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La obligada distancia de Simeone con su hijo Giuliano

El entrenador del Atlético evita la complicidad en público con el atacante rojiblanco para no generar suspicacias con el resto de la plantilla

Giuliano Simeone
Diego Pablo Simeone junto a su hijo Giuliano, el pasado octubre.Diego Souto (Getty Images)
Ladislao J. Moñino

La presencia en un vestuario del hijo de un entrenador mal gestionada puede ser una bomba de relojería. Las sospechas de nepotismo son inevitables. Lo sabía Diego Pablo Simeone cuando durante la gira asiática de este verano tomó la decisión de incluir en el plantel del primer equipo a Giuliano. Desde entonces, se ha preocupado muy mucho de marcar las distancias con su hijo en público y en el día a día del equipo. En Salzburgo, Giuliano abrió el marcador de un partido trascendental en el que el Atlético se jugaba acabar entre los ocho primeros de la liguilla de la Champions League. La reacción de su progenitor fue no mostrar la efusividad de hincha que suele exhibir con los goles de su equipo. El orgullo le corrió por dentro. Tampoco suele saludar a los jugadores que cambia durante los partidos y con Giuliano no hizo ninguna excepción cuando le reemplazó. Nadie en el Atlético niega que incluso el Cholo, para evitar suspicacias, pudo retraerse de concederle más minutos en el inicio del curso o de mantenerle más tiempo en el campo en partidos en los que lo estaba haciendo bien y lo sustituía.

Simeone no se siente cómodo cuando le preguntan por su vástago. También evita cualquier tipo de situación o imagen que muestre indicios de complicidad. Llegan por separado a los entrenamientos y se marchan sin ningún tipo de expresión del tipo “te espero” o “nos vemos en casa” aunque tengan comida familiar. No se juntan ni en las gradas del Cerro del Espino cuando van a ver los partidos del Rayo Majadahonda, club en el que juega Gianluca, el hijo mediano del Cholo. Se sientan por separado para no propiciar una estampa familiar en público. El fin de semana pasado fue la vez que más cerca se acomodaron porque Giuliano ya genera revuelo entre los aficionados cuando hace acto de presencia. Se sentó en la parte baja de la tribuna, pero unos cuantos graderíos más arriba. La escrupulosidad con la que Simeone trata de manejar la relación profesional padre-hijo la vivió recientemente Pablo Motos, que trató juntar a ambos. El presentador de El Hormiguero recibió un no de los asesores de comunicación del preparador argentino.

Giuliano, que fichó por el Atlético con 16 años procedente del River Plate, se independizó de su padre desde que regresó de la cesión al Alavés. Antes había convivido con su progenitor en el domicilio de este en la lujosa urbanización de La Finca. Ahora reside en un adosado en Pozuelo junto a su novia. Lo que sí sería difícil de creer es que en las reuniones familiares en las que coincide con sus hermanos y su padre no comenten nada porque ellos mismos admiten que hablan mucho de fútbol.

Hacia afuera, Simeone trata de ser siempre lo más aséptico posible, aunque el miércoles, en la sala de prensa del Salzburgo Arena, no pudo evitar ensalzar lo que considera que es la gran virtud del chico. “Está en un momento muy lindo, muy bueno, lo que destaco más de él es su energía, es diferencial. Transmite algo que es muy difícil de ir a comprar, lo tienes o no lo tienes”. Esta ha sido la mayor loa pública que Simeone ha tenido con su hijo desde que lo tiene como pupilo. “Luego tiene cosas para mejorar y crecer, pero esa energía ojalá la pueda sostener y mantener porque va a ser importante para su vida”, abundó el Cholo.

Entre las exigencias que Simeone padre le ha impuesto a Giuliano está marcar goles pese a jugar en la banda. Giuliano se formó como nueve de área clásico, pero su punta de velocidad es la virtud que lo ha convertido en jugador de Primera División. Sin esa capacidad de aceleración con la que ya ha registrado picos de velocidad de 35 km/hora en algunos esprines no se habría instalado en la élite y en el once titular del Atlético. La temporada pasada sus ahora compañeros la sufrieron cuando el Atlético visitó al Alavés, equipo en el que Giuliano jugó cedido. Ese día, desempeñándose en la banda izquierda, hizo estragos en la defensa rojiblanca y fue clave en el triunfo del conjunto vitoriano. Ese mismo día, también comenzó a ganarse el respeto de los futbolistas con los que ahora comparte vestuario.

En el último amistoso del Alavés antes de iniciarse el curso, Giuliano se rompió la tibia y el peroné. Ahí Simeone, no dudó en ejercer como padre. Se enteró del grave percance cuando conectó el móvil después de aterrizar de la gira veraniega del Atlético. Después de más de diez horas de vuelo, cogió el coche y se fue hasta Vitoria para explicarle a Giuliano que eran gajes del oficio y que lo aprovechara para regresar con más fuerza. La fortaleza física y mental del chico le permitió acortar en más de un mes los plazos de recuperación. Su final de temporada le valió para representar a Argentina en los Juegos de París y abrirse un hueco en el plantel rojiblanco. En agosto, Scaloni le convocó para la absoluta.

“Desde que llegué al Atlético de Madrid solo pensé en trabajar. Es el club de mi vida. Ya lo dije siempre. Estoy muy contento de estar acá cada día que me levanto. Para mí entrenar con jugadores que son campeones del mundo, leyendas del Atlético de Madrid, con tanta experiencia, es una oportunidad muy grande”, valoró Giuliano en Movistar al término del partido con el Salzburgo. “Y lo quiero aprovechar al máximo, aprender mucho de ellos y seguir mejorando en cada detalle que pueda”, prosiguió Giuliano. La humildad también es un requisito que le ha impuesto el padre a la hora de hacer declaraciones en público. Es inevitable ver en el hijo el mismo entusiasmo identitario que empleaba el padre como jugador. La hinchada del Atlético también se lo ha reconocido ya con varias ovaciones en el Metropolitano. La afición jalea cuando Giuliano, como el Cholo, hace aspavientos para que animen. La frialdad que preside la relación profesional se funde en un caso excepcional. El Atlético es el único equipo que cuenta con dos coreógrafos emocionales en los partidos. Uno en el banquillo y el otro en el campo.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.
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