Y pasaron 40 años de Los Ángeles 1984...
Un grupo de jóvenes entusiastas se plantó en EE UU hace cuatro décadas sin comerse la cabeza. Recuerdo nuestra inconsciencia y la repercusión que tenían nuestras
Que sí, que ya sé que es hoy el aniversario. Vale, ahí voy. En 1984, un comando compuesto por 12 de los mejores hombres del ejército español fueron encarcelados por un delito que no habían cometido. No tardaron en fugarse de la prisión en la que se encontraban recluidos…. Espera, para, que esto igual no lo entienden los que no hayan visto el Equipo A, serie que triunfaba precisamente en esos años. Bien pensado. Empiezo otra vez.
Hace 40 años, un grupo de jóvenes entusiastas se plantó en Los Ángeles sin comerse mucho la cabeza sobre sus objetivos. Eso sí, que se jugase en el Forum, pabellón de los Lakers, les hacía mucha ilusión. Para la mayoría (ocho) eran sus segundos juegos después de un cuarto puesto en Moscú, donde, dicho sea de paso, se aburrieron como ostras. La preparación fue un poco caótica, rematada con un par de partidos catastróficos en México que terminaron en sendas tánganas… ¡Stop, para! Estás hablando de uno de los grandes hitos del deporte español. Dale un poco de épica.
(Voz de Gloria Serra). Parece que fue ayer desde aquella mañana donde 12 futuras leyendas del deporte español se reunieron en un hotel en Madrid. La tensión se mascaba en el ambiente. Un par de días antes de empezar la concentración y durante la disputa de la final de la Liga entre el Real Madrid y el Barcelona, se produjo una pelea provocada por llamémosle X (no quiero dar nombres). Todo parecía tranquilo, hasta que Juanito de la Cruz insinuó que Fernando (no quedó claro a qué Fernando se refería) era una mala persona. Sin darnos tiempo a pararle, Fernando (no recuerdo cuál de los dos) le propinó un puñetazo, a lo que Solozábal, que engañaba mucho con esa cara aniñada, respondió agarrándole de los pelos a Llorente…. Eh, eh. ¿Qué haces? Eso es mentira. Hubo reunión, pero duró cinco minutos porque no había problema que resolver. Como me pedías épica. Lo intento una vez más.
Quien les iba a decir a estos 12 héroes aclamados por miles de personas en el aeropuerto de Barajas a su vuelta de Los Ángeles que aquella medalla de plata iba a ser una carga que les pesaría toda la vida. Porque a partir de aquel día, muchos de ellos no supieron digerir bien el éxito y comenzaron una bajada a los infiernos. Sus vidas son claros ejemplos del peligro que tiene triunfar a edad temprana… Nada, déjalo. Estás flipando demasiado.
Esa medalla no les cambió ni un ápice, este grupo está perfectamente, han tenido buenas vidas (una desgraciadamente corta como la de Fernando Martín) y es posible que alguno le haya sacado más rendimiento que otros a aquello. Todo normal. Pero vamos a ver, ¿tanto te cuesta hablar de este momento que pasó instantáneamente a la historia del deporte español?
Mi problema es simple. Llevo cuatro décadas escribiendo en cada efeméride sobre aquel verano. Lo he abordado desde todos los ángulos posibles hasta el punto de que no sé si queda algo por contar. He escrito sobre quiénes éramos y como éramos. También sobre nuestra inconsciencia de lo que estábamos logrando y la repercusión que tenían nuestras victorias en España.
Ayer mismo volví a ver el final de la semifinal ante Yugoslavia y al acabar el partido nuestra reacción es solo un poquito más efusiva que si se tratase de un partido de solteros contra casados. Un abracito, que nos vamos para el vestuario. Y de mi duelo a muerte con Michael Jordan lo he fabulado de todas las formas posibles.
Pero ayer sábado era un 10 de agosto especial y claro, no me voy a quedar mudo, sabiendo que quizás en 2034 no esté tan presentable como ahora. Me limitaré a dos agradecimientos a la vida. Uno por haber podido formar parte de un grupo al que ni el tiempo ni la distancia ha podido hacer disminuir mi cariño hacia ellos, sino más bien lo contrario. Y otro por estar metido en la memoria de las vidas de unos cuantos millones de personas que todavía te siguen agradeciendo aquel verano tan bueno que pasaron con familiares o amigos gracias a una banda de simpáticos chavales que jugaban muy bien a baloncesto.
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