Rebekah Stott, la defensa que atacó al cáncer antes de llegar al Mundial
La central de Nueva Zelanda, titular en el triunfo ante Noruega, superó el año pasado un linfoma de Hodking
De repente, en junio de 2020, notó un pequeño bulto encima de la clavícula. No le dio más importancia porque no le dolía, al punto de que pensó que se había inflamado porque había realizado demasiadas flexiones, preocupada como estaba Rebekah Stott (Papamoa, Nueva Zelanda; 30 años) por coger la forma en su primera temporada en la Superliga Femenina inglesa con el Brighton. Sí que se hizo unas pruebas, pero los resultados no fueron concluyentes, por lo que siguió jugando al fútbol, su gran pasión desde que aprendió a ponerse de pie. Pero el asunto se complicó.
El bulto creció, le empezó a incomodar y, tras varias semanas de espera, pues era en tiempos de pandemia, la biopsia fue clara: tenía un linfoma. No sabía, en cualquier caso, de qué tipo. Decidió volar de Londres a Melbourne junto con dos amigas y, todavía en el hotel por la cuarentena, le llegó el informe: linfoma de Hodgkin. “Derramé alguna lágrima, pero siempre he sido muy positiva y, sabiendo que era un cáncer con un buen pronóstico, me decidí a luchar”, explica. Batalla que con el tiempo ganó, por más que no fue sencillo, y que ahora le vale para volver a comandar la zaga de Nueva Zelanda en el Mundial, vencedora en el duelo inaugural ante Noruega y ahora rival de la enclenque Filipinas.
Stott decidió hacer pública su lucha, pues creó un blog (beatitbystotty.com) en el que contaba su día a día y en el que todavía escribe. En él, con la idea de encontrar respuestas y ofrecerlas a otros en su misma situación, explicaba su realidad, los estragos de la invasiva quimioterapia, con sus efectos secundarios como las náuseas, las úlceras bucales, pérdida de la masa muscular y los retos mentales y emocionales. “Fue un alivio compartir lo que estaba pasando. Es importante demostrar que en un momento difícil, puedes ser vulnerable, pero también que puedes compartir tus pensamientos profundos”, dice. Aunque hubo momentos muy malos a los que replicó con un coraje y una voluntad inquebrantable.
Resulta que con el paso de las sesiones, su energía menguó a pasos agigantados, toda vez que llegó un punto en el que le costaba horrores dar un simple paseo. Y ese era un lujo que no se podía permitir porque durante el tratamiento las citas médicas se multiplican, también los requisitos y la documentación. “Al principio no estaba nada organizada, tratando de llevar todo conmigo en un pequeño bolso. Pronto comprendí que estaría mucho más cómoda y relajada si lo tenía todo en su lugar, por lo que me busqué un bolso adecuado, con distintos compartimentos —para un gorro de lana, botellín de agua, bolsa de semillas de trigo, productos para el cuidado de la piel...—, y eso marcó una gran diferencia”, cuenta. Por lo que se le ocurrió crear los bolsos beat it by Stotty, que se reparten de forma gratuita para pacientes de cáncer.
Durante el proceso, la comunidad del fútbol le mostró su cariño, miles de mensajes que le hicieron más fuerte. “No esperaba que mi historia tuviera tanto impacto”, reconoce; “pero sentí la familia del fútbol mundial”. Y eso le impulsó a volcarse en los demás. Usó el blog para recaudar fondos para el Afeitado más grande del mundo en Melbourne —como señal de apoyo a otros enfermos de cáncer— y obtuvo cerca de 25.000 euros. También, tras un encuentro amistoso del curso anterior entre Australia y Nueva Zelanda, aceptó la invitación de la rival pero amiga Aivi Luik para raparle la cabeza en el césped, ya que era una promesa que había hecho si recaudaba 23.000 euros para la Fundación Mark Hughes, que estudia el cáncer cerebral, ese que golpea a su hermano pequeño.
Por entonces, Stott ya había vencido su batalla. Precisamente, la buena noticia, después de cuatro tandas de sesiones de quimioterapia, le llegó el día en el que Nueva Zelanda se midió con Australia en los Juegos de Tokio. Por lo que 294 días después de que le diagnosticaran el linfoma de Hodgkin, se volvió a poner las botas. Lo hizo con el Bulleen Lions, en Segunda australiana —”ese día no podía quitarme la sonrisa de la cara”, cuenta— y después en Melbourne City antes de regresar de nuevo al Brighton, aunque su carrera ya había pasado por la liga alemana, noruega y norteamericana. Ahora, internacional en 91 ocasiones con cuatro goles en su haber, le ocupa el Mundial.
“Queremos pasar de la fase de grupos, pero creo que lo realmente importante es inspirar a la nueva generación de niños y niñas a jugar al fútbol, a, simplemente, intentarlo”, expone Stott. Pocos ejemplos tan buenos como el suyo.
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