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Los obreros siderúrgicos británicos en huelga amenazan con apagar los altos hornos

La huelga siderúrgica, que ha paralizado la producción y movimiento de acero en el Reino Unido por primera vez desde 1926, ha registrado en las últimas veinticuatro horas dos acontecimientos de trascendental importancia para el futuro de la industria del acero en Gran Bretaña y para las relaciones entre el Gobierno y las compañías privadas.El paro en el sector siderúrgico, que se inició el 2 de enero pasado en las instalaciones de la compañía nacionalizada British Steel Corporation, se extendió el domingo a la industria privada, traduciéndose en una paralización total del sector.

Ayer, los representantes sindicales en el condado de Yorkshire de la Confederación Sindical del Hierro y el Acero dieron orden a sus afiliados de iniciar una gradual retirada del personal de los equipos de mantenimiento de los altos hornos, retirada que si se extiende a todo el país puede traducirse en daños irreparables para las instalaciones siderúrgicas. Según han explicado los técnicos, si se permite un enfriamiento de los altos hornos, las pérdidas no sólo se traducirán en millones de libras, sino que algunas plantas no podrán volver a utilizarse en el futuro.

Aunque el equipo de dirección de la corporación del acero se ocupó con éxito del mantenimiento de los altos hornos durante la huelga de mineros en 1974, las posibilidades de repetir con éxito la operación son ahora más dudosas, ya que la huelga ha entrado en su sexta semana. Los técnicos estiman que un enfriamiento de los altos hornos en una sola planta, la de Scunthrope, en Yorkshire, produciría unas pérdidas equivalente a los cien millones de libras (unos 15.000 millones de pesetas) y que volverlo a poner en operatividad, si no se producen daños irreparables, costaría un período de tiempo no menor a los seis meses.

Los líderes sindicales de la industria del acero, conocidos por su moderación, se dan cuenta de los peligros de retirar los equipos de mantenimiento, pero han manifestado que la negativa reiterada del Gobierno a intervenir en la disputa les obliga a adoptar medidas extremas.

Por su parte, el mundo industrial británico, aunque esté perdiendo la batalla de la competitividad, sigue produciendo ideas originales, que si fueran aceptadas, causarían más de un dolor de cabeza a los Gobiernos del mundo.

Retenciones en los pagos de las empresas al Estado

La mayor siderúrgica privada, Hadfield, de Sheffield, ha decidido retener el pago de sus impuestos, de la Seguridad Social y de la tasa del valor añadido hasta que se resuelva la huelga del acero. La decisión adoptada por el consejo de administración de la empresa supone que Hadfield dejará de abonar al Tesoro Público la cantidad de 500.000 libras semanales (unos 75 millones de pesetas). El presidente del consejo de administración, Derek Norton, ha admitido que la decisión de la compañía es ilegal, «pero si el Gobierno nos lleva a los tribunales por falta de pago tendrá que cargar con la responsabilidad de habernos arruinado».El medio millón de libras equivale a las pérdidas que tiene la empresa por tener que hacer frente a una huelga en la que no tiene ni arte ni parte, ya que sus trabajadores no tienen planteada ninguna reivindicación con Hadfield. Los obreros han apoyado la postura de la empresa, y ayer sus enlaces sindicales «marcharon sobre Londres», en un gesto sin precedentes en la industria británica. Los enlaces sindicales y los directivos de Hadfield llegaron a Londres para, en franca camaradería, manifestarse ante la corporación británica del acero y ante la sede de los sindicatos siderúrgicos pidiendo una pronta solución de la huelga.

Discrepancias sindicales

Los obreros del sector privado han hecho saber a su sindicato que si la disputa no se resuelve en el plazo de una semana, a pesar de las recomendaciones de los dirigentes sindicales, se verán obligados a retornar a sus puestos de trabajo.El Gobierno, por su parte, sigue erre que erre en su decisión de no intervenir en la huelga. El secretario de Industria, sir Keith Joseph, ha declarado en los Comunes que no sería justo que los contribuyentes británicos, «la mayoría de los cuales ganan menos que los obreros del sector siderúrgico», contribuyesen con su dinero a resolver una disputa laboral que puede solucionarse a través de un incremento de la productividad.

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