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Los Gobiernos cambian

, e incluso el casquete polar se desplaza, pero pasan los años y un concierto de Andrés Segovia sigue siendo siempre insuperable, como el buen jerez, dice el crítico musical del New York Times, Donald Henahan, sobre el recital de Segovia del pasado domingo. Comenzó con una ovación en pie y finalizó con otra interminable, después de varias del mismo estilo después de cada pieza, con la audiencia ensimismada y aguantando la respiración mientras «el gran señor de la guitarra clásica» jugaba con el tiempo.Cualquiera podría pensar que Segovia, con sus 88 años, se ha vuelto más pausado, añade el crítico, pero nunca tuvo prisa, y su ritmo es el del narrador seguro de sí mismo. A la audiencia no parecía importarle, «parecía inhalar a fondo al comenzar cada pieza, y respirar sólo cuando terminaba».

«En el curso de una suite compuesta con varias piezas de Bach que son frecuentes en el repertorio de Segovia, la audiencia parecía tan devotamente absorta que el guitarrista, reclinado sobre su ramírez, parecía, más que un artista, un supremo sacerdote», dice Henahan.

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