Del “Rafa, no me jodas” a la programación neurolingüística
Los diálogos entre Guerrero y Mejuto contrastan con el lenguaje artificial, falseado y poco creíble, con el que opera el VAR en la actualidad
Recuerdan aquello del “Rafa, no me jodas”? Fue un adelanto del VAR, pero sin VAR. Ocurrió en La Romareda, cuando un linier con vocación de sexador de pollos que se haría célebre por entrometido, Rafa Guerrero, sobresaltó al árbitro, Mejuto, cuando el Zaragoza salía al contraataque tras despejar un lanzamiento sobre su área:
–¡Penalti y expulsión!
Mejuto tuvo que acudir a su lado:
–Vaya, joder, Rafa, me cago en mi madre… ¿Expulsión de quién?
–Del número seis…
El barcelonista Couto y el zaragocista Aguado (el seis) habían tenido un entrevero en el salto. Luego, cuando Couto regresaba hacia su campo recibió una colleja, todavía en el área, pero no de Aguado, sino de Solana. Eso es lo que vio Guerrero, pero equivocó el autor. Mejuto expulsó a un inocente, pitó un penalti que dio paso a la remontada del Barça, que perdía 3-2 y acabó ganando 3-5 en una Romareda encrespada. Y Rafa Guerrero saltó a la fama .
Mejuto no dijo “Rafa, no me jodas”, como ha quedado, sino “vaya, joder, Rafa, me cago en mi madre…”. Pero es lo mismo. También podría haber dicho, por ejemplo “no me líes, Rafa, ¿quieres que expulse a uno de casa y les pite penalti en contra por una jugada que no he visto, me quieres echar el público encima?”. Aquello lo cazó una tele en su limpia espontaneidad.
Contrasta con estos diálogos de las revisiones en el VAR que nos ofrece el CTA con lenguaje falseado según algo que llama (formalmente) ‘Programación Neurolingüística’, que consiste en meter en la cabeza de los árbitros un modo de hablar poco creíble por lo artificial. Por si no tuvieran bastante en lo que pensar, ahora deben ir a la pantalla del VAR sabiendo que sólo no hay que decir tacos, por supuesto, sino tampoco determinadas palabras (‘pero’ entre ellas) y mantener con el sexador de pollos emboscado en la sala VOR una charla ‘constructiva, no restrictiva’, evitar actitudes de discrepancia y emplear una jerga muy salpimentada de inglés, que se note que hemos ido al colegio. “Llamada a un OFR (On Field Review, y no “ve a la pantalla”), cámara High Behind (tras la portería), Super Slow (súper lenta), Loop (bucle, repetición insistente), High Close Up (plano corto), Frame (imagen parada), Atacking Possesion Phase (fase de ataque), reducible a APP para que, como en OFR, ni los que sepan inglés lo entiendan, Reverse (el otro lado)… Y algo en castellano colado con cierta intención críptica, como ‘dinámica’ por acción en movimiento. Por no extenderme más.
Una especie de constructo tipo inteligencia artificial, como si se dudara de que los interlocutores la tuvieran natural en suficiente grado como para entenderse como seres humanos, al estilo de Mejuto y Guerrero en aquel día de marras.
Huir de las discrepancias, por cierto, ata de pies y manos al árbitro de campo, le obliga a resignar su primacía en favor del emboscado, que parece estarle repasando una lección hasta que él asume su ignorancia previa. Ya De Burgos Bengoetxea se ha llevado una bronca porque en el Celta-Valencia le dijo a Ortiz Arias “tú déjame a mí” cuando le estaba agobiando desde la sala VOR.
Escuchar estas charlas ha contribuido a empeorar el desastre. Ese lenguaje impostado y oscuro sólo sirve para acentuar en los suspicaces, que en cuestión del fútbol y nuestros colores somos todos, la impresión de que hay una conspiración taimada que orienta las cosas en favor del enemigo. Cuando en realidad lo que hay es un enemigo común, el poderío creciente de una gigantesca tropa de cebollinos que desde lo más alto están degradando el Reglamento y enloqueciendo a los árbitros.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.