El Celta fulmina a Rafa Benítez y pone al frente del equipo a Giráldez, entrenador del filial

El proyecto a largo plazo con el que el Celta trataba de construir su futuro ha saltado por los aires con la destitución de Rafael Benítez, la referencia en el banquillo con la que se había llegado el verano pasado a un acuerdo por tres temporadas, quizás una stazione termini para un adiestrador de 63 años. La nueva presidenta del club. Marián Mouriño, asumió aquella gestión como la piedra angular de su mandato para tomar el relevo de su padre, máximo dirigente del equipo gallego durante los 17 años anteriores. Se anhelaba una estabilidad que los resultados y los temores han dinamitado: el Celta apenas ha ganado cinco partidos en 28 jornadas y tras la victoria del Cádiz ante el Atlético tan sólo está a dos puntos de distancia de los puestos de descenso. En Navidad ya se había roto con Luis Campos, que se encargaba de una inédita asesoría deportiva externa. Poco antes de Semana Santa cae el técnico. “No ha obtenido los resultados esperados”, explica el club en un comunicado. A diez jornadas del final asume el mando Claudio Giráldez, entrenador del filial.

El nuevo conductor del Celta tiene 36 años y en apenas tres años en el club se ha labrado un prestigio que le ha llevado a estar en el radar del fútbol profesional. El filial que dirigía hasta hoy se clasificó la campaña pasada para jugar el play-off de ascenso a Segunda División, posición en la que se ha asentado esta temporada tras lograr victorias tan icónicas como la obtenida en Riazor ante el Deportivo. Su elección entronca además con una de las demandas a partir de las que se objetaba más el trabajo de Benítez, al que se le achacaba no dar oportunidades a los jóvenes. Hace apenas quince días, en el partido que el Celta disputó en Almería, se rompió una racha de 675 partidos en los que el equipo había alineado de inicio a algún futbolista surgido en su vivero. Fueron quince años sin una ausencia semejante.

Con todo, el periplo de Benítez en el Celta estuvo condicionado por la relación del club con Luis Campos, el pretendido gurú que dirigía, mientras compaginaba su trabajo con la dirección deportiva del París Saint-Germain, una secretaría técnica que tomó decisiones como la de traspasar en el verano de 2022 a Brais Méndez a la Real Sociedad por 14 millones de euros. Un año después el que salió del club fue Gabri Veiga, otro referente de la cantera que se marchó a Arabia por 30,6 millones de euros, a pesar de que su cláusula de rescisión estaba fijada en 40 millones. Los ingresos por el joven mediapunta los destinó el Celta a pagar los traspasos de Douvikas, Carles Pérez, Starfelt, Tadeo Allende, Dotor y Ristic, futbolistas sin apenas peso en el equipo. Además de ellos llegaron también con la carta de libertad Bamba, Manu Sánchez y Guaita, a los que se añadieron Manquiillo y Jailson ya con la dirección deportiva en manos del mexicano Marco Garcés.

En los dos últimos años la plantilla del Celta ha perdido talento e identidad y Benítez, que siempre presentó el aval de su trayectoria para defenderse de las críticas y deslizaba que le habían entregado una plantilla con carencias y que el club debería de mejorar su andamiaje para poder crecer, puede considerarse una víctima colateral de una gestión errática. “Es un sueño que esté con nosotros”, deslizó Carlos Mouriño cuando el entrenador madrileño llegó a Vigo. “Trajimos a un arquitecto (por Campos) y ahora viene un buen ingeniero, que sentarán las bases de un futuro esplendoroso”, advirtió Mouriño. Ahora Claudio Giráldez, cuyo compromiso con el club vence a final de temporada, será el vigésimo entrenador del equipo en los últimos 17 años y se estrenará el próximo domingo en el campo del Sevilla antes de un parón tras el que recibirá en Balaídos al Rayo Vallecano.

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