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Reportaje:

El deporte para minusválidos, una necesidad muy especial

Hace casi dos meses, el pasado 2 de abril, un atleta canadiense, Arnie Boldt, amputado completamente de su pierna derecha, franqueaba en Roma 2,04 metros y superaba así su propio récord mundial de salto de altura para minusválidos. Los disminuidos físicos y psíquicos realizan cada vez más deporte como rehabilitación, y las competiciones proliferan igualmente. El deporte para disminuidos resulta muy importante, incluso más necesario que para los «normales», pero de forma también muy especial. El posible trauma ante la derrota, por ejemplo, puede ser mucho más perjudicial.

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Las dos grandes facetas del deporte, el de pura recreación, simple prolongación del ejercicio físico, y el de competición a cualquier nivel, encuentran una aplicación muy particular en los practicantes minusválidos. Para el primer caso, si la necesidad del movimiento en una persona considerada «normal» es tan evidente que resulta no sólo saludable, sino imprescindible, en un disminuido esta cota alcanza aún mayor altura. Conocidos médicos traumatólogos o especialistas en rehabilitación de minusvalías de cualquier tipo consideran ya desde hace años que el deporte es un tercer paso importantísimo tras la reeducación y la readaptación del minusválido. Gracias a él se pueden desarrollar las facultades físicas, e incluso psíquicas, que el tratamiento exclusivamente terapéutico anterior ya no logra. La vieja imagen del disminuido en su silla de ruedas, tapado con una manta, más inútil de lo que en realidad está, quiere ser borrada por las nuevas generaciones, cuya aspiración estriba en que precisamente los «normales» dejen de verlos como auténticos «muebles».Sin embargo, el paso siguiente a la pura competición, algo a lo que el deporte, como otras facetas de la vida, no se ha podido sustraer en una sociedad cada vez más competitiva, entraña ya muchos peligros. Conviene no olvidar que muchos de los minusválidos de nuestros tiempos no lo son ya de nacimiento, sino por obra y gracia de los accidentes, automovilísticos especialmente. Y el paso de deportista competitivo «normal» a minusválido, siempre dentro del trauma de la minusvalía, es más fácil que para el disminuido desde siempre, que nunca ha conocido el deporte. En todo caso, también ahora las distintas asociaciones y federaciones permiten un mayor acceso que antes a todas las actividades, incluido el deporte.

Sólo después de la segunda guerra mundial, y especialmente en Stocke-Mandeville, cerca de Londres, el doctor de origen judío Ludwig Guttman -muerto el año pasado y nombrado sir por la reina de Inglaterra- comenzó a introducir el deporte con la reeducación y readaptación de los minusválidos «bélicos». Coincidiendo ya con los Juegos Olímpicos de 1948, disputados en la capital inglesa, organizó los primeros «especiales» de parapléjicos en su hospital. Preconizó entonces la internacionalización, y desde 1960 -siempre ya los mismos años olímpicos y de forma paralela a los "normales" comenzaron a celebrarse los de minusválidos en los mismos países, salvo dos excepciones. En Roma participaron 15 países y 300 atletas; en Tokio (1964), 22 y 400; en Tel Aviv -se descartó México por la altitud- (1968), 29 y 750; en Heidelberg -por Munich- (1972), 39 y 1.000; en Toronto -por Montreal- ( 1976), 40 y 1.200, y en Arnhem (Holanda), por último, el año pasado -al no pertenecer la URSS al movimiento internacional, no pudieron ser en Moscú- estuvieron 42 países y 1.800 atletas. El aumento ha sido evidente, de forma también paralela a los «normales» y hasta los problemas políticos les han afectado. La presencia de Africa del Sur, por ejemplo, en 1976, provocó la retirada de los países del Este y del Tercer Mundo. En Arnhem se impidió ya su participación, como ahora -desde ayer al 31 -en Nivelles (Bélgica), en los Juegos Olímpicos para disminuidos mentales, otra competición más para minusválidos.

Figuras rehabilitadas

Grandes figuras del deporte fueron en sus primeros años minusválidos o aún lo son, como el doble campeón mundial de pesca submarina, el mallorquín Amengual. Los casos del futbolista Garrincha, doble campeón mundial con Brasil y uno de los mejores extremos de todos los tiempos; de la nadadora y estrella de cine Esther Williams, o de la atleta negra norteamericana Wilma Rudolph, reina del sprint -ganó los 100 y 200 metros y formó parte del relevo 4 X 100- en los Juegos de Roma, son significativos de superación de la poliomielitis. Ahora, el casi increíble récord de Arnie Boldt -que había saltado 1,96 en Arnhem, donde hasta once españoles obtuvieron medallas en distintos deportes, como es habitual- ronda entre el asombro y la conmiseración. El peligro está en los límites. Mientras para un atleta normal el fracaso es sólo relativo, para un minusválido puede ser mucho más perjudicial.

Cabe señalar, por último, cuáles son los deportes «olírnpicos para minusválidos», aunque en otras competiciones se disputen algunos más: ciclismo para deficientes mentales o tándem para ciegos, por ejemplo; en sillas, baloncesto, el más extendido -con canastas a la misma altura-, tiro con arco, esgrima, tenis de mesa, bolos en campo, carreras y habilidad; levantamiento de pesas, tumbado el atleta; tiro, natación, lucha -para ciegos-, voleibol -de pie y sentados o apoyados, algo impresionante-, golbol -un fútbol para ciegos en sala- y atletismo, con carreras, saltos -salvo pértiga- y lanzamientos, menos martillo, algunos desde silla.

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