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Crítica:El cine en la pequeña pantalla
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una gran comedia

Vincent Minnelli fue un bicho raro en el zoológico de Hollywood. Encarnó una de las más inexplicables paradojas de aquella fábrica de cine, en sus años opulentos. En efecto, Minnelli fue siempre un director a sueldo, un contratado fijo de los estudios, lo que suponía que era su deber trabajar bajo órdenes. Y así fue, en realidad. Solo que sus películas, lejos de ser productos de serie, que es lo que cabría espetar de su situación laboral, son probablemente, con las de Welles, las más diferenciadas del cine norteamericano, hasta el punto de que ya es tópico referirse a él como un estilista, un obseso de la originalidad y del sello propio.Esto se debe a dos circunstancias. La primera, hay que buscarla en el propio credo estético de Minnelli, un superformalista convencido de que, en palabras de Andrew Sarris, la cámara tiene poder para transformar la bazofia en caviar, y que en cine es más importante la manera de ver el mundo que el mundo mismo. Y, en efecto, Minnelli era capaz de convertir un retorcido melodrama, como Cautivos del mal, en una de las películas más refinadas que se conocen. O de hacer del gusto cabaretero del cine musical algo tan suntuoso como Brigadoon, Un americano en Paris y Melodías de Broadway 1955.

La segunda circunstancia fue el status que Minnelli se forjó en los estudios de director que convertía rentabilidad y calidad en una misma cosa. De ahí que cargara durante años con los llamados filmes de prestigio, siempre bien cuidados en presupuesto y reparto, casi todos musicales y dramas. Sólo por excepción le encargaron comedias, ya que era este considerado un género más adecuado para directores menos dados a la solemnidad. Y, sin embargo, Minnelli podía rebajar sus tendencias al engolamiento y hacer comedias perfectas, sin caer en lo rimbombante.

Entre sus comedias hay cuatro de primera categoría: El padre de la novia, Adios Charlie, El noviazgo del padre de Eddie y Mi desconfiada esposa. Cuatro ejemplos de como Minnelli podía bajar de las nubes a que su fama de estilista le había encumbrado y situarse a la altura exacta de la mirada del espectador, sin necesidad de caer en la tentación de hacerle abrir la boca de admiración. De ellas la mejor es Mi desconfiada esposa, una de las grandes comedias del Hollywood de los años cincuenta.

Mi desconfiada esposa es, ante todo, de una brillantez digna de los mejores trabajos de Ernst Lubitsch o de Billy Wilder. Pero muy diferente de las comedias de estos. Minnelli aplicó a la comedia cierto secreto ritmo que él había descubierto en sus filmes musicales y que permitió a Mi desconfiada esposa discurrir a través de una cadencia sin precedentes y hacia resoluciones de personajes y situaciones de una sorprendente originalidad. Por ejemplo, la pelea danzada entre Gregory Peck y el bailarín amanerado amigo de Lauren Bacall, que es un extraordinario número musical encubierto bajo formas de comedia. Como musical es el juego de la pareja protagonista, inspirado en el duo Spencer Tracy-Katharine Hepburn creado por George Cukor, pero sutilmente virado por Minnelli hacia su molino. Una inolvidable película.

Mi desconfiada esposa se emite esta noche a las 22.20 por la primera cadena

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