El Rayo no supo forzar el frontón saImantino
El Salamanca fue el domingo en Vallecas un auténtico frontón ante el que se estrelló el acoso sin lucidez del Rayo. Los dos equipos jugaron un pésimo partido, aunque los rayistas dispusieron de cuatro clarísimas ocasiones para haberse apropiado los dos puntos, que, en justicia, les correspondían por su afán. Ángel, el nuevo fichaje madridista, actuó en zona cómoda, pero dejó ver cierta calidad y lucha en sus acciones. En la segunda mitad se limitó a despejar balones.Felipe Mesones, entrenador salmantino, se jugaba la seguridad de una firma en la prórroga de su contrato. Los directivos charros así se lo han prometido para cuando matemáticamente el equipo pronuncie esa palabra mágica que todavía debe seguir mendigando el Rayo: ¡salvados! Con el punto de Vallecas el Salamanca casi puede gritarlo, y con esta premisa puede quedar explicado el desarrollo de un encuentro mediocre y planteado por el técnico «unionista» en base a un descarado sistema defensivo. El paro de los hombres del banquillo es en estos momentos abrumador y no es cosa, ciertamente, de jugarse las pesetas alegremente. Sirva esto como justificación del conservadurismo a ultranza exhibido por Mesones. No arriesgó lo más mínimo. Situó delante de los cuatro pegajosos defensas tradicionales otra barrera con cuatro hombres y dejó solos, en punta, a los extremos Juanito y Báez. Este protagonizó en la primera parte acciones espectaculares, aunque sin ningún peligro, por aquello de la soledad en que se movió. Aquél se bastaría -tras la lesión del zurdo paraguayo-, en la segunda mitad, para inquietar y desconcertar -también sin peligro- a la defensa local.
El Rayo se volcó desde el comienzo sobre el portal de D'Alessandro. Le sobró coraje y entrega, pero le faltó claridad de ideas. Hasta el minuto quince, y tras unos caracoleos de Pozo, no tuvo ocasión de intervenir el excelente meta argentino, en un remate de Puig-Solsona. Sin embargo, las jugadas clave llegarían más tarde. En el minuto veintidós un fallo garrafal en la entrega de Corominas a su meta lo interceptó Alvarito, que llegó a driblar a D'Alessandro. Su disparo posterior tropezó de forma milagrosa en la bota izquierda de Bustillo, que corría sobre la misma línea de gol. En el 36, la chispa que encendió la discordia. Fue una zancadilla nítida, brillante, casi de libro. Pedraza puso a ritmo de «moviola» su pierna derecha sobre la izquierda de Pozo, que, obviamente, cayó al suelo. En el apartado correspondiente a la labor arbitral ya queda señalada la claridad del penalti. Pero quien tenía que haberlo señalado no lo hizo, para desesperación de la hinchada local. Luego, en la segunda mitad, el propio Pozo, Rial y hasta Alvarito quisieron hacer «picar» al colegiaclo con teatrales caídas, por si esta vez se producía la llamada ley qompensatoria. Afortunadamente, aquí no erró el colegiado. Por último, al filo del descanso, un córner lanzado por Landáburu, claro, lo cabeceó Rial al travesaño.
Aún queda por reseñar la cuarta jugada, que pudo, y acaso debió, haber alterado el marcador. Fue ya en la segunda mitad. Transcurría el minuto nueve cuando un centro de Pozo lo cabeceó Alvarito en corto sobre Landáburu, y éste, a tres metros del marco, remató fuerte, haciendo daño a un cartel publicitario. A partir de ahí se apagaron las luces ofensivas rayistas, aunque siguió su neto dominio. Pero éste sólo se tradujo en córners, hasta un total de diecisiete. Fue casi una avalancha de saques de esquina que demostraron la enorme capacidad de Jorge D'Alessandro. La lesión de Báez acrecentó la orfa numérica de los atacantes salmantinos, aunque aquí conviene zar el singular. Sólo quedó Ju en punta, pero lo cierto es que bastó para complicar la existencia a Luna y al propio Uceda. Ya hubo más ocasiones claras. H Angel se limitó a tareas destructoras. Sin embargo, dejó ver destellos de buen jugador. Lucha en el medio campo, defiende, apoya domingo poco- el ataque y, sobre todo, utiliza bien la cintura. no era cosa de exquisiteces. L ma del contrato del entrena gritar ¡salvados! era lo que importaba.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.