La décima medalla de Allyson Felix, mejor que nunca a los 35 años
Con su bronce en los 400m, la californiana, madre y referente de lucha y compromiso, se convierte en la atleta más distinguida de la historia olímpica
Elaine Thompson, postizo negro, diadema verde, conjunta la bandera jamaicana con los postizos de sus compañeras victoriosas de relevo corto –Briana Williams y Shelly Ann Fraser, amarillo paja atardecer de agosto en Tierra de Campos; y, también de negro y mancha verde, Shericka Jackson—, consigue un pleno Bolt, una tercera medalla de oro (41,02s el tiempo, a 20 centésimas del récord del mundo de Estados Unidos por culpa de unos rudimentarios pasos de testigo) que la elevan a lo más alto del medallero de Tokio, pero la penúltima noche del Estadio Olímpico le perteneció a una atleta que no ganó, Allyson Felix, y su décima medalla.
La hija del pastor de Santa Clarita (California) no es ya la jovencita con las canillas de un pollo y la elegancia de un felino en la zancada que en 2004, en los Juegos de Atenas, a los 18 años, conseguía la medalla de plata en los 200m. La joven comprometida que los domingos daba catequesis y ayudaba a quien lo necesitara ha crecido. Su longevidad deportiva y su tenacidad en la lucha la han convertido en el gran rostro del atletismo norteamericano y en un ejemplo de compromiso.
Como deportista, con la medalla de bronce en los 400m ganados por su amiga rival Shaunae Miller-Uibo y sus zapatillas Adidas de clavos dorados (48,36s, a 11 centésimas del récord olímpico de Marie José Pérec en Atlanta 96), la misma que se lanzó en plancha en Río para derrotarla, por delante de la dominicana Marileidy Paulino (49,20s), Felix consiguió su décima medalla en unos Juegos Olímpicos, más que ninguna otra atleta en la historia. Desde Atenas han sido cinco Juegos, seis medallas de oro, tres de plata y un bronce. Con nueve, se queda la jamaicana Merlene Ottey, participante en siete Juegos.
Ella permanece. Las demás pasan y desaparecen. Salwa Naser, la que ganó el Mundial de Doha, no estuvo en Tokio, suspendida por mentir en sus señas para los controles antidopaje. Tampoco estuvieron las namibias Christine Mboma y Beatrice Masilingi, que contaban con las mejores marcas de la temporada, por estar vetadas por la federación internacional debido a su alto nivel de testosterona endógena. Y aunque hubieran estado todas, ella habría plantado batalla. “Y fue duro, una lucha, llegar hasta aquí”, dice, “Cuando era joven nunca me planteé que fuera complicado llegar a una final, pero te haces vieja, y cada vez es más difícil. Se trata de ser más inteligente. Es una experiencia que te hace sentir humilde, pero es una recompensa ver que puedes conseguirlo”.
Es la cara comprometida, la mujer deportista plena, activista y portavoz de la lucha por la igualdad. Denunció a Nike por su discriminación hacia las deportistas embarazadas, y logró que el gigante del armamento deportivo diera marcha atrás, despidiera a ejecutivos, cambiara su estrategia. Apoyó la campaña Black Lives Matter. Habló. Peleó. Y sacó adelante a su niña, Camryn, nacida hace tres años, prematura, a las 32 semanas, en un parto complicado, con cesárea. Y volvió al atletismo más fuerte incluso que antes. En la final de Tokio consiguió la segunda mejor marca de su vida, 49,46s, solo 20 centésimas más lenta que la mejor, conseguida hace seis años, a los 29, cuando ganó el Mundial en Pekín.
“He dudado en muchos momentos, pensé que no volvería a ser yo misma otra vez”, dice. “Y poco a poco lo estoy logrando. Hay que ir día a día, afrontar las carreras de una en una. Espero que muchísimas madres se vean reflejadas en mí. Yo solo quiero ser un ejemplo para todas, un modelo”.
Si el sábado Estados Unidos consigue una medalla en el relevo largo, del que Felix forma parte, la hija del pastor, la madre de Camryn, la atleta olímpica más distinguida (y tiene 13 medallas en Mundiales), conseguiría su undécima medalla y superaría el récord absoluto, las 10 de su compatriota Carl Lewis. Y este, generoso como siempre, la animó en Twitter a conseguirlo: “Enhorabuena, Allyson. Nunca fuiste mejor que ahora, a los 35 años. Qué carrera más extraordinaria, qué ejemplo. Ahora, a por el relevo…”
Y Felix, en el podio, ríe feliz. Y en la pista brilla su zancada, más hermosa que nunca.
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