mercado mundial ofrece signos de reactivación, mientras que el mercado francés se orienta hacia la recesión. Ahora bien, a pesar de todo esto, aun con mercados estancados puede ser necesaria la inversión para garantizar la modernización de los equipos y de los productos. Pero para esto hace falta una capacidad financiera, que no ha hecho más que mermar. Antes de todo, lo que hace falta es restaurar las capacidades financieras de las empresas. Es lo que le pedidos sin descanso al Gobierno.

El Gobierno no ha logrado crear empleo

P. El reparto del trabajo, otro de los grandes temas de estos tiempos de crisis, ¿cree usted que puede reducir sensiblemente el paro?

R. El Gobierno frenó y después estabilizó el paro, pero temo que los medios utilizados no procuren más que un respiro temporal. Esos medios, onerosos, esencialmente han conducido a jubilar a gran número de asalariados. Sin embargo, el Gobierno no ha conseguido crear empleos. Peor que eso, desde hace dos años, la industria ha perdido más de 200.000 empleos. Por lo que se refiere a la reducción del tiempo. de trabajo, todos los organismos oficiales han mostrado que sólo puede incidir positivamente en el empleo bajo dos condiciones: los asalariados deben admitir una rebaja del sueldo proporcional a la reducción del tiempo de trabajo. En segundo lugar, el funcionamiento de los equipos de las empresas debe mejorar. Sobre esto último, sepa usted que en la industria francesa las máquinas trabajan 5.400 horas anuales contra 7.000 en EE UU y 8.000 en Corea del Sur, que son los dos países más competitivos en este sector.

Las dificultades de la aplicación de las 39 horas de trabajo semanal ya han probado los límites de la teoría del reparto del trabajo: los empleados han indicado claramente que no aceptan una disminución de su salario y, por su lado, las empresas no podrán soportar una operación semejante a la catastrófica de 1982. El Gobierno sacará las conclusiones. Hay que decir, en suma, que el paro es una resultante, en gran medida, del ritmo de la actividad económica y de la situación de las empresas. El verdadero remedio al paro es la expansión.

P. Francia es un país muy rico, pero sus desigualdades sociales llaman la atención. ¿Quién es el responsable?

R. Sobre esta cuestión yo desconfío de los lugares comunes del estilo del que reza: "Francia, cordón azul de la Europa de las desigualdades". Las comparaciones internacionales realizadas son demasiado imprecisas. Y, además, estudios serios como el de Jean Fourastie, uno de los mejores economistas franceses, o de organismos como el Centro de Estudios sobre las Ganancias y los Costos, demuestran lo contrario; esto es, que desde hace 15. años es en Francia donde más se rebajan las desigualdades. En todo caso, una política de recorte de las desigualdades no debe romper los factores de dinamismo de la sociedad francesa. No hay economía eficaz sin dinamismo. Y hoy, el mal que nos acecha es la desmotivación de los cuadros y de los dirigentes, el desánimo de los que quieren triunfar y emprender.

Períodos de transición en el ingreso español en la CEE

P. Para concluir, señor presidente, ¿cómo ve el CNPF la entrada de España en la Comunidad?

R. Nosotros somos resueltamente favorables a la adhesión de España a las Comunidades Europeas. Esta ampliación es un elemento importante del equilibrio económico de Europa. Pero es necesario que dicha ampliación se opere en el marco de un enfoque equilibrado de las cuestiones industriales y agrícolas, y, sobre todo, que los períodos de transición sean los más correctos posibles en el sector industrial. La adhesión de España tendría que ser, muy particularmente, la ocasión para corregir los desequilibrios originados por el acuerdo firmado por la Comunidad con España en 1970. Este acuerdo ha acarreado distorsiones en los intercambios comerciales entre la Comunidad y España, penalizando la mayor parte de las empresas francesas cuando exportan hacia España y al importar desde los mercados francés o comunitario. Especialmente, los productos españoles, al entrar en la Comunidad, se benefician de derechos nulos o muy bajos, mientras que los productos comunitarios son gravados con derechos muy altos.

Por otra parte, además de ciertas prácticas administrativas españolas, existe una discriminación fiscal entre las exportaciones españolas hacia la Comunidad y las importaciones comunitarias españolas. Hay que reconocer que el anuncio hecho por Madrid referente a la intención de adoptar el IVA es un gesto importante. Pero el período de transición propuesto por la Comunidad, de siete años en lugar de tres, no tiene sentido si no interviene rápidamente una decisión en el proceso global de la negociación. A nuestro modo de ver, es conveniente, en efecto, acabar con las distorsiones, cada día menos aceptables, en las condiciones de intercambios entre España y la Comunidad. Y esto, tanto si se trata del aspecto tarifario o contingencial, como del de la propiedad industrial.

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