Las razones del socialismo histórico
Presidente del Partido Socialista Obrero Español (Sector Histórico) y candidato al Congreso por la Alianza Socialista Democrática en MadridMuy cerca de un siglo de historia, y no fácil por cierto, tiene el Partido Socialista tú España. De la lealtad de su adscripción ideológica y de la fidelidad a sus métodos de democracia interna y de devoción por los intereses del pueblo queda testimonio a lo largo de las muy diversas épocas que le ha tocado vivir. Su sentido de responsabilidad ante los trabajadores y ante la opinión pública son indudables, incluso en sus errores, menores sin duda que sus infortunios, si éstos se estiman por la moral del éxito, que no inventó Maquiavelo, puesto que la recogió de los usos políticos de entonces; de antes y después, además.
De lo que no cabe duda es de su consecuencia en no pocos principios y en su método de acogerse a la ley para reformarla y elevarla con el acercamiento posible al ideal. Si al bueno de Alfonso el Sabio se le cayó la corona de tanto mirar al cielo, el Partido Socialista ha mirado a la vez al cielo y al suelo y se ha tropezado en no pocas ocasiones con éste. Las más hasido para daño común de nuestra nación y el partido.
La Historia, lección de futuro
Nosotros, socialistas «históricos», con ansia de que todos lo sean, para que a todos nos aliente el ímpetu «renovador», que es la tradición viva, el capítulo de la historia que se escribe día por día, ponemos nuestro pie firme en la tierra materna, para recorrer siempre nuevos caminos, ahora más nuevos que nunca, en trance de redescubrimiento de la democracia, que quiere decir convivencia en la paz civil, sólo posible en la libertad respetada y practicada con ese sentimiento del deber que hace de la conciencia individual la base de la vida política digna y humana. De aquí que ante él momento político, y ahora electoral, de España, la lección de la Historia no puede ser otra que recoger en su esencia el aliento progresista que tuvo memorable expresión en la Constitución de 1812 y cooperar a dejar para la historia del pasado las páginas dramáticas de las guerras civiles y trabajar en el presente por el diálogo respetuoso y sincero de todas las ideas como preludio del método de decidir según el principio de la mayoría. Basta, después de todo, la mitad más uno de votos deliberantes para que se haya encontrado el método de desterrar la fuerza material ,como medio de imponer las ideas que el más fuerte cree justas. Criterio este último elemental, primitivo, cruel y, a la larga, ineficaz.
Referéndum y elecciones
Tenemos demasiados ejemplos -piénsese en nuestro inolvidable Julián Besteiro- de no temer a la impopularidad, para explicar cómo en noviembre de 1976 solicitó nuestro partido el voto favorable al referéndum de la ley de Reforma Política. Importaba más usar una forma democrática, con mayores o menores defectos, que abrir el camino de la democracia que ayudar, incluso sin proponérselo, a la supervivencia de un sistema político de signo muy contrario. Sin comprometer nuestro deber de defensa de las propias ideas, aprobábamos con nuestro voto la iniciación de un camino de empeños de libertad, angosto o amplio, pero camino al fin, que a la voluntad general correspondía afirmar y ensanchar.
Lo mismo que, pedimos el voto para el referéndum, lo pedimos para estas elecciones, que están lejos de ofrecer condiciones por entero irreprochables, siempre difíciles, y más cuando hay una interrupción tan prolongada en el ejercicio del sufragio universal en el pasado, no siempre practicado con pulcritud completa que el socialismo español, con Pablo Iglesias a la cabeza, defendió y practicó siempre. Iglesias, «el abuelo» entrañablemente querido por aquellos obreros y socialistas que no gustaban del culto de la personalidad, fue el primer diputado a Cortes que logró el partido, no antes de 1910 y en soledad significativa. Importa más el espíritu y hábito de la libre ciudadanía que el triunfo mismo electoral y no por precavida renuncia a la mano de doña Leonor.
Ancha es Castilla. Si ancha es Castilla, lo es más la «anchurosa España». Restituida para la democracia, caben en ella todas las ideas políticas y todos los partidos que las defiendan con sinceridad y con respeto al derecho ajeno. Es decir, con respeto de la ley, que cabe reformar y mejorar por el mismo método democrático. De
Pasa a la página 10
(Viene de la página 9.)
aquí que no sea hora de pugnas personalistas, que no debieran tener nunca momento adecuado, sino de contraposición de ideas, sin que la pasión quite conocimiento. España debe estar curada de pasiones y acaso no esté colmada de ideas: la imaginación política creadora no ha sido nuestro fuerte.
La pugna electoral no tiene por qué ser desbordamiento de rencores y de odios. El combate civil debe tener el decoro del respeto mutuo, sin que sea incompatible con la crítica sincera y veraz.
No puede haber partidos legítimos e ilegítimos ante las leyes liberales, que saben que las idea no delinquen. Son los hombres los que pueden, caer bajo la ley penal, la cual no puede carecer de humanidad.
Integración en la libertad
Los aspectos dísociadores, los rencores personales y locales, los recuerdos irritados, son factores que dificultan la buena fortuna de este gran momento de integración nacional que pide con práctica unanimidad la opinión pública y que se exterioriza en la moderacion y el progresismo social que proclaman, todos los partidos. Aleccionado el país, pide paz interior emanada de ese tácito acuerdo que es el secreto de la estabilidad de las naciones y que tiene algo de las bases de todojuego limpio, de absoluta y espontánea obediencia por todo buen deportista. La democracia puede y debe ser alegre, aunque, como todo lo humano, alcance la perfección. Podrán censurarse aspectos diversos de las elecciones norteamericanas, pero no la alegría deportiva que ofrece el debate y que termina con el deportivo reconocimiento que hace el candidato presidencial vencido al vencedor, mucho antes de que acaben las complicadas operaciones de escrutinio.
Casi todos socialistas
Hacia 1934, en su memorable discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, Julián Besteiro señalaba una especie de casi universal reconocimiento de la virtualidad de las ideas socialistas en la imitación y aun en la adopción del nombre hasta por sus adversarios, como el nacionalsocialismo alemán. Hoy puede decirse de nosotros que todos somos socialistas, o por lo menos socialdemocrátas, cuyas diferencias en la política de Occidente no parecen claras. No el afortunado que el socialismo español, en estricto sentido, vaya a las elecciones en tres candidaturas distintas desde la nuestra (Alianza Socialista Democrática) hasta los socialistas llamados «renovados» con las comunes siglas, que, por sí solas prometen situación más amplia y armoniosa, pasando por el Partido Socialista Popular. Mi personal ignorancia me impide advertir profundas diferencias ideológicas, aunque las haya más o menos apreciables en los programas electorales de unos y otros. Mi personal ilusión cree en la gran coyuntura socialista de este momento español (por supuesto, el socialismo- occidental está bien diferenciado del comunismo o a lo menos así lo estimamos muchos), circunstancia que no se beneficia de esta división de correligionarios y afines. El sistema de representación proporcional debe atenuar el daño, aunque no lo haga desaparecer, pues puede darse la confusión de los electores, o su desánimo, o su pérdida de confianza. Mas, así están las cosas, e Amporta a todos los socialistas comportarse como lo que son en realidad: compañeros separados en varias disciplinas que el buen sentido y la estabilidad política del país obligarán a la integración orgánica y a la acción común enriquecidas por la libertad interna y por el fuero de la conciencia política de defender su leal saber y entender bajo una disciplina libremente aceptada llena de responsabilidad.
El interracionalismo socialista ni ha impedido la variedad de sus programas y realizaciones en los diversos países del occidente europeo, ni se perjudica con ello. Por el contrario, ningunas manos con más firmeza sostienen la bandera de la unidad europea y deben aspirar a agrupaciones internacionales más amplias, que por lo que se refiere a nuestro país imponen con la unidad idiomática los sentimientos y las tradiciones de los países iberoamericanos. El internacionalismo se beneficia con estas realizaciones más o menos regionales, ajenas a empeños de poderío político e inspiradas en normas de justicia y decoro internacionales.
Para la política interior, para su integración en leyes más progresivas, constitucionales o no, el socialismo tiene mucho que decir e incluso por su influencia ideología y moral. Para la política exterior, también su programa es intenso y justo. Después de todo, la última raíz del socialismo está muy lejos de todo materialismo y no es otra que el ansia de justicia inmanente en la conciencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.