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Un dirigente de la televisión francesa dimite por culpa de la desaparición de un camión-grua

Un auténtico concurso de pitorreo nacional se está celebrando en este país desde que, el día primero del año, se produjo la misteriosa desaparición de un camión grúa que debía garantizar la retransmisión de las imágenes de una entrevista que el presidente de la República, François Mitterrand, le había concedido al segundo canal. La entrevista se retrasó veinticuatro horas. Ayer, para empezar, tuvo que dimitir el director general de Teledifusión de Francia (TDF), Maurice Remy, y a última hora se anunció la misma iniciativa de otro dirigente.

La grúa en cuestión, desaparecida por los meandros del hexágono galo durante la noche de san Silvestre, ya fue encontrada. ¿Dónde? En su lugar de nacimiento, es decir, en su garaje de la ciudad de Nancy, de donde no se había movido. ¿Cómo fue posible esta broma que durante veinticuatro horas afectó de la manera más cruel a la grandeur de Francia, encarnada por el presidente de la República, y que desde hace cinco días aún ronda por toda la geografía hexagonal cual ubre ordeñada por los sesos más chistosos del país y por los más serios también?La historia, para los galos, es simple, incomprensible y significativa. Mitterrand, desde su casa campestre de Latche, en las Landas, debía entrevistarse con los periodistas de Antène-2 el día primero del año para echarle un repaso a la actualidad. A su hora, las 57 personas del equipo (diecisiete periodistas y cuarenta técnicos) estaban en su sitio, con Mitterrand, que los había invitado a vino y a foie-gras (es producto de dicha región).

Todos esperaban la grúa, que había salido de Nancy la noche anterior. Esto era lo que todos creían, pero la grúa no llegó (sería inútil describir la expresión del rey Mitterrand frente a los periodistas, encogidos de hombros, hasta las calcaneras, cada segundo que pasaba sin grúa a la vista). Era importante, imprescindible, la presencia del camión-grúa, pues por las particules condiciones geográficas de la zona donde se encontraba el presidente, había que utilizarla como repetidor para poder retransmitir la entrevista.

Hasta llegar a la desesperanza total fueron movilizados para encontrar la grúa tres ministros responsables, la policía de tres departamentos y no se sabe cuántos alcaldes. Pero la grúa no llegó, y la entrevista se celebró al día siguiente. Resulta que la dichosa grúa pertenece a una sociedad privada que, por desgracia, se denomina La Previsora. El chófer se puso malo. El gerente avisó a su sustituto, pero este último, que en un principio aceptó el encargo, se volvió atrás porque le daba pánico un camión tan enorme y una grúa de 42 metros de largo. Total, que el camión-grúa no se movió, y sólo se supo al día siguiente. Hasta ayer, las cuentas de la operación arrojaban un gasto de millón y medio de pesetas. Y todo el elenco de la crítica nacional, de derechas y de izquierdas, adjudicó la "pifia, lamentablemente genial", al funcionamiento normal, interno, de la televisión gala.

Al escándalo se sumaron, además, las críticas a la demostrada falta de eficacia de la burocracia y al poco fiable sistema de colaboración entre entes oficiales y empresas privadas.

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