Mísero triunfo del Madrid en un mal partido
El líder estuvo a punto de no comer las uvas a gusto tras su partido adelantado con el Rácing y si las comió la verdad es que tampoco debió hacerlo en ningún momento como festejo de su mísero triunfo. Frente al mismo equipo al que había goleado y eliminado de la Copa una semana antes únicamente logró marcar su primer gol a poco más de un cuarto de hora del final del partido. Previamente, sólo había jugado bien los primeros veinte minutos y tuvo mucha suerte de que el Santander, se tomó a pecho lo de ser un cuadro modesto, sin aspiraciones de triunfo o de puntuar al menos. Para colmo el arbitraje le favoreció en su calamitosidad.El «centrocampismo» del fútbol actual, que muchas veces se convierte en «centrocuentismo», no cabe duda que gana los partidos para los equipos si funciona bien. El partido se planteó con un 3-4-3 por parte madridista y un conservador 4-4-2 racinguista, que trató siempre de perder el mayor tiempo posible. En las defensas y ataques, se formaron las parejas Juanito-Díaz, Santillana-Arteche, Jensen-Pelayo, Víctor-Sol y Marcos-Camacho. En el medio campo, San José-Rojo II, Stielike- Barrero, Del Bosque-Lolo y Guerini-Geñupi.
Pues bien, el Madrid falló con estrépito en su centro de campo el sábado ante el Rácing. San José, con actuaciones espléndidas en lo que va de temporada, se dio menos cuenta que nunca en la ocasión de San Silvestre, que él podía haber sido nuevamente la llave de una victoria fácil y lógica. Lo de fácil, porque mediaba un abismo de calidad entre los dos equipos y lo de lógica, porque además el Rácing vino a Madrid en la liga a no ser goleado como en la Copa. Seguimos sin entender a los equipos que dan los partidos por empatados o perdidos, pero aún existen. El Rácing y Yosu, su entrenador, perdieron la gran oportunidad no ya de empatar, sino de ganar en Chamartín, por falta de ambición. Su centro de campo no buscó el contrataque como debiera, ante los fallos rivales.
Porque si falló San José, no digamos Guerini, que ofreció otro partido a «la vieja usanza Miljanic». Le recomendamos a Molowny que si le quiere seguir alineando -aunque hay cariños que matan- por lo menos lo coloque de hombre libre mientras se recupera Pirri y deje a Wolf jugar en el centro del campo. Entre otras cosas, buena prueba de que el argentino está circunstancialmente en esa posición retrasada la dio el mismo entrenador blanco al adelantarle en el segundo tiempo, dejando a Del Bosque más retrasado como lanzador de centros sobre puerta. El Santander, que jugó con tantas precauciones como en el partido de vuelta de Copa, en esta ocasión no cometió los errores de entonces. Su defensa se mostró más segura, tanto por el centro como por laterales, siempre pegajosos y anticipándose en la jugada, y en lo único que se pareció fue en ser el mismo perjudicado por el arbitraje. Otro gallo le hubiera cantado al Madrid y al partido si el Rácing se adelanta con uno o dos goles en el marcador.
De todas formas, lo curioso del caso, es que el Madrid pudo encauzar el partido en los primeros minutos, cuando todavía no se habían notado esas lagunas y el Santander andaba más acomplejado aún. Damas salvó un cabezazo de Stielike -aplaudido por su coraje, aunque sólo estuviera discreto- a ras del suelo y milagrosamente puso el puño a un «fusilamiento» de Del Bosque, -el único que organizó algo de juego blanco- tras fallo defensivo. Después vinieron el gol anulado y el penalti no pitado y el Madrid, que había despreciado a su rival, se acabó de descomponer. Marcos -el muchachito de diecisiete años, hijo de Marquitos- pudo marcar de cabeza a centro de Víctor -otro juvenil- y Del Bosque salvó un gol en la raya. El partido, que fue totalmente de patio de colegio, o sea, pésimo, era lógicamente dominado por los colegiales. El líder de los aires iniciales de suficiencia pasaba a sentir los posibles de la humillación.
Mala suerte, para el Madrid, fue la lesión de Jensen tras entrada de Barrero. Juanito sólo lució al principio y Santillana nunca, así que tampoco hubo delantera. Roberto, recordando también viejos tiempos, únicamente cumplió en su primera jugada, que remató alto Juanito. Después, en la segunda parte, se pasó el tiempo en el punto de penalti esperando el maná de los muchos centros sobre el área, síntoma de la impotencia madridista para engarzar un juego aceptable. Menos mal que de ese apelotonamiento vino el primer gol. Luego, con los incidentes y en inferiodad numérica visitante, el partido perdió hasta su mínimo punto de emoción. El partido fue tan malo que hasta premió a Guerini con un gol. Verlo para creerlo. Lo mejor del último y lamentable partido del «año pasado» fue que como empezó pronto, también se pudo olvidar pronto.
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