“Si no tenemos en quién mirarnos es muy difícil saber qué queremos ser”
María de los Ángeles Rozalén Ortuño (Albacete, 1986), conocida por todos como Rozalén, es una cantautora española cuya infancia está atravesada por los éxitos futbolísticos del equipo de su tierra
Rozalén tenía seis años cuando el equipo de la ciudad en la que nació y creció estuvo de repente en boca de todos. A principios de los 90, El Queso Mecánico, como se conoció al plantel del Albacete Balompié dirigido por Benito Floro, pasó en dos años de Segunda B a quedarse a un punto de clasificarse para la antigua Copa de la UEFA. La cantante todavía recuerda los nombres de los integrantes del once, frases del himno y, sobre todo, cómo aquel equipo hizo soñar a sus amigos, compañeros de clase y, especialmente, a su padre y su hermano.
El Albacete forma parte de su educación sentimental. Por eso, aprovecha su visibilidad actual para dar voz e impulso a su sección de fútbol femenino cuya pujanza le hace sentir orgullo. “Son solo unos pasitos, de los muchos que hay que dar”. Y cita Ladies Football Club, una obra de teatro dirigida por Sergio Peris Mencheta en la que las mujeres ocupan durante la guerra el lugar del hombre, no solo en las fábricas, también en el césped. Luego, tras el armisticio, se les prohíbe dar patadas a un balón. Rozalén, henchida por el nuevo ascenso a LaLiga SmartBank del club masculino de su ciudad, quiere ser parte del cambio que haga del argumento de esa obra pasado remoto.
La experiencia de Rozalen en su propia voz
¡Hola! Soy Rozalén. Hay mucha gente que me para por la calle, pero lo que me sucedió en la cafetería justo debajo de mi casa en Albacete me dejó alucinada. Se acercó a mí con pudor, y yo no me lo podía creer. ¡Era Catali! Quizá a vosotros hoy no os suene de nada, pero yo tenía la casa llena de pósters suyos cuando era una niña. Él fue el capitán del equipo que hizo estar orgullosos a todos los albaceteños, el equipo que volvió locos a mi padre y mi hermano. Ellos eran unos fanáticos, y yo, desde entonces, me quedé también prendada del fútbol. Todavía me gusta seguirlo e ir a ver grandes partidos.
Recuerdo que, cuando íbamos a hacer la compra al Pryca, cerca de las cajas había cestas con casetes con el himno del Alba. Y con un rap, que todavía recuerdo: “¡No pasa nada, tenemos a Conejo! Con orgullo y fuerza cantaré… Albacete Balompié”. Todavía tengo esas reliquias guardadas junto con las camisetas del Alba. Estuve hablando con Catali porque en noviembre, durante mi gira latinoamericana, toco en Costa Rica. Allí, Conejo, nuestro portero de entonces, es una persona muy querida. Siempre que voy por allá me preguntan por él y por aquel equipo mítico. Esta vez, gracias a Catali, espero poder verlo y traérmelo al concierto.
Había partidos en los que mi padre se ponía casi tan nervioso como en un concierto mío. De hecho, a veces los tenía que ver en diferido, cuando ya sabía el resultado. Con él compartía mis nervios, como cuando un día me escribió Pau Gasol por Twitter. ¡Sus ídolos deportivos admiraban la música de su hija! Él tenía relación con mucha gente del deporte, como Del Bosque. Era un enamorado. Falleció hace cuatro meses. Lo echamos tanto de menos…
Se ha perdido el nuevo ascenso. A mí la noticia me pilló en Jaén, el día antes de mi cumple. Recuerdo que agarré el micro y le dije al público: ¡hoy estamos de celebración! Mola mucho cuando los equipos humildes consiguen grandes logros.
Cuando el Albacete creó una sección femenina yo sentí un orgullo enorme. Subí una foto a redes con Bea, la intérprete de signos que suele acompañarme en mis actuaciones. Las dos con la camiseta. Y las reacciones fueron un boom. Como vivo en Madrid, también se me han acercado otros equipos por los que también siento simpatía, como el Atleti femenino o incluso el Estudiantes de básquet.
De pequeña, yo preferí el vóley, era terrible jugando al fútbol, pero mis amigas Laura y Nieves se repasaban a la mayoría de los chicos del cole. Algunas de las que de crías jugaban mejor que los chicos acabaron estudiando INEF. Carecían de los referentes en los que mirarse para haber intentado ser futbolistas. Si no tenemos en quién mirarnos es muy difícil saber qué queremos ser.
Yo elegí Psicología, aunque deporte sigo practicando mucho, también por una cuestión de salud mental. Es mi vía de escape: si no pudiera practicar deporte en la naturaleza, con toda esa presión que supone exponerte ante miles de personas, estoy segura que lo gestionaría todo mucho peor.
Todavía no he escrito una canción de fútbol, pero muchos de los cantautores argentinos que me gustan son capaces de convertir letras suyas en himnos, donde caben esos lololos que canta toda la grada junta. Es algo que me fascina y tienen en común el fútbol y la música: su capacidad para generar comunidad. La parte que me gusta más de este deporte, como cuando era niña, es el amor, su fuerza para unir gente.