Juan García,
conductor de un autocar que regresaba con cincuenta personas de una peregrinación a Fátima, condujo durante unos 35 kilómetros con los ojos cerrados y sin las manos en el volante al entrar en éxtasis, según manifestaciones de los viajeros. Un sacerdote que figuraba en la expedición, César Trapiello, que viajaba próximo al conductor, señaló a su llegada a León que pudo comprobar cómo Juan García dejó caer primero el brazo derecho, hechó hacia atrás la cabeza, cerró los ojos y finalmente soltó la mano izquierda del volante. Los estupefactos peregrinos, entre sollozos y lágrimas, comenzaron entonces a rezar mientras observaban, según su impresión, cómo las luces del autocar por sí solas daban señales de cruce a otros vehículos que circulaban en sentido contrario. Finalmente, tras recorrer los 35 kilómetros, el autocar se detuvo en una explanada y los viajeros dicen qué oyeron al conductor, que, con un timbre de voz distinto al suyo, manifestó: "Soy vuestro hermano Miguel Arcángel.. Dios se ha dignado que condujera esta máquina para daros una prueba de fe, porque los deseos de este hermano", refiriéndose al conductor, "son como órdenes para mí. Os bendigo". Mientras el cura, conocido por sus excentricidades, ha expuesto en el obispado de León la experiencia vivida en la peregrinación, las noticias que llegan de Bermeo, en Vizcaya, donde reside el conductor, señalan que Juan García ya entró, según parece, en éxtasis en otra ocasión.
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