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En Barcelona, aplausos al Madrid

El público del Camp Nou aplaudió al Real Madrid. Los goles madridistas fueron ovacionados en Mestalla. A la salida del Manzanares los transistores produjeron alegrías insospechadas. Parece como si el país se hubiera puesto de acuerdo para pedir que el centralismo deportivo perdure. Sólo Núñez, en uno de sus arranques, dio una pequeña espantada en el Camp Nou. A la vista de lo sucedido, a Tarradellas no le queda otro camino que buscar en La Masía su Colombey-les deux-Eglises. Tarradellas sería un buen presidente del Barca.

El Real Madrid nos ha estropeado la Liga. Su obligación era perder en el Camp Nou. Con ello hubiera dado ventaja sabrosa a la Real Sociedad y nos hubiera permitido mantener aspiraciones periféricas durante algunas semanas. Con la derrota en Barcelona, algunos culés habrían dado por bien empleada la cuota de socio. Y alguno quizá habría dicho aquello de «ya puedo morirme tranquilo». Pero esta vez falló Rife, que no supo utilizar el talismán Rexach.Ya no nos queda el recurso del, centralismo. A pesar de ese penalti que se tragó Fandos, el Madrid ganó dignamente y el público acabó reconociendo la superioridad madridista. Sólo nos queda Núñez. Si el presidente barcelonista se nos acongoja habremos perdido toda salsa. Núñez es un condimento picante que requiere un buen vino. Si se nos oculta tendremos un yantar con gaseosa.

Tarradellas logró el alto el fuego en las vísperas que se anunciaban como sicilianas. Durante el encuentro, Núñez estuvo a punto de dar el mitin. El penalti no señalado le impulsó fuera del palco. De Carlos entendió que la espantada obedecía a necesidades fisiológicas, lo que fue una manera fina de decir que su homónimo barcelonista tuvo una diarrea estival, que es la fórmula oficial de simular los brotes coléricos.

El Madrid es el único equipo capaz de dar la talla en los momentos decisivos. Al Madrid el valor no sólo se le supone: lo demuestra cuando hace falta. No hay que engañarse. Al margen los puntitos que le caen a modo de regalo y al respeto que algunos árbitros le tienen a la hora de los penalties o las tarjetas, el equipo siempre sabe dar la cara. En Barcelona parecía condenado a la derrota. Faltó Stielike, que es pieza básica, y García Hernández encarriló con un gol la victoria. Faltó Stielike y Cunningham destapó el tarro de las esencias jamaicanas. Por una vez, Cunningham hizo algo más que tirar córners. También es una ironía que el moreno haya esperado a tan crucial momento para justificar el fuerte desembolso hecho por su club. Al Barcelona, con sus estrellas, siempre le ha ocurrido lo contrario: se han encogido justamente frente al Madrid. Ahora queda la duda de si esta era la gran ocasión de Krankl y Heredia.

Con Núñez en la cuesta abajo no hay más remedio que recurrir a Tarradellas. Hay que cambiar de táctica. Tarradellas sería un Bernabéu en versión Esquerra Republicana. El Barcelona necesita retornar a sus orígenes. Núñez le ha dado al club un sentido estrictamente comercial y le ha quitado el espíritu. Ni siquiera ha intentado ponerle al estadio el nombre de Juan Gamper, ahora que sería posible. Núñez necesita mostrar unas fidelidades que no se le adivinan y por eso desbarra. En el Barça es un advenedizo y ello le obliga a mostrar adhesiones inquebrantables.

El domingo fue aprovechado por Núñez para hacer una jugarreta más. A la hora de entrar en el palco desbarató el protocolo convenido y dejó a De Carlos escorado hacia la izquierda. Una revancha infantil. El público, que tiene más sentido de la hospitalidad que su circunstancial presidente, acabó aplaudiendo al rival. Fue, junto al detalle del público de San Mamés, que repudió un penalti a su favor, lo mejor de la tarde liguera.

Y, a todo esto, la Real Sociedad, sin deshincharse. Arconada lo paró todo y mantuvo a su equipo invicto. Con todo, el fenómeno realista no puede reducirse al bilbaíno de hace unos años, cuando todo se intentaba resumir con decir aquello de «Iríbar y diez más». La Real es un conjunto serio. Es algo más que una buena racha. Descartado ya el Spórting, la Real es la última esperanza que le queda al Campeonato para oponerse al Madrid.

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