La conclusión de la 'Tetralogía de Wagner'
Por espacio de cuatro sábados no consecutivos -los días 9, 16 y 30 de abril, más la emisión de hoy, 7 de mayo, a partir de las 20 horas-, la segunda cadena de Televisión Española ha programado la transmisión en diferido de las casi 16 horas que ocupa El anillo del Nibelungo wagneriano, la legendario Tetralogía. La producción, insólita en los anales televisivos nacionales, ha pasado casi de tapadillo.Una mayor difusión y promoción habrían estado justificadas por dos razones: de una parte, la importancia de la filmación ofrecida -se trata del polémico, aggiornado y famoso Anillo concebido para el teatro de Bayreuth, el templo del wagnerianismo, por Patrice Chereau en lo escénico y Pierre Boulez en lo musical-; de otra, es ésta la primera vez en su historia que televisión ha brindado una o pera con subtítulos, en este caso la espléndida, directa traducción del que hoy es primer especialista wagneriano en nuestras latitudes, Angel F. Mayo.
Más de un espectador no avisado se ha tragado en estos días íntegras o empezadas las tres horas y media de La Walkiria y las cuatro de Sigfrido sin rechistar, porque podía entender de qué iba aquella historia. Si tantas veces TVE se gana a pulso todo tipo de impuestos, esta vez no pueden escatimársele elogios: subtitulando las óperas, televisión gana más adeptos para la causa de la música escénica que malgastando el erario público en producciones didácticas más o menos absurdas, o en series sobre divos que bordean el comic. Aún más claro: TVE debe subtitular, a partir de ahora, todas sus producciones liricas.
Sobre la presentación de este Anillo, hay que aplaudir igualmente el coloquio que precedió el 9 de abril a la emisión de El oro del Rhin, magníficamente moderado por Mayo, el autor de la versión española. Tomás Marco ha venido relatando cada día el argumento de la ópera transmitida. Sobre la producción en sí misma, hay opiniones para todos los gustos. El montaje de Che_reau, estrenado en 1976 -el año del centenario de la primera interpretación del ciclo, en Bayreuth-, se mantuvo en escena durante cinco veranos, hasta 1980. De este último año data la filmación que ahora se comenta y la grabación fonográfica, aunque en ésta El ocaso de los diosesproviene de la penúltima temporada, la de 1979. La visión que Chereau ofrece de la magna saga musical oscila entre hallazgos refrescantes y cretineces gratuitas. El realizador francés fue modificando la producción en el curso de los años, en general con mejoras sustanciales -por ejemplo, el "mini-monte Cervino" ante el que quedaba dormida Brunilda se transformó en una mezcla de Partenón y horno crematorio visualmente eficaz
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