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Carolina Marín pierde la final y no consigue su cuarto mundial de bádminton

Después de cinco años y dos graves lesiones, la española volvía a disputar el título, pero no pudo ante la número uno Se Young An (21-12 y 21-10)

Carolina Marín pierde en la final del mundo de Bádminton de CopenhagueFoto: MADS CLAUS RASMUSSEN (EFE) | Vídeo: EPV

Lo intentó hasta el final Carolina Marín, pero no tuvo opción ante la joven Se Young An, de 21 años y número uno del mundo. No dio ninguna oportunidad a la española, que pierde su primera final de un campeonato mundial después de haber ganado las tres anteriores (2014, 2015, 2018). Se presentaba la andaluza de 30 años en la final sin haber perdido ningún set durante toda la semana. Su gran juego y su dominio en los partidos daban la esperanza de que se alzase con su cuarto título mundial, pero se encontró con la número uno, que aspira a dominar el circuito en el corto y medio plazo. A pesar de la derrota, la plata sabe a oro porque Marín ve la luz al final de un túnel que ha sido más largo de lo deseado tras romperse el ligamento cruzado anterior de las dos piernas. Primero la derecha y a dos meses de los Juegos de Tokio, se desgarraba la izquierda, y con ella el menisco. La onubense ya era la jugadora más laureada de la historia del bádminton, la única mujer en ganar tres mundiales; pero ella siempre quiso volver. Con sus gritos y el puño en alto, con su carácter y espíritu de superación, Marín quiere agrandar su leyenda con dos cicatrices en sus rodillas. De sufrir con las pesadillas de las lesiones a luchar por el gran sueño: la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de París 2024.

Salía Marín motivada al Royal Arena de Copenhague, lugar donde consiguió su primer mundial, pero los nervios y la presión aparecieron justo al inicio del encuentro, mientras que la surcoreana estaba mucho más metida en pista y se ponía rápidamente con un 10-5 en el marcador. Luchaba la andaluza pero la número uno seguía impasible y solo aumenta su ventaja. No encontraba soluciones la española y se precipitaba ante la pegada de Se Young An, perdiendo así el primer set por 21-12 en 21 minutos.

“Tienes que jugar, jugar y jugar. Hay que ganar con los golpes que hagan falta”, le decía su entrenador, Fernando Rivas. Pero la segunda manga era una continuación de la primera. Marín no conseguía hacer daño a la coreana, que no mostraba ninguna debilidad, y volvía a conseguir una renta de cinco puntos. No le quedaba otra opción a la española que ir a por todas y no dejarse nada. Se quitó los nervios y empezó a recortar la distancia para igualar a 10. Tuvo la opción de ponerse por delante por primera vez en la final, pero su dejada se quedó en la red. A partir de aquí, la surcoreana ya no volvió a dudar, puso la directa y se hacía con su primer título del mundo (21-12 y 21-10).

Sobreponerse a dos roturas de ligamentos

A pesar de la derrota, Carolina Marín vuelve a estar entre las mejores jugadoras del circuito. La final no puede empañar su gran semana en Dinamarca, donde se volvió a ver su gran juego, su agresividad y su carácter dentro de la pista. Esos que tenía cuando dominaba la escena del bádminton mundial con 26 años y tres mundiales, un oro olímpico y cuatro europeos. Hasta que su rodilla derecha la frenó en seco y la hizo bajar a los infiernos. Era enero de 2019 y quedaba un año (al final fueron dos por la pandemia) para defender el oro olímpico en Tokio. “Cuando me enteré de que tenía mi ligamento roto, me puse a llorar, pero de camino a casa dije: vale, esto es lo que hay, mañana te operan. Ahí cambié el chip”, afirmaba la española en una entrevista en EL PAÍS.

La mejor jugadora de bádminton pasaba por el quirófano, pero con la mente puesta en los Juegos Olímpicos de Tokio. Hacía sesiones diarias de 10 horas y tenía a dos psicólogos, uno deportivo y otro personal. Acortó los plazos volviendo a la competición en siete meses, ganaba cuatro de los cinco torneos disputados y la cita olímpica estaba cada vez más cerca. Hasta que su rodilla izquierda, dos meses antes de viajar a Japón, dijo basta. Marín sufría la misma lesión dos años y medio después, esta vez en la otra pierna y con el menisco, interno y externo, roto. Un mazazo brutal.

La española pensó que se había acabado todo: “Me pasé dos días llorando, totalmente hundida. Jodida. Subía a mi habitación y lloraba sola, a escondidas. Y me decía: hasta aquí, hasta aquí porque ya van dos rodillas y tengo casi 28 años”, confesaba en otro diálogo con este periódico durante su segundo proceso de recuperación.

Volvía al purgatorio, al quirófano y a un proceso de recuperación mucho más largo y doloroso, porque con la rotura del menisco, no podía hacer ningún tipo de fuerza con la pierna durante tres meses. A todo ello, se sumaba el reciente fallecimiento de su padre. Todo cuesta arriba. Cualquier otra persona se hubiera rendido, pero no Marín, que tiene una capacidad de superación enorme, digna de una de las mejores deportistas españolas.

Aceptó el proceso con otra mentalidad, esta vez más lento y sin ninguna prisa. “Dentro de lo malo solo quedan tres años para los siguientes Juegos. Quizás los Juegos de Tokio no eran para ti. Era un consuelo, pero salí así, pensando en que tenía París 2024″, reflexionaba una Carolina Marín que en su vuelta a las pistas el año pasado se hacía con el campeonato de Europa en Madrid, el sexto en su palmarés.

“Esto no acaba aquí, esto sigue y vamos a por más”, avisaba la propia Marín nada más terminar el encuentro. No ha conseguido hacerse con el título mundial, pero su vuelta a las pistas es todo un ejemplo de superación y constancia que hacen que su candidatura al oro de los Juegos de París 2024 sea todo un hecho.

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