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Peñarol y Aston Villa se juegan en Tokio la Copa Intercontinental

Peñarol, campeón de América por cuarta vez, (1960, 1961, 1966 y 1982) después de dieciséis años de frustraciones se prepara para batir un récord. Jamás equipo alguno ganó tres copas intercontinentales o europeo-suramericana, de acuerdo a la nueva denominación. Ni el Santos de Pelé, ni el Madrid de Di Stéfano y Puskas. Ese es el gran desafío del Peñarol, que acabó con todos los pronósticos. Peñarol y Aston Villa se enfrentarán en Tokio el próximo domingo para diducidar la supremacía del fútbol intercontinental.

El sorteo de las series le puso en el camino a dos poderosos equipos brasileños, el San Pablo y el Gremio de Porto Alegre. Los eliminó con toda justicia, ganando incluso en Brasil. Hazaña que repitió después, triunfando en el estadio de Maracaná, de gratos recuerdos para los uruguayos, tras veinte años de resultados adversos. El derrotado fue el campeón en ejercicio: el Flamengo de Río. Entonces, cuando había caído también el River Plate argentino, se empezó a vislumbrar un,nuevo campeón. Los argumentos para la ilusión eran Fernando Morena -exultante de buen fútbol, confirmando que Europa lo devolvió maduro, evolucionado-, Jair, creciendo en su producción futbolística, partido a partido, y Gustavo Fernández tapando todo. La copa estuvo a punto de escapársele cuando empataron en Montevideo, escenario de la primera final. Otros 89 minutos sin goles en el partido de vuelta condenaban a los dos a una definición en Buenos Aires. Faltaba sólo un minuto cuando Fernando Morena convirtió el gol de la victoria en un adelanto del carnaval, que se vivió a partir de ese gol en Montevideo y en todas las ciudades del país.Cierta vez le preguntaron al legendario Pepe Schiaffino, campeón del mundo en 1950, a qué podía atribuirse que un país pequeño como Uruguay hubiese ganado tantos títulos internacionales. La respuesta de quien fue exquisito jugador de fútbol dejó pensando al periodista. "Creo que se trata de un milagro", dijo, y después explicó por qué veía los hechos de esa manera. "Los uruguayos nunca se caracterizaron por jugar bien, sin embargo, han sido campeones muchas veces, y eso.porclue en la cancha evidencian un espíritu de lucha que los lleva a no resignarse jamás a la derrota".

En verdad, las grandes conquistas de los equipos uruguayos se construyeron sobre la base de esos valores. No quiere decir esto que no haya habido a lo largo de la historia jugadores de alta técnica, nada de eso. Sólo que cuando el Peñarol, el Nacional o la misma selección uruguaya optaron por un juego de características importadas les fue muy mal, mientras que toda vez que apelaron esos valores a los que hacía referencia el inolvidable Schiaffino obtuvieron las mayores glorias.

Fuerza, mucha marca, pierna fuerte y, sobre todo, la garra, fueron los atributos del Peñarol que el entrenador,"Hugo Bagnulo, fue moldeando de atrás hacia adelante. Como ha ocurrido siempre en el fútbol uruguayo. Una defensa muy sólida, con un portero (el ex sevillista Gustavo Fernández) que encajó muy pocos golis a lo largo del torneo. Dos mediocampistas (Miguel Bossio y Mario Saralegui) liberados de crear, dedicados pur,a y exclusivamente a obstruir. Un medio ofensivo (Jair), que vino de Brasil con su buen toque dé: balón para cubrir una carencia que es de todos los equipos uruguayos; adelante, un Fernando Morena en el mejor momento de su carrera futbolística, y dos extremos para el contraataque, que es en la situación en que los aurinegros se sienten más cómodos.

Morena cumplió su sueño

Fernando Morena se fue a España dolorido por las críticas que le habían hecho responsable de los últimos fracasos. Se dijo que sólo lucía jugando en su país. Necesitaba irse, y por eso aceptó la oferta del, Rayo Vallecano, aún a riesgo de ir a un equipo sin historia. Se llevó a Egpaña consigo la amargura de no haber podido ganar algo importante internacionalmente con su Peñarol. La Copa Libertadores de América le obsesionaba, y eso el presidente Cataldi lo sabía.Corría el año 1981, y el Nacional todavía gozaba de los títulos ganados en la temporada anterior. Había que hacer algo para cortar esa racha inadmisible en un país como Uruguay, dividido en lo futbolístico por la simpatía hacia dos grandes equipos. La única salida era contratar a un hombre que fuese capaz, por sí mismo, de revertir la situación. Un jugador por el que la hinchada fuera capaz de aceptar que se pagase una fortuna. Así nació el operativo retorno, como se llamó a la repatriación de Fernando Morena.

Un esfuerzo económico que pareció irrealizable porque la crisis económica que afecta al país hizo fracasar el eslogan publicitario de la campaña financiera: "A Morena lo traemos todos". Peñarol firmó documentos por los que se comprometió ante el Valencia a pagar un millón de dólares, y el jugador se dedicó a lo suyo: hacer goles. Los sufrió especialmente Nacional, que tuvo que despedir por su causa a dos entrenadores en poco tiempo. Pasaron las eliminatorias para España-82, pero las heridas estaban abiertas y se negó a formar parte de la selección uruguaya. Por fin, llegó la última oportunidad, Morena y la Copa se volvían a encontrar. Fueron decisivos sus goles en los partidos de la primera vuelta, especialmente contra San Pablo y River Plate, ambos fuera de casa, como para aventar definitivamente a sus detractores. Luego se lesionó de importancia por primera vez en su vida, y si jugó, fue por el respeto que le infunde a los rivales del Peñarol la sola presencia de Morena en el campo... El único balón que tocó en la final de Santiago fue gol de Peñarol. Morena había ganado el desarlo que tenía consigo mismo. Ahora sólo le queda obtener la copa que disputarán al Aston Villa el 12 de diciembre en Tokio, y entonces sí se podrá retirar tranquilo.

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