Un clásico del cine fantástico

Han sido tantas las versiones cinematográficas realizadas sobre la idea de un hombre invisible, que muchos han olvidado ya el origen del mito.Y éste fue, naturalmente, más serio e importante que sus imitaciones, entre otros motivos porque éstas abundaron en las posibilidades cómicas del hombre que pierde su corporeidad mientras que en la primitiva versión de James Whale (1933), ese monstruo estaba visto en la tragedia de su mutilación.

Es decir, este ser invisible no es más que un hombre que sufre, como lo eran, por otra parte, todos los mitos fantásticos de la productora Universal. No hay que olvidar, en este sentido, la entrañable criatura de Frankenstein, que también fue creada para el cine por James Whale. Comparando ambas, los especialistas del género han considerado menor la de El hombre invisible, pero en ella se contienen imágenes inquietantes, bellísimas, que deben formar parte de cualquier antología de cine fantástico: Claude Rains descubriendo su antifaz, que nada oculta, las pisadas sin zapato que se marcan en el suelo o las secuencias sobre los peligrosos experimentos con ácido, son algunos de sus mejores momentos.

La serie televisiva que se filmó años después reducía El hombre invisible a la habilidad de un detective que podía ocultarse a los ojos de los delincuentes. Abbot y Costello ironizaron sobre ello, otros buscaron la vertiente erótica del mito inventando una Mujer invisible y hasta hubo a quien se le ocurrió enfrentar a El hombre invisible contra la Gestapo. Ninguno superó el original. Quizá sólo fuera Jean Luc Godard, en La Chinoise, quien, en un momento, realizaba un homenaje al filme de James Whale al interpretar políticamente ese momento cumbre del rostro inexistente que se destapa.

El hombre invisible se emite hoy a las 16.05 por la primera cadena.