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Elecciones 1979

Fernández Ordóñez y Garrigues, los más relajados

Las campañas electorales de Francisco Fernández Ordóñez, ministro de Hacienda, y de Joaquín Garrigues Walker, titular de Obras Públicas y Urbanismo, candidatos números 1 de Unión de Centro Democrático (UCD) por Zaragoza y Murcia, respectivamente, son, tal vez, las más relajadas de cuantas les han tocado protagonizar a ministros del Gabinete Suárez.Relajadas no quiere decir pasivas -tanto el señor Fernández Ordóñez como el señor Garrigues están recorriendo su provincia prácticamente palmo a palmo-, sino poco tensas, faltas de agresividad verbal contra los candidatos de los partidos de oposición. Para los dos ministros el contacto con los posibles votantes es relativamente fácil porque llegan rodeados de cierta aureola de simpatía personal, aureola que ellos fomentan minuciosamente.

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El ministro de Hacienda evita cuidadosamente los ataques violentos contra los socialistas -no en balde es el representante del sector más progresista de UCD- y prefiere basar sus mítines en la presunta eficacia de su partido y en la bondad del programa económico centrista. Para «conectar» mejor con los ciudadanos que va a representar, ha confeccionado, junto con su equipo, un programa-manifiesto para Aragón («el manifiesto de Caspe», le llaman) que explica en cuanto tiene la menor ocasión.

La jornada de Francisco Fernández Ordóñez -que se aloja en un hotel de cinco estrellas de Zaragoza-, se inicia, según informa el corresponsal de EL PAÍS, , a las ocho de la mañana. Muy cerca del hotel está la sede provincial de UCD, donde se reúne todos los días con los gerentes de la campaña. A media mañana comienzan los actos sociales: visitas a personalidades aragonesas y recorrido por los centros fabriles del cinturón industrial de la capital. Todas estas visitas se desarrollan según el mismo modelo: diálogo con los trabajadores -que han sido previamente avisados por el personal directivo- y reunión, en un despacho, con los ejecutivos de la fábrica, para mantener un cambio de impresiones a puerta cerrada.

Antes de comer, el señor Fernández Ordóñez tiene programadas visitas a hospitales, asilos y centros asistenciales diversos, en busca, fundamentalmente, del voto de los ancianos.

Los desplazamientos a las cabeceras de comarca le ocupan a veces todo el día. El ministro pronuncia mítines y participa en almuerzos lo más multitudinarios posible. Procura llegar a estos pueblos precedido de buenas noticias. Así, en Peñaflor, anunció la devolución de las tierras que fueron expropiadas a los agricultores para favorecer la instalación de una factoría de SEAT, fábrica que nunca llegó.

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Su compañero de Gabinete, Joaquín Garrigues Walker, en Murcia, asombra un día y otro a sus paisanos: una mañana aparece en el mercado e increpa cariñosamente a las mujeres que se atreven a confesar que no piensan votarle: «Peor para usted, señora»; por la tarde, puede vérsele, a lo mejor, subido en una impresionante moto BMW, perfectamente encorbatado y con gemelos de oro.

La llegada del señor Garrigues a Murcia estuvo precedida de ciertas tensiones con el número dos de la candidatura de UCD, Ricardo de la Cierva, que no estaba muy dispuesto a ceder la plaza al ministro. Ahora parece que las relaciones han mejorado y se reparten amigablemente las páginas de publicidad que todos los días aparecen en la prensa local. El titular de Obras Públicas, que recorrió ayer las calles de Murcia acompañado por el actor Sancho Gracia, ha rechazado participar en el debate al que le invitaba el candidato socialista Ciriaco de Vicente: «Cirlaco es un buen amigo, pero quiere promocionarse a mi costa. Le he sugerido que vaya al debate otro de mi candidatura y no quiere.»

El señor Garrigues, «el oriundo», como ya le conocen en esta provincia, insiste siempre en dos puntos de interés regional: la autopista y el trasvase Tajo-Segura, pero prefiere las reuniones pequeñas con industriales, comités de empresa, a los grandes mítines.

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