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Reportaje:

José Marín un atleta en constante concentración

Dos cigarros al día, un par de cervezas, régimen alimenticio sin privación de nada, esto es lo único que acerca a José Marín a la vida normal de una persona cualquiera. El resto, la forma en que tiene repartidas sus horas, marca la diferencia. Hace nueve años que no va al cine, no tiene tiempo para ver la televisión, ni tampoco para leer. Es el precio que ha pagado por una medalla de oro. Durante cinco meses al año sólo vive para el atletismo; en los otros alterna los entrenamientos con su trabajo en la sección de mantenimiento de una industria textil en el Prat de Llobregat.A los 13 años José Marín se decidió a hacer atletismo. El fútbol no le gustaba, tampoco otro deporte. Fue a los 19 años cuando comenzó a dedicarse específicamente a la marcha, tras haberlo alternado con el cross. "Antes, al que no valía para correr le mandaban a la marcha y yo seguí siendo el último en esta especialidad porque lo hacía por diversión. He pasado por todos los escaños. Ahora, con 32 años, soy el primero y aún no sé a qué sabe el oro, si producirá un cambio en mi vida o seguiré siendo una persona normal. Lo que puedo asegurar ahora es que al que no vale para hacer marcha, lo mandan a correr".

El triunfo del martes no produjo en José Marín una explosión de alegría. Han sido cuatro años en el primer plano mundial, con tres quintos puestos en las más importantes competiciones, con dos plusmarcas mundiales, y el oro llegó como una satisfacción del deber cumplido, no fue la lotería que toca un día de fortuna.

José Marín llevaba años preparándose para triunfar. Cuando demostró sus posibilidades en los campeonatos europeos de Praga y en los Juegos Olímpicos de Moscú fue incluido en la categoría olímpica de la Federación Española de Atletismo. La beca de 80.000 pesetas mensuales le permitió ausentarse cada año cinco meses del trabajo para entrenarse con plena dedicación. Y cuando va a trabajar reduce su jornada laboral en dos horas. Se levanta a las seis de la mañana; se entrena hasta las nueve y media, trabaja hasta media tarde para volver a los entrenamientos hasta las ocho y media de la noche; media hora más tarde se acuesta. Es una vida de eterna concentración. De ahí que a él no le tengan que implantar métodos de régimen monacal. A México este verano se fue con su esposa y en Atenas no se supone ninguna tentación el estar alojado en un hotel abierto al público, donde no existe la vigilancia y los horarios son flexibles.

Doscientos kilómetros semanales

No hay carretera, pista o montaña que no conozca José Marín. Realiza doscientos kilómetros semanales. Su entrenador, Joaquín Lamora, sólo le observa los fines de semana .Ambos, cansados ya de tantos quintos puestos, se pusieron de acuerdo para realizar esta temporada un nuevo sistema de entrenamientos. Marín se fue en busca de grandes altitudes a México, pero regresó un mes antes de los campeonatos europeos. Había buscado en los 4.000 metros, con entrenamientos de casi cincuenta kilómetros, la condición física idónea para entrenarse luego en San Celoní a tope. Hasta ahora los fondistas agotaban el tiempo de entrenamiento a gran altitud para luego competir, prácticamente de inmediato, a nivel del mar. El ensayo resultó positivo.Llopart, en cambio, sigue los patrones del entrenamiento clásico. Marín no es partidario de polémicas: "El y yo somos diferentes por nuestras propias características. El es la facilidad; yo, la fuerza. Tenemos ritmos y estrategias distintos. Y, además, somos rivales".

A José Marín le reventaba que muchas veces le confundieran con Llopart. De siempre ha existido rivalidad entre ambos, aunque sean especialistas de pruebas diferentes. Y la amistad entre los dos atletas no existe como tal. Mantienen unas relaciones amistosas, incluso corteses, pero sin más. Ahora, con una medalla cada uno, se acentuarán aún más las diferencias. Aunque no ocurrirá como con Coe y Ovett. De momento, los dos españoles han aceptado el desafío en los cincuenta kilómetros de mañana. El calor y la distancia serán sus principales enemigos; detrás habrá una meta ambiciosa. No sólo Llopart saldrá a revalidar su título, sino que Marín perseguirá ser el primer marchador de la historia que consiga dos medallas en unos campeonatos europeos y, a la vez, ambos lucharán por derrotar al otro.

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