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La fiesta rojiblanca se estropeó con el partido

El Valencia aguó la fiesta del Atlético de Madrid al vencerle merecidamente. La alegría rojiblanca no pudo exteriorizarse más, aunque el trastorno ocasionado por un Valencia con más jugadores de la tierra que nunca esta temporada, tampoco fue demasiado. Como mucho, de cara a los números fríos de la clasificación, porque el atlético, tras llegar a tener cinco puntos de margen sobre el Barcelona, al final del Campeonato sólo le ha superado por un punto. Quizá por las Ramblas piensen ahora que de haber durado algo más el torneo hubiesen dado caza, pero sólo es una conjetura aún con ciertos visos de razón. El Atlético no jugó el domingo en el Manzanares con la necesidad de ganar, pero tampoco se puede olvidar que el equipo de Luis, en especial su delantera, ha ido a menos según avanzaba la temporada y cuando ha tenido que romper barreras difíciles ha fracasado con estrépito. Victorias sobre Santander o Zaragoza, equipos de menor entidad, aparte.El Valencia, apeado hasta de la Copa de la UEFA la próxima temporada, era el rival amable de una despedida a la postre deportiva. Y lo que se podía prever por tanta alegría y tan poca concentración en lo que exige el fútbol de hoy, llegó. La verbena de las gradas continuó en el terreno de juego. El Valencia devolvió cumplidamente al Atlético de Madrid el 2-3 cosechado por los rojiblancos en el Luis Casanova durante la primera vuelta de la Liga. Sin nada que perder, el cuadro de Mestre se impuso con todas las de la ley al campeón precisamente con la mejor arma que éste había utilizado para llegar merecidamente hasta el título: el contraata

que. Para ello, además, contó con el ejecutor más indicado: Kempes. La primera parte fue aburrida hasta más no poder. Se vio claramente que el Atlético no iba a poder tan fácilmente con la defensa blanca y buena prueba de ello fue la superioridad en ocasiones del equipo visitante. Sólo un tiro de Capón, que rozó el larguero, llevó a los veintiocho minutos marchamo de gol. Y era un defensa. Botubot, con Cano, Cerveró, junto a Ayala y Carrete, ante Leivinha, con Cordero de hombre libre, se bastaban para contener al Atlético. Kempes incordiaba lo suficiente como para ocupar a Alberto, y a toda la defensa atlética, mientras Arias y Tirapu no tenían problemas ante Leal y Robi. El Valencia, con un juego de contención, cerraba huecos cómodamente, agazapado. El Atlético, una vez más, comenzó a utilizar a Pereira para incordiar en el centro del área, pero al precio de perder al hombre de cierre.

Tanta alegría, la previa y la del momento en el juego, iba a ser demasiada. Benegas, que se ocupaba de Kempes, no pudo evitar su internada, tras el pase espléndido de Valdez. Aunque empató el cuadro de Luis en un bonito gol -lo único que hicieron los apagados Ayala y Leivinha- la respuesta inmediata de Eloy, un extremo con maneras, hizo recordar el Liverpool-Manchester del sábado por televisión, final de la Copa inglesa. Naturalmente no costó trabajo salvar las distancias y con el nuevo gol del magnífico Kempes, menos.

El Atlético de Madrid volvió a demostrar que le cuesta abrir defensivas ordenadas y el recurso de la cabeza o la habilidad de Pereira no es más que un retal para tapar la baja forma y el hastío de sus hombres punta. La temporada ha dado ya todo lo que podía dar de sí para el cuadro rojiblanco y el domingo se volvió a demostrar cuando el enemigo enfrente pone más dificultades que un Zaragoza o un Madrid destartalados.

El Valencia, después de su nefasta campaña para las inversiones hechas, vino a lograr un triunfo ante el campeón y con más hombres de la cantera en sus filas que nunca. Menos mal que Kempes, un fichaje rentable, se salva de la quema. Una vez más y ya van bastantes, se ha comprobado que en el fútbol de hoy, sin grandes diferencias entre los equipos, no mandan las figuras, aparte de que cada día hay menos, sino los bloques, la entrega y un esquema práctico.

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