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Los límites deportivos del hombre continúan siendo un misterio

Los récords en el deporte de alta competición han supuesto desde siempre un reto a la capacidad de los atletas. Determinadas plusmarcas, además, al romper barreras casi míticas en el tiempo, el espacio o el peso, han hecho historia. En natación, el último ejemplo fue la hazaña del soviético Vladimir Salnikov, el pasado 22 de julio, al cubrir un kilómetro y medio en 14.58.27, es decir, a una media de menos de un minuto por cada cien metros. Hacía 58 años que Johnny Weismuller, el Tarzán cinematográfico, que ahora agoniza, había descendido del minuto en el hectómetro. Los límites deportivos del hombre continúan siendo un misterio. Además de las cualidades innatas o la preparación de los atletas, la influencia psicológica es decisiva.

Las barreras deportivas rotas por el hombre, al menos hasta ahora, parece confirmado que lo han sido más por «empujes» psicológicos que físicos. Aunque teóricamente deberían existir unos límites sobre los que la capacidad atlética humana, por grande que fuese, no podría pasar, el hecho real es que, poco a poco, o a veces en saltos enormes e inesperados, el hombre consigue el más difícil todavía.Beamon, al saltar en longitud 8,90, no pasó la barrera de los ocho metros, que sí había logrado Owens -y que también mantuvo largos años, índice de su calidad-, pero impuso hace ya más de doce años un tope difícilmente alcanzable. Sin embargo, en pequeños pasos, otros atletas se le acercan ya. Su compatriota Larry Myricks alcanzó 8,52 en la Copa del Mundo de Montreal, en 1979. El alemán oriental Lutz Dombrowski venció en los Juegos Olímpicos de Moscú con 8,54. Cabe señalar que cualquiera de los dos puede tener mejores condiciones atléticas que Beamon, el cual saltó en México... y desapareció. Ninguno de ellos, sin embargo, se encontró en el momento psicológico tan apropiado como Beamon cuando logró su marca. En su caso, además de su clase innata, también influyeron otros factores, como el ambiente, la polémica del black power, la meteorología, etcétera. Quizá, si algún día coinciden circunstancias parecidas en sus sucesores, el límite de los nueve metros dejará de serlo.

Distintas motivaciones

Por todo ello, las motivaciones que llevaron al norteamericano Johnny Weismuller a romper la barrera casi mítica del minuto en los cien metros libres de natación, a comienzos del siglo, no pueden haber sido las mismas que tuvo el soviético VIadimir Salnikov para bajar de los quince minutos en los 1.500, el pasado 22 de julio. Promoción individual en un entorno social como el estadounidense, contra ejemplo privilegiado obligado de los laboratorios de atletas salidos de los países del Este.En cualquier caso, cuando el 9 de julio de 1922 un muchacho de dieciocho años, de origen austríaco, que había tenido enorme miedo al agua de muy niño -se recuperó nadando de un principio de polio-, entraba en la leyenda del deporte al invertir 58.6 en la piscina de cien yardas de Alameda (California), nadie podía pensar que 58 años más tarde otro nadador podría nadar casi a esa media -exactamente a 59.91- quince veces seguidas la misma distancia. Sin embargo, es muy posible que antes de los próximos campeonatos del mundo de Concord (Estados Unidos), de 1982, incluso en los europeos (de Split del año próximo), otros nadadores puedan ser capaces de lograrlo.

Después de que en máyo de 1954 el británico Roger Bannister, inesperadamente, bajó de los cuatro minutos en la milla, barrera casi mágica, muchos atletas más le siguieron inmediatamente. El australiano John Landy, que «había esperado» largo tiempo, tardó menos de un mes en conseguirlo. Simplemente se le había quitado el «peso psicológico» que suponía una marca más inalcanzable en la imaginación que en sus piernas.

De todas formas, Salnikov, al igual que Weismuller, puede pasar a la historia como mejor nadador, de currículo más completo que Mark Spitz, por ejemplo, elevado a las más altas cimas por su «explosión» solitaria en los Juegos de Munich de 1972. Spitz «se ayudó» de las pruebas de relevos, en las que la densidad de la natación norteamericana le garantizaba otras tres medallas de oro. Además, entonces todavía estaba en el programa -no en Montreal y Moscú, pero volverá en Los Angeles- la prueba, de 4 x 100 libres. En realidad, su único gran mérito fue el dominio que impuso en la modalidad de mariposa, pues su récord de cien metros -prueba en la que ya había sido medalla de plata en México-1968- se mantuvo casi cuatro años en las tablas mundiales.

Johnny Weismuller, en cambio, aparte de ser el primer hombre que bajó del minuto en los cien libres -haría también 57.4 en piscina de veinticinco metros- fue cinco veces campeón olímpico: en cien -con 59.0-, cuatrocientos y 4 x 100, de los Juegos de París, 1924; en cien -otra vez 58.6- y 4x100, de los de Amsterdam (1928). Quizá no lo fue más -siete logró Spitz- por no ser tan amplio el programa. Pero su gran ventaja reside en las 52 veces que fue campeón de Estados Unidos en distintas pruebas y en los 67 récords mundiales que superó, tanto individualmente como integrando equipos de relevos. Johnny, que ahora agoniza medio loco en Acapulco, con 76 años, dejó la natación en 1930, para iniciar una brillante carrera cinematográfica, que le haría mucho más famoso al interpretar a Tarzán en las pantallas. El récord mundial de la prueba lo tiene actualmente el surafricano Skinner, desde 1976, en 49.44. El norteamericano Montgomery fue el primero en bajar de los 50 -otra barrera- el mismo año, con 49.99.

Candidato firme

VIadimir Salnikov, que reciéntemente acaba de estar en España para recibir el premio de la Unión de Periodistas Deportivos al atleta más destacado del año, era el candidato más firme a bajar de los quince minutos en los 1.500 metros libres de Moscú. Campeón de Europa en 1977 y del Mundo en Berlín occidental en 1978 -donde también ganó los 400, prueba en la que igualmente logró el oro en Moscú-, tenía en las largas distancias un único enemigo teóricamente de cuidado: el anterior recordman mundial, el norteamericano Brian Goodell. Vencedor olímpico en Montreal 76, con 15.02.40 -Salnikov fue quinto, con 15.29.45-, mantenía esta plusmarca desde entonces como una larga antesala previa a bajar de los quince minutos, otra de las barreras míticas. El mismo Salnikov, con los 15-03-09 obtenidos en Berlín-78, impuso el récord continental y la segunda mejor marca de todos los tiempos. Sólo esperaba la gran oportunidad olímpica. La lástima en su caso, aunque no empañó para nada su triunfo, dada su superioridad -tres años llevaba imbatido-, estuvo en la ausencia de los norteamericanos a causa del boicoteo. Hubiesen dado realce a su éxito..., sin haber alcanzado quizá ninguna medalla.Cabe señalar que tras Salnikov ganaron en Moscú la plata y el bronce otro soviético, Chaev, con 15.14.30, y el australiano Metzker, con 15.14.49. En Irvine (California), dentro de los campeonatos de Estados Unidos, disputados inmediatamente después de los Juegos, como clara contestación a ellos, el mejor fondista confirmó ser Mike Brunner, veterano de veinticuatro años, medalla de oro olímpica en los 200 mariposa de Montreal, que hizo más de 15.25.0. Goodell, quizá tan poco motivado y tan desilusionado como tantos otros atletas a los que la política dejó fuera de la competición olímpica, sólo fue cuarto, con 15.34.75.

Donde tal vez no hubiera ganado Salnikov, como también lo hizo en Moscú, habría sido en 400 y 4 X 200. No sólo los norteamericanos hubiesen sido demasiado fuertes, sino también el canadiense Peter Szmidt, recordman mundial cuatro días antes de los Juegos, en los que tampoco pudo participar, con 3.50.49. Pero el hecho fue que el soviético, ya con veinte años, aprovechó quizá su última gran oportunidad olímpica. Sus 1,86 metros y 79 kilos de peso «se movieron» nada menos que veinticinco kilómetros diarios cuando la media hasta ahora «normal» para los nadadores de alta competición era entre diez y veinte. A una media teórica de algo más de un minuto por cada cien metros, esta preparación le supondría a Salnikov estar diariamente más de seis horas dando vueltas en la piscina, con entrenamientos «en seco», aparte.

"Esclavitud"

Al igual que en halterofilla se ha comprobado que con más cargas de entrenamiento no se rompen los levantadores y obtienen mayores rendimientos, en natación sucede lo mismo. El único problema estriba en la «esclavitud» auténtica que supone un trabajo tan enorme, por bien planificado que esté, para un teórico amateur. Pero así se rompen las barreras. John Kinsella, otro norteamericano que se dedicó después a «tragamillas» en mar, fue el primero en bajar de los dieciséis minutos, con 15.57.1 en 1970, cuando el más indicado parecía ser su compatriota Mike Burton. Le sucedió lo mismo que al australiano Murray Rose, aunque éste había roto la barrera de los dicciocho. En 1964, Rey Saari, un estadounidense más, había bajado de los diecisiete, en lugar de Rose, con 16.58.7. Burton logró a continuación 16.58.6, 16.34.1, 16.28.1 y 16.04.5. Era el indicado para llevar un galardón más a su gran carrera, pero no pudo. Fue campeón olimpico en México-68, con 16.38.9, y en Munich-72, bajando ya fácilmente, pero tarde, de los dieciséis minutos, con 15.52.8, también récord mundial. Ello demostró, una vez más, que los récords, o cualquier otro logro, dependen de una motivación o inspiración instantánea. Grandes atletas nunca fueron campeones olímpicos simplemente por no estar en forma o lesionados en los momentos precisos.

Superaciones variables

En cualquier caso, incluso en natación, deporte joven y que aún tiene grandes posibilidades de mejora -con la técnica, pero también por la mayor calidad de las piscinas, sin ir más lejos-, los límites acortan sólo relativamente la superación. En la prueba de 1.500, en concreto, donde siempre habrá más margen que en las distancias cortas, las mejoras del récord mundial entre Juegos Olímpicos y Juegos Olímpicos, es decir en el tiempo de cuatro años que se conoce por Olimpiada -y que erróneamente se asimila a los Juegos en sí- han sido alternativamente grandes y pequeños: 41.9 entre 1956 y 1960; 12.3, entre 1960 y 1964; 50.0, entre 1964, y 1968; 16.1, de 1968 a 1972; 50.2, de 1972 a 1976, y sólo 4.1 de 1976 a 1980.La previsión de las computadoras para el récord al fin de este año falló en veintitrés segundos. En lugar de los 14.58.27 de Salnikov se «esperaban» 14.35.00. Pero ya fue bastante asombroso el logro. VIadimir, como un cronómetro, sacó su media de 59.9 a base de 5.0.23 en los 500 metros; 10.00.85, en los 1.000; 11.1.15, en los 1.100, y un final aún más rápido: 3.57.12, en los últimos 400 metros; 1.57.46, en los 200, y 58.05, en los 100 finales. Es decir, mejor tiempo en los 400 que los 3.58.12 y 3.58.82 del norteamericano Rick Demont y del australiano Bradford Cooper, respectivamente, que bajaron por primera vez de los cuatro minutos en los I Campeonatos del Mundo de Belgrado, en 1973, y también una marca inferior, después de recorrer 1.400 metros, que los 5 8,6 de Johnny Weismuller en 1922.

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