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Diez horas de cine para el fin de semana

La programación de este fin de semana registra una importante y, posiblemente, definitiva solución al conflicto de La clave. El debate en directo será sustituido por el coloquio en diferido Tribuna de la historia, un programa anodino que su antiguo director, Luis Ignacio Seco, miembro del Opus y autor del libro La herencia de monseñor Escrivá de Balaguer, traspasó a su correligionario Francisco Bermeosolo, cuando a Seco le encomendaron la dirección de la primera edición de telediario.

De momento, la película de La clave y posterior debate son sustituidos por otra película y un coloquio, aunque sin una relación directa entre sí. Se ernite hoy el largometraje Camelot, de Joshua Logan (1967), con Richard Harris y Vanessa Redgrave, una opulenta, épica y musical versión de la leyenda de Los caballeros de la Tabla Redonda, a la que seguirá el coloquio sobre «la Prensa española en la guerra civil», con la participación de Pedro Gómez Aparicio, Eusebio Cimorra, Eduardo Fuembuena y Eduardo de Guzmán. La «Junta de Televisión Española» acaricia ya la idea de arropar a Tribuna de la historia con una película de cine para que aparente ser La clave, fórmula, por otra parte, que no es original de Televisión Española, sino trasplantada de la televisión francesa.

Todo se andará. La tarde y noche de los sábados, para suplir a La clave, experimentará a partir del día 11 de octubre una seria transformación: a las siete de la tarde iniciarán los ciclos de cine con Eva al desnudo, primero de los doce filines dedicados a Marilyn Monroe, que se emitirá precedido de un coloquio sobre la obra de la actriz.

Desaparecido ya el directo en los fines de semana, el cine será el mayor aliciente de los programas enlatados. Cinco películas se emiten este fin de semana, con un total de 609 minutos; diez horas de emisión que equivalen a una jornada entera de las dos cadenas de Televisión Española. Jean Pierre Aumont e Yvonne de Carlo, en la biografía novelesca de Rimsky Korsakoff (Scherazade); Vanessa Redgrave, también por la primera cadena, y Glenda Jackson, en los papeles de María, reina de Escocia, y su rival Isabel, otra versión biográfica pero muy libre; un western, con Robert Mitchum, un tejano que cruza Más allá del río Grande, para entregar armas a los revolucionarios mexicanos de Pedro Armendáriz, y, por último, Punto límite, cero, un título que podría aplicarse a la actual situación de Televisión Española y que constituye, el máximo aliciente del fin de semana.

El guionista de esta película (Vanishing point) es G. Caín, es decir, Guillermo Cabrera Infante, el escritor cubano, hoy ciudadano británico, cuya novela Tres tristes tigres, que fue Premio Biblioteca Breve, tuvo desde su aparición un éxito rotundo, corroborado con sucesivas ediciones en cubano (la obra está escrita en cubano, y no en castellano) y en numerosas otras lenguas. Hace unas semanas apareció en Londres la edición inglesa. Por otra parte, Cabrera Infante publicó recientemente en España su novela La Habana para un infante difunto, un largo relato en el que, una vez más, confirmó el escritor su gran calidad como narrador.

Esa capacidad de Cabrera Infante se ha manifestado también en su trabajo para el cine, que él siempre ha firmado con el seudónimo G. Caín, con el que publicaba en Cuba agudas críticas de películas que luego fueron recopiladas en su libro Un oficio del siglo XX, obra antológica entre las dedicadas a la apreciación del cine. De Cabrera Infante es también Arcadia todas las noches, una colección de ensayos sobre cine en los que la imaginación del novelista se confunde con la perspicacia del crítico para ofrecer una obra divertida y profunda.

La película Punto límite, cero (1971) es el cuarto largometraje de Richard C. Sarafin, director norteamericano, hijo de emigrantes armenios. Participó en la dirección de numerosos seriales para la televisión (Bronco, Bonanza, entre otros), hasta que, en 1964, logró hacer el primer largometraje, Andy, sobre un enfermo mental de la comunidad griega de Nueva York. Punto límite, cero narra la historia de un probador de coches, Kowalski, quien, por apuesta, se propone entregar un automóvil en un tiempo límite, a través de un largo y tortuoso itinerario. La atenta observación de los heterogéneos ambientes con que entra en contacto el conductor, la crítica contra la indiferencia y las víctimas de la violencia -representadas en Super Soul, el dick-jockey negro y ciego que se pone de su lado y le informa de los movimientos de la policía que le persigue-, hacen que la película sea una reflexión sobre la desolada condición de la nueva sociedad americana. Más allá de sus equivalencias con Easy rider, Punto límite, cero, por su trágico y significativo final, se convierte en un filme acusador y sincero.

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