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Blogs / Deportes
El Montañista
Coordinado por Óscar Gogorza

El gran festín de Kilian Jornet: 177 ‘tresmiles’ pirenaicos en ocho días

El ultrafondista catalán recorre 485,65 kilómetros, acumula un desnivel de más de 43.000 metros y suma un total de 155 horas de actividad física en un reto alucinante

Kilian Jornet en el Pirineo, en una imagen cedida por Lymbus.Vídeo: EPV

Sorprender y seguir inspirando a su enorme legión de seguidores. El reto es mayúsculo para Kilian Jornet, siempre amenazado por la posibilidad de caer en la repetición, de actuar siempre en la misma escena. Afortunadamente, su repertorio es tan vasto como sorprendente. Su último golpe de efecto resulta tan lógico como original: regresar a casa bien cerca del refugio de donde se crió para regalarse un atracón de movimiento, un viaje por las montañas que le vieron crecer hasta convertirse en el gran fenómeno que sacó de la marginalidad el placer de correr por senderos y caminos. En apenas 8 días, eso sí frenéticos, Jornet ha ascendido 177 montañas pirenaicas de más de 3.000 metros (oficialmente, los Pirineos observan 212 ‘tresmiles’), ejercicio mayúsculo que viene a sumarse a todos los entorchados logrados en las carreras más relevantes de ultrafondo, a sus enormes travesías a la carrera, a sus incontables récords, a los títulos logrados como esquiador de montaña, a sus grandes descensos alpinos, a su velocidad en el Everest o su perfil de alpinista en el mismo Everest pero en una ruta tan exigente como su arista oeste. Aparentemente, Jornet lo ha hecho todo, y todo lo ha narrado en libros, explicado en charlas y en entrevistas. No parece, sin embargo, que le haya alcanzado el aburrimiento, ni la presión inherente a la creación y lanzamiento de su empresa de calzado y material de montaña, NNormal. Nada parece apartarle de su insaciable deseo de explorar y conocerse, de seguir creciendo contra el paso del tiempo. Es como si el desgaste tras 20 años de carrera en primera línea no hiciese mella ni en su organismo ni en su motivación.

El alpinista Kilian Jornet, en una imagen cedida.
El alpinista Kilian Jornet, en una imagen cedida.

En su gran cabalgada pirenaica, Jornet ha recorrido 485,65 kilómetros (un maratón y medio diario), acumulado un desnivel de más de 43.000 metros para un total de 155 horas de actividad física y un veredicto: “Ha sido una de las cosas más duras que he hecho nunca”. Su epopeya arrancó el pasado 2 de octubre a la sombra del Pico Frondella (Sallent de Gállego, Huesca) y finalizó ocho días después tras descender de la Pica d´ Estats, en el Parque Natural del Alt Pirineu. Resultó un viaje tan físico como de la memoria que la mayoría de las cimas pirenaicas más representativas las había descubierto a los 13 años de edad: Balaitús, Garmo Negro, Vignemale, Cilindo, Monte Perdido, Posets, Aneto… y así todo el imaginario de los grandes escenarios de una cadena de montañas que se estira, crece y decrece desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo. La bulimia se acepta entre los grandes montañeros, su deseo de encadenar cimas, senderos, flotar por sus crestas, subir y bajar sin fin, transitar de los valles hasta las cumbres para volver a empezar en un bucle de feliz agonía, como si el contacto con la civilización quemase o rompiese el encantamiento. En las montañas, lejos de todo y de todos, uno puede huir o buscar. Eso sí, hubo días en los que Jornet no tuvo tiempo para ensoñaciones: llegó a encadenar más de 40 cimas en una misma jornada (algunos invierten media vida en lograrlo) o llegó a caminar y a desplazarse en bici durante 39 horas seguidas uniendo tramos de su periplo sin descanso.

Cierto es que los viajes ‘cero emisiones’ conocen un auge cada vez mayor: viajar a pie, a la carrera o en bicicleta sin usar modos de transporte que empleen combustible o sean impulsados mediante baterías. El reto es tanto físico como logístico, una postura modesta pero tenaz que la pandemia de la covid alentó: no hace falta dar la vuelta al mundo para encontrar aventuras que pueden asumirse a la vuelta de la esquina. Una lesión frustró los planes de competición del ultrafondista catalán, y fue en ese impasse cuando consultó con varios conocedores del Pirineo acerca de la posibilidad de unir un sinfín de cimas en un espacio reducido de tiempo: “Al principio no sabía siquiera si el reto era posible o una locura”. Obviamente, era una locura.

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