Victoria lógica, aunque inesperada, de Jabouille en Zeltweg
El francés Jean-Pierre Jabouille, al volante de un Renault turboalimentado, logró en el circuito de Zeltweg, en el Gran Premio de Austria, la segunda victoria de su vida. Ayudado por la tremenda ventaja de la turbocompresión del motor Renault en un trazado tan rápido como el austriaco, Jabouille conquistó un triunfo lógico -aunque inesperado-, que a punto estuvo de perder ante el tremendo acoso del australiano Alan Jones en las últimas vueltas. Jones, pese a todo, se destaca aún más en la clasificación del mundial.Jabouille, un parisiense que el próximo día 1 de octubre cumplirá 38 años, llevaba nada menos que trece meses sin poder terminar ni una sola carrera. Teórico primer piloto del equipo francés, fundamentalmente por sus conocimientos en la tarea de desarrollar y poner a punto el complicado Renault, turboalimentado, Jean-Pierre Jabouille no está considerado como un piloto rápido. Sin embargo, el hecho de que tampoco su compañero de equipo, René Arnoux, sea uno de los más rápidos, le ha permitido regularmente no sólo realizar tiempos similares a los de éste, sino, en muchas ocasiones, incluso superarle. De cualquier forma, el hecho de que hasta la presente carrera Jabouille no hubiese terminado ni una sola en toda la temporada y que, por contra, Arnoux mantuviese una posición teórica de posible candidato al título mundial -aunque lejos del líder, Jones-, había cambiado los papeles en la escuderia Renault, y Jabouille salía para apoyar a Arnoux en este circuito, donde la ventaja de la alimentación con turbocompresor en el motor del Renault es prácticamente insuperable.
Por eso, en las primeras vueltas, una vez que los Renault recuperaron el mando de la carrera -de salida se puso en cabeza Alan Jones-, Jabouille se dedicó más a cubrir las espaldas de su compañero Amoux, controlando al pelotón, antes que lanzarse a un ataque a fondo. Pero cuando Arnoux tuvo que detenerse en boxes para cambiar sus neumáticos, mal seleccionados y degradados demasiado pronto por el esfuerzo, Jabouille vio el camino libre para intentar la victoria.
En un circuito tan tremendamente rápido como el de Zeltweg, donde en las rectas se alcanzan casi trescientos kilómetros por hora y la mayoría de las curvas se afrontan a más de doscientos, con un promedio general en cada vuelta próximo a 240 kilómetros por hora, el Renault de Jabouille no tuvo problemas para distanciarse del Williams de Alan Jones. La superior potencia de los motores turboalimentados -unos sesenta caballos- daba al coche del francés treinta kilómetros por hora más de velocidad punta, con lo que era prácticamente imposible seguirle.
Sin embargo, cuando todo parecía decidido y el espigado piloto francés se encaminaba hacia lo que parecía un fácil triunfo, Alan Jones volvió a lanzar uno de sus ya clásicos ataques. Después de haber cuidado sus neumáticos durante gran parte de la carrera, y consciente de que Jabouille no habla hecho lo mismo, Alan Jones forzó su ritmo, reduciendo su desventaja con respecto al francés de una forma sorprendente, hasta el punto de llegar en la última vuelta a colocarse prácticamente pegado a la parte trasera del Renault.
Pero Alan Jones, más pendiente quizá de terminar en un buen segundo puesto -con lo que aumenta notablemente su ventaja en pos del título mundial-, comenzó su ataque un poco tarde. Se equivocó en el tiempo sólo en una vuelta. Si la carrera hubiese durado una vuelta más -o si Jones hubiese lanzado su ataque final una vuelta antes-, probablemente el vencedor habría sido el australiano.
No fue así, y Alan Jones tuvo que conformarse con terminar la carrera a menos de un segundo del vencedor, el francés Jabouille, aunque claramente distanciado de su compañero en la escudería Williams, el argentino Reutemann, del francés Laffite -retrasado al comienzo por la mala salida de Reutemann-, del brasileño Nelson Piquet y del italiano Elio de Angelis.
Después de esta carrera, y cuando faltan sólo cuatro para que la temporada termine., Jones aventaja en once puntos al brasileño Piquet; en diecisiete, al argentino Reutemann; en diecinueve, al francés Laffite, y en veinticuatro, a los también galos Pironi y Arnoux. El resto ya no tiene ni siquiera posibilidades matemáticas de alcanzar el titulo.
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