El VAR extravía al fútbol en los detalles
Los agarrones en el área se permiten ya abiertamente, salvo casos de inmovilización extrema. O a los porteros se les deja perder el tiempo a su libre albedrío, nunca se aplica la norma de los seis segundos y el consiguiente castigo con indirecto
De las varias cosas que le reprocho al VAR, la que más me molesta es cómo va extraviando nuestra atención en detalles, deformando la visión clásica del juego. Desde su llegada se van cargando de minucias las instrucciones a los árbitros, que por esos vericuetos pierden el concepto natural del fútbol, de esencia bien sencilla. Se hila finísimo en según qué cosas, y se traga sal gruesa en otras.
Los agarrones en el área se permiten ya abiertamente, salvo casos de inmovilización extrema. O a los porteros se les deja perder el tiempo a su libre albedrío, nunca se aplica la norma de los seis segundos y el consiguiente castigo con indirecto. A esto, al indirecto en el área, los árbitros le tienen un temor gremial que lo ha llevado a su casi extinción. Mientras, se mide el fuera de juego por el pelo de una gamba, o nos distraemos con menudencias que la nueva mirada convierte en agravios mayores. Todo un extravío del sistema, bien visible en el partido de Mestalla.
El penalti de Tárrega sobre Mbappé lo fue para el árbitro, pero fue penaltito si se compara con tantas cosas que se dejan pasar. No cabía revisión “porque hay contacto” y en ese caso el protocolo VAR determina que el juicio de si es o no suficiente es exclusiva del árbitro. Lo lanza Bellingham al poste y sale rebotado. Primera menudencia: Dimitrievski se ha adelantado tres dedos, lo que a juicio de los madridistas debió provocar la repetición; pero la última consigna es que si el adelantamiento es mínimo y no influye, se puede dejar pasar (¡?). Segunda menudencia: el defensa que despeja, Tárrega, ¿entró o no antes del lanzamiento en el área? Cuando Bellingham golpea tiene los pies fuera y la cabeza dentro; está fuera, según la norma del viejo testamento, ésta no cambiada, pero enviciados por las dichosas rayitas del fuera de juego, muchos interpretan que está dentro, lo que sería un segundo motivo para repetir el penalti.
Voy al rifirrafe Dimitrievski-Vinicius, por el que el brasileño fue expulsado. El madridista cae en el área, el meta le da un golpe en la espalda, como despectivo, y Vinicius se levanta y lo aparta con las dos manos... ¿En la cara? Primer quid de la cuestión. Por lo que sea, han decidido que los toques en la cara resultan intolerables. El VAR avisa, el árbitro acude y decide la expulsión. Pero, ¿era la cara? El madridista aprecia más bien que era el cuello y la oreja, pero, ¿algún dedo alcanzaría algo del rostro?
Y más: ¿estaba el juego parado? Si el balón está en juego la agresión es menos grave, aun cuando esté lejos de agresor y agredido. Fue un apaño que se hizo cuando en la Supercopa de Sevilla de 2021, Messi atacó por la espalda a Villalibre con el balón muy lejos. Ahí nació esta doctrina, para dejar la suspensión al crack en dos partidos. Ahora tenemos el referente próximo de Óscar Rodríguez, del Leganés, al que le cayeron cuatro partidos por una jugada como la de Vinicius. En su caso, el juego estaba detenido. En el de Mestalla, Soto Grado pregunta a la sala VOR si en el momento de la agresión el juego estaba detenido y Muñiz Ruiz le contesta que sí, pero luego en el acta no pone eso, sino algo más benévolo, que “no estaba en disputa”. Si se considera infracción grave digna de cuatro partidos, su efecto se extenderá fuera de LaLiga y no podrá jugar la Supercopa. Todo un espacio para una buena discusión teológica. ¿Rostro o no rostro? ¿Juego detenido o balón o no en disputa? En la vieja Bizancio entusiasmaban estos temas.
Un gran árbitro francés, Michel Vautrot, que solía dar charlas de orientación a las nuevas hornadas internacionales, repetía un concepto: “El arbitraje debe ir orientado a cazar elefantes, no hormigas”. Justo lo contrario de lo que se hace ahora. Vale agarrar en el área y se acude presuroso al reclamo del teatrero que se hace el muerto. Y el debate general se desvía por ahí, convirtiendo el fútbol en un memo galimatías.
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